miércoles, 29 de abril de 2009

Conversaciones mentales

Desde que recuerde, siempre he mantenido conversaciones mentales con la gente. No es que esté dormida, las tengo totalmente despierta. Entonces, evoco una conversación que nunca existió y que nunca, no al menos como yo me la estoy imaginando, existirá.

Esto me viene ahora a la cabeza, no porque últimamente mantenga más charlas mentales que de costumbre, que también; sino porque he estado leyendo Esperadme en el cielo, el último libro de Maruja Torres, en el cual la escritora vive una serie de aventuras en la "eternidad" con sus dos mejores amigos, ya muertos, Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán.
La ventaja de nosotros, los vivos, respecto a los muertos, es que podemos conversar con ellos sin que nos reprochen nada, sin que nos contesten con borderías o sin que se hagan los sordos. Si mantenemos conversaciones creadas por nosotros mismos con nuestros muertos, podemos manejarlas a nuestro antojo sin que luego las respuestas nos dejen sabor a fracaso.

Creo que esas conversaciones son también la base de muchos mitos, sobre todo, los generados en la infancia y adolescencia. No les debemos explicaciones a nuestros mitos. Por eso creo que en mi adolescencia, un gran número de charlas las tuve con Lydia Bosch. Y nunca me respondió con antipatía.

El problema llega cuando, como en mi caso, genero, constantemente, conversaciones con gente de mi entorno, con mi familia y mis amigos. Puedo mantener una conversación entera con alguien a quien quiero mucho y decirle todo lo que me gustaría decirle, lo bueno, y lo malo.
La conversación es perfecta porque mis recreaciones son hechas a mi antojo, y mis sueños suelen mejorar mi realidad. El problema es que la realidad se acaba imponiendo.

Es el momento en que termino el libro de Maruja Torres, y aunque ella misma quisiera prorrogar su mundo onírico, no le queda otra que buscarle un final al libro y venderlo.

El problema es el mismo para mí, al final siempre llega el momento de encontrarme cara a cara con los personajes de mis conversaciones, instante en el cual éstos dejan de ser personajes y se convierten en personas, seres con voz e intenciones propias que no se ponen de acuerdo conmigo, que no me escuchan, que no me entienden, que me dicen cosas que no se parecen en nada a las que yo me había imaginado que me dirían, o a los que yo les digo palabras que no se expresan como se expresaban en mis diálogos recreados.

Siempre me ha gustado de Maruja Torres, que se empeña en repetir que escribe para ordenar su mundo, su caos, para inventar lo que a la realidad le falta.

Siempre he tenido mucha imaginación, pero nunca se me ha dado demasiado bien la realidad.

Las consecuencias son, a veces, desastrosas; y aunque mi imaginación y mis conversaciones mentales, en muchas ocasiones, me salvan; en otras, me desestabilizan.
Mi sensibilidad onírica aumenta a medida que los seres reales me resultan cada vez más lejanos.
Y no estoy ya demasiado segura de por cuánto tiempo, de qué manera, y a qué precio, podré seguir viviendo feliz entre mis fantasías.

2 comentarios:

maybe, forse, quizás dijo...

Que sería de mi sin la posibilidad de soñar, sin la posibilidad de imaginar mi utopía... que sería de mi sin mi mundo de verdades, exitos y autorrealización.
Nuestra mente nos da la estabilidad que la realidad nos quita.
Un besete amore

hatoros dijo...

JODER RAZÓN LLEVAS QUERIDA AMIGA Y QUÉ BIEN EXPLICADA
UN ABRAZO POR SENTIRTE