lunes, 14 de julio de 2008

Ummmm...

La temperatura es perfecta, fuera y dentro. Aunque me cuesta abrir los ojos. De pronto me veo ante una tarde libre, sola para mí desde hace no sé cuánto. Una tarde de domingo. Escribo a dos bandas, la física y la mental, y no sé si tecleo las palabras antes de que pasen por mi cabeza o después. Son reacciones, impulsos.

Abro bien los ojos para no quedarme dormida y bebo un sorbo más de café. Andamos a salto de mata, vamos miedosamente por la cuerda del funambulista, y no sabemos si debajo habrá o no red, pero el caso es que vamos hacia adelante. Añorar el pasado es correr tras el viento, dice un proverbio. Es lo mismo añorarlo que pensar en lo que fue y no debió ser, en lo que no fue, y pensamos que qué hubiese sido de haber sido, en lo que dejamos por el camino. Para avanzar tenemos que decidir continuamente, da igual lo que no hicimos, importa lo que hacemos, lo que vamos conociendo, lo que vamos aprendiendo.

Otras veces pasamos las hojas demasiado rápidas y nos deja intranquilos el futuro, el qué será de nosotros bajo las lluvias futuras. Somos absolutamente absurdos, nuestros pensamientos se meten en caravana y nada más que escuchamos pitidos metiéndonos prisas para que metamos primera y arranquemos. Pero a veces nadie nos pita, sólo que teníamos la música demasiado alta y no escuchamos el ruido del motor, que nos dice fluye. Las presiones internas son las mayores barreras, la exigencia y autocrítica propias llevadas al límite. Claro que aún estamos a tiempo. La edad no importa.

Aprendemos a dejar lo innecesario pero también hemos de aprender a agarrarnos a lo imprescindible. Planificar un futuro, lejano o cercano, no tiene como objetivo llevar a cabo esos planes, ni mucho menos amargarnos si vemos que pasan los días y no cumplimos la agenda. El único motivo de hacer planes, de levantar la vista y fantasear con lo que podrá ser, con lo que podremos hacer, con la imagen de en lo que queremos convertirnos, la única razón de ello es disfrutar mientras lo hacemos, es adelantar la emoción y convertirla en goce por sí misma. Arrancarnos una satisfacción a nosotros mismos dejándonos llevar por los sueños.

Del mismo modo, recordar es maravillo porque es volver a vivirlo, pero es maravilloso, sobre todo, porque pasó y forma parte de nosotros. Somos quienes somos porque fuimos quienes fuimos. Y aún estamos a tiempo, siempre estaremos a tiempo, de ser quienes queremos ser, de ser, sin más, y con todo su sentido.

No podemos alejarnos de la vida, dimitir de ser felices, no podemos pasar de todo por que las cosas se pongan complicadas. Avanzar, soñar, superar, vivir. Y el contacto humano, el ser esponjas dispuestas a empaparnos, a recibir, a dar. No es posible ser burbujas. Y es imprescindible, sin embargo, ser lo suficientemente independientes. Porque sólo desde esa independencia tiene sentido y es verdad el contacto, el trato personal con nuestro mundo.

No es sólo el frío y el calor. Es la búsqueda constante de esa temperatura perfecta. Es parte de la vida ser críticos e inconformistas, es parte de ella estar muertos de miedo por perder las cosas que conseguimos, por no saber dónde buscar las que anhelamos. Está bien reírnos a carcajadas o llorar. Forma parte de nosotros darle mil vueltas a las cosas, equivocarnos y rectificar. Creer no ser lo suficiente, o incluso no serlo. Sentir emociones contradictorias.

Ojalá fuese capaz de encontrar las palabras adecuadas, pero sólo puedo esbozar pinceladas que engloben los pensamientos a medias entre la dispersidad, las intuiciones, lo implícito, lo general. Montañas rusas donde a veces todo está arriba y otras caemos empicados. Pero hay que seguir en los raíles y disfrutar. Se trata de eso, de que el sentido está en estar. Da igual ayer o mañana. Importa que sonrías ahora. Que tengas las suficientes ganas como para lanzarte, como para atreverte a ser feliz. No hay cuentos ni ingenuidades, es sólo que sigo si saberme explicar. Es vida. Es simplemente que a veces las cosas más sencillas son las más importantes de la vida, y que ya sé que suena a tópico, pero es así; de pronto, da igual el sueño, da igual que sea de noche y tenga que madrugar, no se oye nada. Ahí, en ese instante, está la temperatura perfecta. Entonces me acurruco y me siento feliz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por todos los "ummmm...", por estas palabras y, sobre todo, por poner la temperatura perfecta a los últimos meses.

Anónimo dijo...

Ah.... ¡y gracias por la Pantera Rosa!