viernes, 29 de agosto de 2008

Vuelta a la ciudad

Cronómetros que se paran, círculos y huellas en el asfalto. Vuelta a la ciudad era el título del artículo que hoy firmaba Benjamín Prado en El País.
Como tengo sueño, ando más empanada que de costumbre. Eso no impide que en mi lectura matutina de la prensa (en leer el propio periódico y la competencia consisten gran parte de mis prácticas), la vuelta a Madrid de la que habla el escritor haya llamado mi atención, probablemente porque mi final de verano surca la A4 en dirección inversa a la narrada. Se habla estos días del final del calor y de la vuelta al cole, del retorno al trabajo y la despedida de la playa con olor a septiembre. Cito: “La cuenta atrás del verano está acabando”. Cierto. Pero mi cuenta atrás es la contraria. No vuelvo a Madrid, me marcho de ella con la sensación de no haber tenido tiempo suficiente para encontrarnos, y con la incertidumbre y el temor de no saber si realmente, a la vuelta -¿qué vuelta?-, las miradas seguirán detrás de las mismas esquinas.

El sms 104 de mi bandeja de salida deja constancia, a las 10.38 del 6 de septiembre de hace un año, que me venía aquí a estudiar. Me dejé llevar, me dejé traer más bien. Este verano sí fui yo la que, teniéndolo absolutamente claro, decidí quedarme a hacer las prácticas en Madrid. En el periódico he pasado por varios ordenadores, varias fases y varios estados emocionales. Vuelvo ahora, a un día de finalizar la beca, al mismo ordenador en el que comencé.
A principios de julio me retaron a sobrevivir al verano, y hoy es 28 de agosto.
Indolencia, sueños, sarpullidos. Quizás demasiadas horas soñolientas, observando sin implicarme y esperando. Pero también emociones a trompicones, resúmenes, e ideas. Conversaciones y consejos. Georgia, aviones, agua desperdigada, un suicidio no consumado, pereza, portavoces de mentiras, salmón para quien suspende economía, cartas, café, pirámides alimenticias, viajes, recortes, y una libreta de pastas duras.
También yo, aquí, he aprendido cosas que aún no sé que he aprendido, aunque el final sepa más a derrota que a triunfo.

Mientras, anhelaba que llegara el fin de semana. Mis compañeros me imaginaban cansada, y a la vuelta el lunes me preguntaban compasivos: ¿trabajando el finde?. No entendían que no me sentía cansada, que no quería dormir, que quería aprovechar el tiempo, y que a veces, quería pararlo, pero no para descansar sino para disfrutar de los segundos.
Mis prácticas radiofónicas disiparon mis temores a las ondas, y la hora se coordino con las ganas, bajo la sombra de árboles que me protegían del sol, y de las tormentas de verano. Tenía un interés amplificado por el desconocimiento, y aunque sé que no me dedicaría a ello, y me dejó aún más claro que prefiero la prensa escrita, me lo pasé muy bien, y eso es ya muy importante, sobre todo en un verano que sacudía más verdín que sol. También hubo demasiados vacios y rencores de aguas demasiado pasadas. Demasiados demasiados.
Pero si mi hermano se mete con mi positividad y critica “las ilusiones absurdas esas que tú tienes”, quizás lo que no sepa es que esas mismas, me sirven para que, tras este verano que acaba, yo sepa que he aprendido de los errores, y lo bueno perdure para siempre sobre los momentos malos, las risas sobre las lágrimas, que de todo hubo.
Por eso sé que cuando piense en este verano lo imaginaré en sábado, en sábados que madrugan y se acuestan muy tarde; en la memoria de emociones que me llevo conmigo, y que ya sólo me pertenece a mí.

Si nada cambia, el martes conduciré mi coche de Madrid al sur de Andalucía, en dirección inversa a los que acaban sus vacaciones y regresan a la capital. Todo vuelve a ser de paso, a representarse en una maleta...
pero confío en la veracidad de la frase con la que Benjamín Prado termina hoy su Vuelta a la ciudad: “Las huellas que se dejan en el asfalto son menos fugaces que las que se dejan en la arena”.

lunes, 25 de agosto de 2008

7:40

“El tiempo es el peor de los enemigos, puedes derrotarlo en mil batallas pero él será implacable en la última.” Eso escuche una vez…

Pero ayer gané una de esas batallas. Y el tiempo se paró, feliz, a las ocho menos veinte. Justo ayer, el mismo ayer que ya no existe pero que existirá siempre.

jueves, 21 de agosto de 2008

Periodismo agridulce

Llego al periódico, justamente, doce horas después de salir de él ayer. Pero de ayer hace ya una eternidad.

Primera Parte:

Son las once y veinte de la noche cuando llego al Metro. Escribo en mi libreta de periodista mientras viajo en él. Exaltación, agotamiento: ese cansancio que te deja abatido tras un acelerón desmesurado. Tantas quejas pasadas, y estoy viva.

Cuando he salido del periódico, más de dos horas después de la hora habitual de cierre, apenas quedaba nadie en la redacción. Entre ellos, uno de mis compañeros de prácticas. Me ha mirado asombrado, acostumbrado a mis habituales días taciturnos, se extrañaba al verme desbordada y exaltada corriendo de una punta a otra de la redacción transportando papeles, ideas y preguntas.
“Emocionante”, le he dicho mientras recogía para volver a casa. Esa no era la palabra. Él me ha contestado: “agridulce”.

Es cierto. Profundamente agrio, profundamente trágico.
Profundamente cruel. Desmesuradamente injusto. Demasiados inocentes (153 en las últimas cifras) que sólo querían bañarse en las islas.
Y sin embargo, en mi redacción, una redacción, ubicada al lado de Barajas; una redacción típicamente agosteña, es decir, repleta de becarios ávidos de profesión, se palpaba la sensación de estar en el centro de la noticia, de tener la oportunidad de conocer y contar de primera mano algo que será historia, aunque sea una página pintada de negro.
La exaltación periodística dicha en voz alta suena horrible, pero sentida es vital. Es probable que nuestra bella profesión sea amarga y cruel, que dicho así, sentirse bien haciéndonos eco de la más cruel tragedia, nos haga horribles personas.

Pero también es cierto que aunque esto parezca una justificación de conciencias, se siente el dolor y el sufrimiento, no se es impasible. Y también es bello poder utilizar la palabra como arma. No, no es la pretensión de antaño de que el periodismo cambie el mundo, no es literatura ni abismos. Es el agridulce de la profesión, comprender los reflejos y que las velas se apagan si soplas. Mirar hacia arriba, hacia un avión que se derrumba es el modo de ser coherente con el camino elegido. Raro de explicar, quizás.

Segunda Parte:

Pasadas las doce de la noche y tres trasbordos, aguardo la llegada del último metro. Publicidades de vuelo pasan a mi lado y me doy cuenta de que estoy, físicamente, más cansada de lo que creía. Me sorprendo bostezando. No me puedo creer que el metro aún marque 8 minutos de espera.
Mientras subía las escaleras mecánicas me vino a la mente El pintor de batallas, de Pérez Reverte. Me gustó mucho ese libro, pero no sé por qué lo recuerdo ahora, quizás el tratamiento del dolor, la permanencia de lo fugaz, la eternidad del instante, la reacción del periodista ante ello. O quizás no.

Un chico se me acerca y me pregunta por una parada. Sólo ha pasado un minuto.
Decido sentarme en los escalones, a pesar de la suciedad. 6 minutos.
Me pesa el bolso. La tarde ha transcurrido tan deprisa que no me ha dado tiempo de leer todos los periódicos y los arrastro a casa como tarea pendiente. 5 minutos. Público lleva en la portada un sumatorio de muertos en conflictos internacionales. Los 44 de Argelia ganan. Ni sumándolos todos se alcanzan los de hoy. 4 minutos. Un hombre pasa a mi lado arrastrando una gran maleta.
Esta mañana, en todos mis trasbordos, me crucé con una familia cargada de niños y maletas, probablemente, teniendo en cuenta la línea, se dirigían a Barajas. Qué felices, pensé. Pero durante toda la tarde, entre mal rollo y subidón de adrenalina, pensaba en ellos. Lo probable es que estén felices en cualquier lugar, pero no pude evitar pensar en esos desconocidos.
He perdido la cuenta del metro y cierro los ojos. Hoy será un día recordado en futuras listas negras, el 20 de agosto será nombrado trágicamente, pero el recuerdo, presente, en cada uno, será muy diferente. Yo también recordaré el día de hoy. Su sabor agridulce, su sabor periodístico.

Llega el metro. No podemos perderlo. Porque, a veces, la vida depende de un instante.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Veraneando en Madrid

Una gota helada de agua en mi espalda me despierta abruptamente de mi siesta piscinera. Tres de la tarde. Un montón de niños ignorados por sus padres se pegan en la piscina infantil. Qué se callen. Sin aún levantar la cabeza de mi toalla, agudizo el oído. Tres jóvenes (unos frikis de ‘cuidao’) se disputan a mi lado qué héroe de comic se asemeja más a cada uno de ellos.

Ay, qué felicidad, pienso, ¿quién dice que en Madrid no saben veranear? Piscina, sol, café con hielo. Cómo se nota que es verano, qué alegría. Una parejita se mete mano debajo de la toalla en plan edredoning Gran Hermano, los grupos de amigos se dan a la litrona, a las cartas y a las raquetas, las familias (padres, abuelos, niños, tíos, primos y vecinas) sacan de una nevera gigante filetes empanados, tortilla de patatas y sandía. Las tetas de todas las que están a mi lado tumbadas al sol, además de ser enormes, (quién las tuviera) están ya negras, y sin ni una sola marca de bikini. Adultos interesantes leen libros interesantes tumbados en interesantes hamacas. Lo que da de sí la piscina. Y eso que sólo era el césped. En el agua, hay uno (¡y qué uno!) haciendo largos sin detenerse a respirar; otros, que con tanta ahogadilla están dejando la piscina sin agua. La pareja del edredoning que ahora se da el lote agarrada en la escalera. Y bañistas… así en general.

Pero entonces…

…llega la cruda realidad.

Abro bien los ojos soñolientos. Y empiezo a notar como más que familias lo que hay son abuelas desesperadas con nietos malvados y crueles que quieren ahogarse en la piscina mientras el socorrista intenta ligar con la representación femenina de la pareja edredoning. Y no se queda ahí, de pronto, veo que el 90% de la gente que está en la piscina está sola, y que así como quien no quiere la cosa, se empiezan a secar con la toalla y a vestirse con camisa y corbata… Dios, qué horror, ¿qué verano es éste?

Vuelvo a observar a mí alrededor, la piscina está casi vacía. Y casi diría que empieza a nublar. No nos engañemos, nublar, no nubla, qué hace un sol de escándalo. Pero es que la alarma de mi móvil empieza a sonar estrepitosamente. Qué asco. También yo me seco, y me pongo un vestido nada veraniego. Más bien, un vestido de “tengo que entrar a trabajar”. Qué horror, me repito.

Cuatro de la tarde. Me 'espabilo' del todo, meto de mala manera la toalla en la mochila y salgo corriendo para el curro. Vuelvo a llegar tarde. Fijo que me como otra bronca. Miro de reojo la piscina, qué desolación. ¿Cómo era esa tontería del primer párrafo de que en Madrid sí saben veranear? De eso nada, como mucho, hacen como que veranean. ¡Me quiero ira a la playa! No al periódico donde trabajo…

Llego a la redacción asfixiada, muerta de calor, y me topo de frente con los tres jóvenes frikis que querían ser héroes de comic: llevan los temas sobre videojuegos en el periódico. ¡El mundo (literal, yo me las entiendo) es un pañuelo! Avanzo, me dejo caer sobre mi silla, la actualidad “veraniega” me espera… Miro a mi derecha... ¡vaya!... la pareja edredonig se lanza miraditas de la sección de Finanzas a la de Empresas… si ya decía yo que me sonaban sus caras… Verano, verano, ¡qué felicidad!

jueves, 7 de agosto de 2008

miércoles, 6 de agosto de 2008

El que no aletea se cae primero



Si quieres verme caer del cielo
tendrás que cortar el aire
y es imposible que la corriente
no sople en alguna parte.

Aráñame el corazón
encadéname las alas
que siempre quedan los que me quieren
que siempre quedan los que me desatan

Ay... que estando en la cuerda floja
no consigue nada el que no se moja.
Ay... que cuando elevas el vuelo
el que no aletea se cae primero.

Si quieres verme caer del cielo
tendrás que ponerle ganas
y es imposible que tu me arranques
la fuerza que Dios me manda.

Aráñame el corazón
envenéname la herida
que siempre quedan los que me quieren
que siempre quedan los que me la cuidan.

Ay... que estando en la cuerda floja
no consigue nada el que no se moja.
Ay... que cuando elevas el vuelo
el que no aletea se cae primero...

se cae primero el que se ve vencido
el que no arriesga más de lo debido
el que se cae, se aguanta y nunca se levanta
hay que nadar hacia la esperanza
alzar el vuelo, inténtalo de nuevo
y da la vida con el alma en cueros
siempre de frente cuando hay contracorriente
que en la orilla está la suerte.

Ay... que estando en la cuerda floja
no consigue nada el que no se moja.
Ay... que cuando elevas el vuelo
el que no aletea se cae primero.
Ay... que estando en la cuerda floja
no consigues nada si no te mojas.

Canción de Rosana

sábado, 2 de agosto de 2008

viernes, 1 de agosto de 2008

Retorno

Confundo el Metro. Entro y salgo en el mismo vagón. Leo: “Pasar un dedo, suavemente, por el borde afilado de una navaja rota”. Tiene su contexto. Me lo guardo. Avanzo buscando una salida, o una entrada.

En el Metro, un hombre toca la misma música con la que mi móvil me avisa de que tengo un nuevo mensaje. Un SMS amplificado, o lo que es lo mismo, Chopin.

Alcanzo el tren. Por los pelos. Es el tren de Aranjuez. Justo hoy, justo a esta hora. Entro. Me bajaré en Atocha. No es un viaje de vuelta, es de ida. Tengo sed.

Siento impulso de escribir. No sé el qué. Éste es el resultado. Sobre una libreta en movimiento.

"...Ahora que regreso a los lugares a donde quise huir...
y nadie me espera allí".

jueves, 31 de julio de 2008

Espacio y tiempo

... Aunque tú no encuentres tu sitio en este lugar, yo no puedo pensar en otro mejor en el que puedas estar... 31 de julio... de 2006

Nada es eterno... Ni siquiera la duda.

martes, 29 de julio de 2008

Las mañanas en el periódico (Dos canciones)

ESTA BOCA ES MÍA (JOAQUÍN SABINA)

Más vale que no tengas que elegir
entre el olvido y la memoria,
entre la nieve y el sudor.
Será mejor que aprendas a vivir
sobre la línea divisoria
que va del tendio a la pasión.

No dejes que te impidan galopar
ni los ladridos de lo perros
ni la quijada de Caín.
Que no te dé el insomnio por cantar
las gaviotas del desierto,
las amapolas de París.

Te engañas si me quieres confundir
esta canción desesperada
no tiene orgullo ni moral
se trata sólo de poder dormir
sin discutir con la almohada
dónde está el bien, dónde está el mal.

La guerra que se acerca estallará
mañana lunes por la tarde
y tú en el cine sin saber
quién es el malo mientras la ciudad
se llana de árboles que arden
y el cielo aprende a envejecer.

Y sal de ahí
a defender el pan y la alegría.
Y sal de ahí
para que sepan que
esta boca es mía.

CANSAD@S (SILVIA PENIDE)

Cansados...
nos enfrentamos al reloj de la mañana
nos levantamos de camino a la rutina
y dejamos nuestro sueño a la mitad.

Cansados...
salimos a la jungla de la vida
mientras la luna nos mira dormida
y llueve en el septiembre que respiras.

Cansados...
perdemos nuestros sueños por las curvas
del triste camino a la pesadilla
y vemos las pisadas de ilusiones.

Cansados...
dejamos que pasen las primaveras
mirando los cristales y a la espera
de una sonrisa que fotografiar.

Cansados, sí
pero a pesar de todo respirando
buscando solución al laberinto
la hora de salida casi .... llega.

Las tardes en el periódico (quizás)

Agosto está ya demasiado cerca como para eludirlo y una es demasiado mayor, y más aún cuando llega este mes, como para no ser coherente, como para sentirse demasiado niña o como para no ser consecuente con sus actos. Claro que el calor de la calle contrasta con el frío del aire acondicionado de la redacción. Y los contrastes, con sus matices, sus dudas y sus extremos se trasladan a la cotidianidad.

Sé que no hay nada perfecto. A priori todos lo sabemos pero llevarlo a la práctica es más complicado. Yo estoy en ello. Debo pulirlo, así como debo pulir una intuición que me ayude a no moverme demasiado a trompicones, a ir un poco más por los ecuadores.

Esas mitades poco nítidas y pretenciosas como lo es la que marca la mitad de un verano de prácticas, que como aprovechan los columnistas para cubrir en sus contraportadas, “no hay agosto que cien años dure” y la realidad no barre a los sueños provincianos.

Resulta además que otros aprendizajes sí los he adquirido este curso. Aprendí cuánto vale la paciencia y eso no lo voy a olvidar nunca. Así que cuando llueve sé que luego escampa, que sólo hay que esperar, y mientras, coger un paraguas, o ponerte un chubasquero, o mojarte.

También sé algo de constancia, mucho más que de generosidad, de autocontrol o de rabia, que aún no he aprendido a focalizarla en la dirección adecuada.

Y quedan esas cosas que no sé plasmarlas en el papel, que las presiento pero se me escapan, que se esfuman, que estallan como pompas de jabón antes de entender cómo o por qué las hice. Son por ejemplo, reacciones, no necesariamente malas, sino simplemente impredecibles, que por falta de costumbre, me descolocan, me dejan insegura, y suponen en sí mismas, un comportamiento que racionalmente no llevaría a cabo y que no sé si son menos yo o, en verdad, son yo en su ego más auténtico. No siempre podemos hacer uso de las palabras, a veces, incluso sabiéndolas utilizar, confunden.

Por la redacción vuelan también vanidades, excesivas vanidades que no tienen nada que envidiar a los duelos a espada que, de pronto, aparecieron en los apuntes de Historia del Periodismo de España. Egos que no tienen nada que ver con la búsqueda de la perfección, ni con una sana competitividad, ni con la ambición, sino con un olor a rancio y a podrido, y a envidias, que sirven de disfraz a algunos consagrados compañeros. Tampoco me gustan algunas actitudes, actitudes que también se me escapan, que no comprendo y que espero no comprender nunca, porque sería horrible convertirme en lo que ahora, sin entender del todo, detesto.

En el fondo, sé y callo, porque no todo lo podemos decir. Repito, intento ser coherente.

Luego le doy vueltas a la justicia, hago veredictos que se lleva el mar aunque esté lejos. Y al final, casi siempre veo medio llenos los vasos, uno tras otro, aunque a veces se me derrame el café al pasarlo del caliente al frío hielo.

No siempre encuentro palabras y equilibrios, nunca se me dio demasiado bien montar puzzles. No hace falta que cierres los ojos para saber quién eres y que sólo a ti te debes rendir cuentas. Puedes ser una esponja, pero el agua debe entrar y salir, porque si no se apulgara la esponja.
Y al final me agarro a las certezas, aunque sea porque sé que nunca son absolutamente ciertas.

lunes, 14 de julio de 2008

Ummmm...

La temperatura es perfecta, fuera y dentro. Aunque me cuesta abrir los ojos. De pronto me veo ante una tarde libre, sola para mí desde hace no sé cuánto. Una tarde de domingo. Escribo a dos bandas, la física y la mental, y no sé si tecleo las palabras antes de que pasen por mi cabeza o después. Son reacciones, impulsos.

Abro bien los ojos para no quedarme dormida y bebo un sorbo más de café. Andamos a salto de mata, vamos miedosamente por la cuerda del funambulista, y no sabemos si debajo habrá o no red, pero el caso es que vamos hacia adelante. Añorar el pasado es correr tras el viento, dice un proverbio. Es lo mismo añorarlo que pensar en lo que fue y no debió ser, en lo que no fue, y pensamos que qué hubiese sido de haber sido, en lo que dejamos por el camino. Para avanzar tenemos que decidir continuamente, da igual lo que no hicimos, importa lo que hacemos, lo que vamos conociendo, lo que vamos aprendiendo.

Otras veces pasamos las hojas demasiado rápidas y nos deja intranquilos el futuro, el qué será de nosotros bajo las lluvias futuras. Somos absolutamente absurdos, nuestros pensamientos se meten en caravana y nada más que escuchamos pitidos metiéndonos prisas para que metamos primera y arranquemos. Pero a veces nadie nos pita, sólo que teníamos la música demasiado alta y no escuchamos el ruido del motor, que nos dice fluye. Las presiones internas son las mayores barreras, la exigencia y autocrítica propias llevadas al límite. Claro que aún estamos a tiempo. La edad no importa.

Aprendemos a dejar lo innecesario pero también hemos de aprender a agarrarnos a lo imprescindible. Planificar un futuro, lejano o cercano, no tiene como objetivo llevar a cabo esos planes, ni mucho menos amargarnos si vemos que pasan los días y no cumplimos la agenda. El único motivo de hacer planes, de levantar la vista y fantasear con lo que podrá ser, con lo que podremos hacer, con la imagen de en lo que queremos convertirnos, la única razón de ello es disfrutar mientras lo hacemos, es adelantar la emoción y convertirla en goce por sí misma. Arrancarnos una satisfacción a nosotros mismos dejándonos llevar por los sueños.

Del mismo modo, recordar es maravillo porque es volver a vivirlo, pero es maravilloso, sobre todo, porque pasó y forma parte de nosotros. Somos quienes somos porque fuimos quienes fuimos. Y aún estamos a tiempo, siempre estaremos a tiempo, de ser quienes queremos ser, de ser, sin más, y con todo su sentido.

No podemos alejarnos de la vida, dimitir de ser felices, no podemos pasar de todo por que las cosas se pongan complicadas. Avanzar, soñar, superar, vivir. Y el contacto humano, el ser esponjas dispuestas a empaparnos, a recibir, a dar. No es posible ser burbujas. Y es imprescindible, sin embargo, ser lo suficientemente independientes. Porque sólo desde esa independencia tiene sentido y es verdad el contacto, el trato personal con nuestro mundo.

No es sólo el frío y el calor. Es la búsqueda constante de esa temperatura perfecta. Es parte de la vida ser críticos e inconformistas, es parte de ella estar muertos de miedo por perder las cosas que conseguimos, por no saber dónde buscar las que anhelamos. Está bien reírnos a carcajadas o llorar. Forma parte de nosotros darle mil vueltas a las cosas, equivocarnos y rectificar. Creer no ser lo suficiente, o incluso no serlo. Sentir emociones contradictorias.

Ojalá fuese capaz de encontrar las palabras adecuadas, pero sólo puedo esbozar pinceladas que engloben los pensamientos a medias entre la dispersidad, las intuiciones, lo implícito, lo general. Montañas rusas donde a veces todo está arriba y otras caemos empicados. Pero hay que seguir en los raíles y disfrutar. Se trata de eso, de que el sentido está en estar. Da igual ayer o mañana. Importa que sonrías ahora. Que tengas las suficientes ganas como para lanzarte, como para atreverte a ser feliz. No hay cuentos ni ingenuidades, es sólo que sigo si saberme explicar. Es vida. Es simplemente que a veces las cosas más sencillas son las más importantes de la vida, y que ya sé que suena a tópico, pero es así; de pronto, da igual el sueño, da igual que sea de noche y tenga que madrugar, no se oye nada. Ahí, en ese instante, está la temperatura perfecta. Entonces me acurruco y me siento feliz.

viernes, 11 de julio de 2008

Películas

Igual que las demás. Igual que todas esas chicas que habían pasado por la sala, terminé engatusada con los aires neoyorquinos de Sexo en Nueva York. Una a la que no le gustan ni los zapatos ni los bolsos, y que para saber cómo se escribe Louis Vuitton ha tenido que buscarlo en Google.
Ajena, pienso, a ese estampado floripondioso y principesco de ranas convertidas en máquinas sexuales.
Y a pesar de todo, exhausta, tiritando, perdida. Porque al final resulta que aunque no comporta nada con esos sueños, los hilos que hemos cortado son los mismos, los pétalos ilusos fueron sacados de la misma flor.
Que pensaba que ya estaba controlado, qué estúpida.
Quizás no debiera haber ido a ver esa película. Quizás. Si lo que debía de florecer debajo de la almohada se quedo en un verso de Miguel Hernández. Qué asco de asociaciones y de recuerdos.
Y vuelta a las preguntas, que querríamos plantearlas en voz alta pero no salieron las palabras.
Estereotipos que alimentamos y al salir no somos ni siquiera diferentes. Qué iguales, qué estúpidamente iguales. Demasiados secretos a voces. Demasiado mar, tanto que nos ahogó. Qué idiota.

jueves, 3 de julio de 2008

Los vientos del Congreso

Un viejo refrán dice que “no hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se arrima”. El viento, en la tarde del miércoles, en el Congreso de Diputados, no corría ni aún poniendo ventiladores.

El Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero se había decidido a comparecer en el Congreso de los Diputados para anunciar las medidas ante la actual situación económica que atraviesa España. Si esa decisión la había tomado “a regañadientes y prácticamente a rastras”, como ha dicho Rajoy en su comparecencia, daba lo mismo.

“En el periodo anterior, con el viento a favor, cumplimos el mandato electoral, y ahora, en condiciones adversas, también lo haremos”, auguraba Zapatero para terminar su discurso. Pero comencemos por el principio, cuando aún no había viento.

El Congreso, a las cuatro de la tarde, estaba a rebosar de políticos y periodistas. La expectación era máxima. Las miradas, las primeras, estaban, todas ellas, puestas en el léxico que utilizaría Zapatero ¿hablaría de crisis? ¿de desaceleración? ¿de desajuste económico?

Pícaro, altivo, y con corbata a rayas comenzaba su discurso, seguro de sí mismo, a las cuatro y cinco, duraría 55 minutos, y despertaría menos aplausos que su contrincante.

Los ministros le vigilaban desde primera fila, serios, taciturnos, aplaudiendo cuando marcaba el guión. Soñolientos. Ellas, en su mayoría, de blanco angelical. Las ausencias: Moratinos, Bibiana Aído y Elena Espinosa.

Mientras, al otro lado, sentada al lado de Rajoy, por primera vez desde su nombramiento, la secretaria general del PP, María Dolores Cospedal, seguía el discurso en silencio.

Rajoy, deslumbrado por su corbata naranja, miraba hacia el suelo. A su lado, la portavoz del PP, Soraya Saéz de Santamaría hablaba, jugueteaba con el móvil y removía papeles.

Entre los socialistas, se despertaban intermitentes aplausos ante un discurso que no aceptaba una crisis pero sí asumía: “una situación difícil y complicada”, pero “el Gobierno lo sabe y asume su responsabilidad”, para luego encajarla únicamente como consecuencia directa del “empeoramiento de la crisis del petróleo y de la crisis financiera de EEUU”, después de que los índices se situaran el martes en 143 dólares el barril del petróleo.

La “situación adversa”, las “serias dificultades”, la “crisis financiera internacional” son los términos que manejaba Zapatero. El patio estaba revuelto y el Presidente se andaba llevando algún que otro abucheo, especialmente, al asegurar que España está “en mejores condiciones de partida”. Hecho que, a fin de argumentarlo, se remontaba a datos de antaño, enumeraciones, juegos de palabras y sonrisas... Como buen político, o como político en sí.

En su turno, la oposición, apostaba, al completo, por el mismo caballo, criticar que Zapatero “niegue la realidad”. Rajoy iba también seguro, con ganas de juego, así que en plan coro griego, la cámara contestaba acusando “¡Zapatero!” ante las críticas preguntas, supuestamente retóricas, del popular al socialista.

La tarde avanzaba, la oposición se hacía piña ante el solitario Presidente, y todas las comparecencias incitaban a Zapatero a que actuara.

Medidas, suavecitas, las de los socialistas; afán de apoyo e intención critica de las oposiciones, ¿y los ciudadanos? Como siempre, al margen, pagando caros los limones, y aguantando las bofetadas del viento, que sólo parece correr desorbitado, fuera de la política.

(Foto Efe: Congreso en mayo)

martes, 1 de julio de 2008

Horas

1:48 horas. Madrugada del 1 al 2 de julio. Embajadores. Madrid. Estoy muerta de cansancio. Debería acostarme. Pero una mezcla de excitación y agotamiento recorre mi cuerpo.

(3 horas antes) 22:59 h. 1 de julio. En el coche Madrid – Aranjuez. Por última vez, en principio, viajo a Aranjuez. Sólo pensar en la mudanza me da sueño, sarpullido y me estresa. Tengo ganas de perderlas de vista, a Aranjuez y a la mudanza. Si cierro los ojos sólo veo cajas y tiestos, si los abro, también.

(4 horas antes) 22:15 h. Esperando al metro dirección Sol. Madrid. España está en deceleración y yo en aceleración. Estoy de ‘subidón’ y con una energía y un nerviosismo que me hacen andar de un lado a otro, tras un día agotador (quién lo diría sabiendo que llevo todo el día sentada leyendo periódicos). Debo hallar un punto intermedio entre la pasividad y la actividad, entre la calma y el entusiasmo.

(10 horas antes) 15:58 h. Cafetería en Hortaleza, en frente de las prácticas. Estoy en un bar tomando un café con hielo. Un grupo, seguramente de redactores, debaten sobre Javier Cámara, el cambio climático, Urkullu, Barcelona y Aído. En un rato vuelvo a la redacción, estoy emocionada.

(14 horas antes) 12:00 h. Tras la reunión con los jefes. Estoy flipada. Mañana vamos al Congreso a la comparecencia de Zapatero. Empezamos fuerte. La crisis es estupenda, no hay noticias más buenas que las malas noticias (por supuesto, periodísticamente hablando). Eso sí, tengo que ponerme a estudiar términos económicos y empresariales...

(15 horas antes) 11:00 h. ¡¡Tengo a Manuel Conthe escribiendo a mi lado!! (Después de caerme en el examen de Empresa…)

(35 horas antes) 15:00 h. 30 de junio. Redacción. Nos vamos a casa. La mesa de la entrada con montañas de periódicos me tiene impresionada. Algún día le haré fotos. No he conocido a mis jefes, sí a mis dos compañeros. Tengo ganas de hacer, de hacer, de hacer. De aprender. De ser periodista.

(38 horas antes) 12:00 h. Tenemos todos caras de asustados, somos un montón de jóvenes esperando a ser repartidos por las distintas secciones. Tenemos cara de miedo pero también sonrisas, nos sueltan un discurso de bienvenida, dando ánimos y fomentando la profesión periodística para que las jornadas de 11 horas nos las tomemos con emoción neófita. Pero venimos con ansias.

(Casi una hora después) 2:37 h. Madrugada. Me voy a la cama, ahora diría (y así justificaría la foto) : mi gato ya duerme. Pero a saber qué hace él…

lunes, 30 de junio de 2008

¡Campeones!

¡Uy! Ummm… uffff. ¡Ains! Ahhhh. Tzzz. Ayayayayayay… Buahh. Nnnnn…
( y otras onomatopeyas)

Todo ello acompañado de una inclinación frontal de la columna, los puños de las manos apretados y cierta tensión general en todo el cuerpo.


Levantamientos y bajadas de la silla, breves y a un ritmo constante.

La mirada fija (desviada únicamente en rápidas excepciones, para solicitar al camarero, mirándolo de reojo, otra caña).

Sonrisas, enfados y respiraciones, bien aceleradas, bien de alivio.

Y… ¡¡¡¡¡Gooooooooooooooooooooool!!!!!

29 de mayo. España gana, después de 44 años, la final de la Eurocopa en Viena, contra Alemania: ¡Campeones! (por si alguien no se ha enterado).

15.000 españoles frente a 40.000 alemanes entre la afición que se ha desplazado a Austria; 21 vuelos desde Madrid, 9, desde Barcelona; más de 3.000 efectivos de seguridad; vuelo y entrada, a última hora, entre 1.200 y 1.400 euros. El “agosto” de la reventa. Temperaturas, entre 26 y 30 grados.

Eso en Viena. Mientras, en Madrid, la Plaza de Colón a rebosar, la afición de Casillas aupándolo desde Móstoles.

Y en Aranjuez, 'La Venta', en mi misma calle, vivía la emoción de la final entre sangrías y patatas. No faltaban pitos, camisetas, llantos, gritos, y cachondeo. Que de hacer fiesta era de lo que se trataba. Una fiesta en la que celebrar una victoria, y la selección no decepcionó. Torres debe estar que se sale, Aragonés, orgulloso de sus chicos, y desde mi ventana, los coches siguen pitando sin parar. ¡España campeón!, se oye, y hoy, se olvida todo.

Si hace un mes me dicen que acabo escribiendo en el blog de la Eurocopa, yo que escribo por ganas, no me lo creo, pero nada más llegar del bar, tenía que escribir algo, lo que fuera, pero impulsivamente futbolístico. Se me debe haber pegado algo de las prácticas.

Pero además, no me hubiese creído que acabaría viendo la final en un bar, con unas amigas, y aplaudiendo eufórica…

Lo que hace el fútbol…

(Fotos: EFE)

jueves, 19 de junio de 2008

Zapatos

Odio los zapatos. Los detesto. Para empezar, no me gustan tampoco los pies, ni los míos en concreto, heredados de la familia de mi padre, ni los de los demás en general, esos cinco dedos, cada uno de un tamaño, al final de una zona alargada… Buafff…que no, que me parecen una parte horrible del cuerpo, ya sean pies como los de la Cenicienta, o como los de sus hermanastras…

Pero, sobre todo, detesto vestirlos. Odio buscar en el cajón cada mañana unos calcetines que no tengan agujeros, que no se resbalen por el pie, que no te molesten con la costura… ¡que te peguen con la camiseta!... un horror. Y después, encima, ponerte unos zapatos... ¡detestable!

Si por mí fuera, iría todo el día descalza, especialmente desde que descubrí el parqué, aunque bueno, la loza fría bajo los pies tampoco está mal… pero que manía materna por repetirnos que no andemos descalzos ¡¡que manía cívica de ponernos zapatos!! Higiene y salud, alegan… “me vas a limpiar el suelo con los calcetines”, “te vas a pillar un resfriado… o reuma”…¡pesadas!… (Con lo bien que estaríamos ahora en la playa, con los pies en la arena… -eso es otro tema: ¡¡me quiero ir a la playa!!).

En fin, si he de elegir, entre todo lo malo, me quedo con las botas altas: estéticamente, y con faldita, quedan bien monas… Aunque depende de las botas, claro: tengo unas de tacón y punta, un poco cowboy, que si me las pongo parezco otra… pero no aguanto con ellas más de una hora. Tengo otras rojas, deportivas, que en el escaparate me parecieron estupendas y que cuando llegué con ellas a casa me resultaron horribles. Eso me pasa a veces, si es que los zapatos, ya lo avisé, son bonitos, como mucho, en los escaparates, una vez puestos son detestables... Luego están las botas camperas, perfectas en la nieve pero que te recalientan el pie y estás deseando deshacerte de ellas (una vez tuve unas negras de plataforma ¡horrorosas!). Las ‘pisacacas’ o estos tipo botines tienen su gracia pero a los zapatos la gracia le dura media hora porque enseguida empiezan a molestar.

Lo más cómodo deben ser las deportivas (tenis, playeras…cada cual como las llame), al principio te la pones y se ajusta al pie y piensas en un tono orgásmico “Dios, son mis zapatos”… luego los cordones comienzan a despelucharse, las costuras a romperse y las suelas a gastarse. No, no se trata de la calidad del zapato… hay algunos que incluso se desintegran a medida que andas con ellos y es sólo... ¡por ser zapato!... es su cruz, no hay remedio.

Y hay tantos tipos de zapatos como personas… y esa horrible pregunta de qué zapato ponerte con ese vestido, que no, que no me gustan los tacones… o cuando en el trabajo te obligan a llevar zapatos negros… o los zapatitos blancos de las novias, que no sé qué es peor... Si es que ni las babuchas son cómodas… por fin llegas a casa, te descalzas ¿y quieres que tenga que volver a calzarme con unas zapatillas?... que quiero ir desclaza -repito.

Y en estas, llega el verano… tengo unas sandalias que me gustan, pero ya cumplieron el lustro y están en decadencia física. Y entonces llegan los problemas… deportes con calcetines… te asas de calor; sandalias sueltas… se te caen de los pies, y no puedes correr; ¿pescadoras de plástico?... ni que tuvieras siete años; zapatos de lona… sudan los pies; chanclas… menuda incomodidad; y así… que si un zapato para la playa, que si otro para conducir, que si…

¡¡Que los odio, que los odio!! Por no hablar del espantoso mundo de las plantillas… que se evaporan, entre otras cosas. ¡¡Qué asco!!

Y ahora diré... tengo un secreto: me paso el día fotografiando zapatos… es una cosa inconsciente, que arremete contra mí, y cuando me doy cuenta, plaf!!, ya no tiene remedio y acabo de apretar el disparador de la máquina enfocando a esos horribles objetos… contradicciones de la vida.

¿Y por qué pienso en zapatos?... Porque acabo de empezar una relación con unos. Ayer efectué mi última adquisición: las alpargatas verdes de la foto. Parecen cómodas y fresquitas, y se sujetan al pie… no sé aún en qué desembocará esta relación, sólo estamos empezando...

Injusticias... o no.

Percepciones…

justicia.

(Del lat. iustitĭa).

1. f. Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.

2. f. Derecho, razón, equidad.

3. f. Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene.

4. f. Aquello que debe hacerse según derecho o razón. Pido justicia.

5. f. Pena o castigo público.

6. f. Poder judicial.

7. f. Rel. Atributo de Dios por el cual ordena todas las cosas en número, peso o medida. Ordinariamente se entiende por la divina disposición con que castiga o premia, según merece cada uno.

8. f. desus. Ministro o tribunal que ejerce justicia.


Mientras estudio para el examen de Derecho, me cuestiono qué es la justicia. Las anteriores son algunas de las acepciones de la RAE.

Mientras estudio además, me envían un e-mail con las últimas notas: la nota me parece injusta: absolutamente, una injusticia. Llevo tres notas y las tres, según mi opinión, injustas. Pero claro, la justicia es tan relativa que, según los profesores, las notas serán muy justas. Entonces, si la justicia es relativa, ¿qué sentido tiene que estudie Derecho?

A vueltas con la justicia. Injusto es que no olvidemos lo que queremos olvidar y olvidemos, sin embargo, las dichosas leyes que nos tenemos que estudiar para el examen…

Injustas son la duda y la desidia. E injusto es el miedo. Y absolutamente justo será suspender Derecho si me paso la mañana pensando demasiado.

miércoles, 11 de junio de 2008

Test de Actualidad y algo más

Un día (de pronto) te despiertas y decides que para qué vas a pasar el verano en la playa, que mejor, te tomas en serio la carrera y te lanzas, en lugar de a la piscina, al mundo pre-laboral, es decir, a la búsqueda y captura de las prácticas de verano.

Y así comienza todo…

Te empapas de actualidad, te memorizas el nombre del director del grupo mediático en el que vas a hacer las pruebas de selección, y te presentas, una hora antes, no vaya a ser que llegues tarde.

Primero, para ir entrando en calor, has estos ejercicios:

Relaciona Anciano con… A. Loco. B. Alto. C. Enfermo. D. Viejo.

Continúa la serie: AAABACADAE….

Parece fácil, ¿no? Ahora: corrige unos textos, haz unas sumas, escribe un par de breves, un reportaje, una noticia de 200 palabras…

Contesta esta pregunta: ¿Qué haces si en mitad de la noche estás sólo en una radio y te avisan de que ha habido un atentado?

Escribe en tres minutos todas las palabras que sepas con la letra T.

Pero todo esto es una mínima parte para tenerte entretenido (y agotarte), porque lo verdaderamente importante es el maravilloso mundo de los Test de Actualidad. Comencemos por algo sencillo:

Ronda de Ministros, un clásico.

Solbes, Chacón, Rubalcaba, Moratinos o Aído. Esos no entran nunca porque están “requetesabidos”. De los demás siempre cae más de uno. Público publicaba (redundancias a parte) una lista de valoración de Ministros: la de Defensa era la más conocida entre los lectores (¿por qué será?, por su gran trabajo con las tropas, claro…) y la de Vivienda, la menos (que conste que la clasificación tiene cerca de un mes, que seguro que ahora Beatriz Corredor ha subido escaños hacia la popularidad).

Luego pasamos a personalidades varias, principalmente, Presidentes del Gobierno: no el de Italia o el de España claro… ¿quién es el presidente de Colombia? ¿Y el de México? ¿Y el de Egipto? … Fundamentales.

¿Qué más hay que saber?... OMS, Inditex, FAO, FIFA, FMI, TSJC, Banco de España. No, no vale con saber qué son las siglas, hay que decir quién la preside, cargos, organizaciones, nombres y fechas.

Y ese amor incondicional hacia las fechas se repite: ¿Cuándo fue…? ¿la muerte del Papa?, ¿la independencia de Israel?, ¿la boda de los príncipes?, ¿la Independencia de EEUU?, ¿la muerte de Picasso?

Es decir, imprescindible estudiarse las necrológicas y los aniversarios. Así como, importantísimo, no pasar por alto la sección de economía: porcentajes, subidas y bajadas, que para algo estamos en crisis.

Algo de cultura: a vueltas con el Mariano de Cavia. Y deporte: Eurocopa, Roland Garros, Giro… hay donde elegir.

No es suficiente con saber sobre las escuchas de las conversaciones de Maria Emilia Casas, los Presidentes de las CCAA, los escaños obtenidos por los partidos políticos, o las películas de Morgan Freeman… ni con manejar algo de política exterior, de ahora y de antes, religiones, guerras...

¿Te ha servido de algo la carrera? ¿Cuál es la diferencia en sanción legal entre injuria y calumnia? ¿Qué opina Soria de la TDT? ¿Quiénes fueron los presidentes de la II República?... Me las sabía, me las sabía… pero no me acuerdo.

Igual te preguntan por Rodríguez Rato que por Kafka, por Raúl del Pozo que por Urkullu. Hay que estar preparados… Lo mismo da las características del arte mudéjar que la nave Phoenix que el iphone de Apple. Importante acordarse de que Coslada y María San Gil ya son agua pasada pero que el Forum Filatélico te puede entrar... Es lo que tiene la "actualidad".

Y al final resulta que éstas son sólo las preguntas facilitas, porque de las difíciles no recuerdo (y menos a estas horas) ni el enunciado.

Definitivamente, los test de actualidad me han trastornado.

Conclusión: Un buen periodista es el que las acierta todas en el Trivial.

martes, 10 de junio de 2008

Gervasio Sánchez

Dice que no es que él sea un periodista comprometido, sino que es que “yo soy periodista, y el periodismo es compromiso, investigación, independencia”. Dice que así lo aprendió en la Universidad (se licenció en 1984 en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona) y que así ha pretendido desarrollar hasta ahora su trabajo.

Quizás por eso, Gervasio Sánchez es considerado uno de los más importantes foto-periodistas de la actualidad, galardonado recientemente con el premio Ortega y Gasset.

El pasado 29 de mayo, el periodista acudió a la UC3M para participar en una conferencia sobre 'Periodismo Social en imágenes', junto a Paul Hanna, jefe de fotografía de la agencia Reuters en España y Portugal, dentro del ciclo ‘Periodismo social como clave para el desarrollo’.

En los últimos veinte años nos ha hecho testigos de los más importantes conflictos bélicos mundiales, acercándonos hasta nuestros salones, el drama de la guerra: “el periodismo tiene que saber documentar los hechos que suceden alrededor de nosotros, sean más lejos o sean más cerca de nuestras vidas, de nuestras fronteras anímicas y físicas. Yo intento documentar los hechos que suceden en esos lugares, sobre todo me interesa mostrar a las víctimas de las guerras, los dramas que ocurren alrededor de ella; cada vez me interesan menos los combates, los combatientes, que a la pregunta de por qué combaten, pocas veces le sigue una contestación favorable, o al menos clara”.

Sus palabras y sus fotografías muestran la realidad y contribuyen a crear una conciencia social, por ello, además de colaborar, entre otros medios, con el Heraldo de Aragón o la Ser, ha publicado libros como La Caravana de la Muerte. Las víctimas de Pinochet (2001), Cinco años después. Vidas Minadas (2002), o Sierra Leona. Guerra y Paz (2005).

Lo más difícil de sus corresponsalías es el encuentro diario con el sufrimiento, ya que “si eres mínimamente sensible, acaba afectándote mucho”. Pero asegura que no le gusta hablar de sí mismo “porque es un espacio que le quitas a los protagonistas de los dramas”, ya que mientras aquí “lo intentas digerir con la mejor de las digestiones”, allí, las guerras “duran décadas, como sucede en Afganistán, Sudán o El Congo”.

Las fotografías de Gervasio Sánchez miran a los ojos, por eso, a menudo no necesitan de muchas descripciones externas, sin embargo, él reivindica el poder de las palabras, la importancia de contextualizar una imagen: “hay que aclararlas con un buen pie de foto”, explica, “aunque hay fotografías que pueden funcionar por sí solas, yo creo que hay que aportar unos datos mínimos de qué es, cuándo se tomó, cómo se tomó, qué pasó. Además, siempre tener más información es bueno en cualquier cosa que hagas en tu vida.”

Se siente afortunado porque considera que ha tenido siempre la libertad necesaria para poder ejercer su trabajo, pero se encuentra crítico ante una profesión que se arrastra demasiado hacia un “periodismo de promoción, declarativo, de gabinete de prensa… donde al periodismo distinto hay que rebautizarlo”. Es por ello, que se siente escéptico ante determinadas áreas periodísticas, como es el periodismo local: “sabemos las trampas permanentes que existen, la influencia que ejercen poderes extraños a la comunicación sobre la comunicación: empresas, políticos, publicidad… Hay muchas presiones y a nadie se le va a ocurrir enfrentarse a grandes empresas que tienen mucha influencia. Cuando hay intereses que entran en contradicción con los intereses del grupo mediático, automáticamente se acaba aparcando el periodismo a un lado, y se permite que ocurran cosas que, desde mi punto de vista, me parecen inaceptables.”

Ante esto, Gervasio Sánchez cree en el poder del periodismo, aunque se pregunta “¿qué pasaría si yo escribiera aquí sobre corrupción local, sobre periodismo de promoción, sobre que en las ruedas de prensa no se puedan hacer preguntar porque los ministros o el Presidente del Gobierno no las aceptan?”.

Y las preguntas… quedan en el aire.