Ay, qué felicidad, pienso, ¿quién dice que en Madrid no saben veranear? Piscina, sol, café con hielo. Cómo se nota que es verano, qué alegría. Una parejita se mete mano debajo de la toalla en plan edredoning Gran Hermano, los grupos de amigos se dan a la litrona, a las cartas y a las raquetas, las familias (padres, abuelos, niños, tíos, primos y vecinas) sacan de una nevera gigante filetes empanados, tortilla de patatas y sandía. Las tetas de todas las que están a mi lado tumbadas al sol, además de ser enormes, (quién las tuviera) están ya negras, y sin ni una sola marca de bikini. Adultos interesantes leen libros interesantes tumbados en interesantes hamacas. Lo que da de sí la piscina. Y eso que sólo era el césped. En el agua, hay uno (¡y qué uno!) haciendo largos sin detenerse a respirar; otros, que con tanta ahogadilla están dejando la piscina sin agua. La pareja del edredoning que ahora se da el lote agarrada en la escalera. Y bañistas… así en general.
Pero entonces…
…llega la cruda realidad.
Abro bien los ojos soñolientos. Y empiezo a notar como más que familias lo que hay son abuelas desesperadas con nietos malvados y crueles que quieren ahogarse en la piscina mientras el socorrista intenta ligar con la representación femenina de la pareja edredoning. Y no se queda ahí, de pronto, veo que el 90% de la gente que está en la piscina está sola, y que así como quien no quiere la cosa, se empiezan a secar con la toalla y a vestirse con camisa y corbata… Dios, qué horror, ¿qué verano es éste?
Vuelvo a observar a mí alrededor, la piscina está casi vacía. Y casi diría que empieza a nublar. No nos engañemos, nublar, no nubla, qué hace un sol de escándalo. Pero es que la alarma de mi móvil empieza a sonar estrepitosamente. Qué asco. También yo me seco, y me pongo un vestido nada veraniego. Más bien, un vestido de “tengo que entrar a trabajar”. Qué horror, me repito.
Cuatro de la tarde. Me 'espabilo' del todo, meto de mala manera la toalla en la mochila y salgo corriendo para el curro. Vuelvo a llegar tarde. Fijo que me como otra bronca. Miro de reojo la piscina, qué desolación. ¿Cómo era esa tontería del primer párrafo de que en Madrid sí saben veranear? De eso nada, como mucho, hacen como que veranean. ¡Me quiero ira a la playa! No al periódico donde trabajo…
Llego a la redacción asfixiada, muerta de calor, y me topo de frente con los tres jóvenes frikis que querían ser héroes de comic: llevan los temas sobre videojuegos en el periódico. ¡El mundo (literal, yo me las entiendo) es un pañuelo! Avanzo, me dejo caer sobre mi silla, la actualidad “veraniega” me espera… Miro a mi derecha... ¡vaya!... la pareja edredonig se lanza miraditas de la sección de Finanzas a la de Empresas… si ya decía yo que me sonaban sus caras… Verano, verano, ¡qué felicidad!
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