- Vete y vuelve cuando tengas 25 años -me decía mi abuela.
Y me fui. Pero cuando vuelvo, ella ya no está. Ni sus tetas me sirven ya de almohada.
Así empieza uno a hacerse mayor, mirando a la muerte. Coincide, además, con el momento en que empiezas a entender que la vida no es fácil, ni justa, ni controlable.
Pero es absurdo, no aprendes con los años, simplemente, te acostumbras a tener los nervios en el estómago.
Cumpliría once años y estaba lejos de casa, pero rodeada de amigos. Me hicieron una fiesta en el campamento de verano. Tres de esas niñas, también estaban hoy cuando he soplado las velas de la tarta.
Después de aquel año, los pasé todos con mi familia. Eso creo recordar. Y cuando cumplí los 18, estaba metida en mi Berlingo, que aún no era mía, haciendo kilómetros de Galicia a Huelva. La misma Galicia donde cumplo hoy un cuarto de siglo.
Los 20 los cumplí lejos de casa. En Tarragona, arropada por siete compañeras de piso casi desconocidas. Y con globos.
25 años. He ganado serenidad y he perdido inocencia. Tengo las mismas contradicciones y los mismos sueños. He ganado ternura pero dejé la confianza en las carreteras.
Mi madre me lo dijo siempre: no confíes en nadie, las cosas importantes se hacen solas. Y es así. Las cosas se hacen solas aunque no estemos solos.
Las familias se rompen, los amigos te traicionan, los secretos se desvelan, y el egoísmo aumenta y te vuelve más huraño.
Al mismo tiempo, salen arcoiris después de los chaparrones, 1.000 kilómetros no son más que un paseo, los buenos momentos vividos sobreviven a las ruinas, aunque sean en forma de relojes de arena, y pedir perdón, decir te quiero o dar un abrazo, de pareja o de grupo, cobra un sentido.
La libertad es lo más importante y siempre me gustó cumplir años.
Quizás por eso en el corcho de mi cuarto se acumulan fotos de mis cumpleaños. Muchas cenas en restaurantes chinos, una mirada captada tecleando un ordenador, una barbacoa en casa con columpio, y el último, con la fugacidad de la complicidad sentada en mis rodillas.
El día de mi cumpleaños, no he podido reprimir la intranquilidad que me producía la incertidumbre de las llamadas. Aunque por otros motivos. Hace un par de años, me llamó la atención el excesivo empeño con que una amiga al final del día de su cumpleaños, hacía recuento de quienes se habían acordado de felicitarla y de que modo lo habían hecho. Me pareció un poco absurdo. Sin embargo, igual aquella amiga no estaba tan desencaminada y siempre te queda alguna duda. Yo tenía un par de dudas de si recibiría o no alguna que otra llamada y de si, en el caso en que la recibiese, me felicitarían de corazón o por compromiso. Luego hay personas que sabía hasta en qué momento me felicitarían o de qué modo, porque hay gente en tu vida que lleva a tu lado casi tantos años como los que cumples. Por otro lado, hay gente que aunque se olviden de felicitarte no te tienen que demostrar nada y sabes que puedes contar con ellas mucho más que con otros que sí te envían un cumplido felicidades. Un año me olvidé de llamar a dos amigas, dos de las que este año me han hecho la tarta y que cumplen al mismo tiempo. Por eso sé que a veces que te feliciten o no, no tiene nada que ver con que te quieran o no. Otras veces, sí.
Y me fui. Pero cuando vuelvo, ella ya no está. Ni sus tetas me sirven ya de almohada.
Así empieza uno a hacerse mayor, mirando a la muerte. Coincide, además, con el momento en que empiezas a entender que la vida no es fácil, ni justa, ni controlable.
Pero es absurdo, no aprendes con los años, simplemente, te acostumbras a tener los nervios en el estómago.
Cumpliría once años y estaba lejos de casa, pero rodeada de amigos. Me hicieron una fiesta en el campamento de verano. Tres de esas niñas, también estaban hoy cuando he soplado las velas de la tarta.
Después de aquel año, los pasé todos con mi familia. Eso creo recordar. Y cuando cumplí los 18, estaba metida en mi Berlingo, que aún no era mía, haciendo kilómetros de Galicia a Huelva. La misma Galicia donde cumplo hoy un cuarto de siglo.
Los 20 los cumplí lejos de casa. En Tarragona, arropada por siete compañeras de piso casi desconocidas. Y con globos.
25 años. He ganado serenidad y he perdido inocencia. Tengo las mismas contradicciones y los mismos sueños. He ganado ternura pero dejé la confianza en las carreteras.
Mi madre me lo dijo siempre: no confíes en nadie, las cosas importantes se hacen solas. Y es así. Las cosas se hacen solas aunque no estemos solos.
Las familias se rompen, los amigos te traicionan, los secretos se desvelan, y el egoísmo aumenta y te vuelve más huraño.
Al mismo tiempo, salen arcoiris después de los chaparrones, 1.000 kilómetros no son más que un paseo, los buenos momentos vividos sobreviven a las ruinas, aunque sean en forma de relojes de arena, y pedir perdón, decir te quiero o dar un abrazo, de pareja o de grupo, cobra un sentido.
La libertad es lo más importante y siempre me gustó cumplir años.
Quizás por eso en el corcho de mi cuarto se acumulan fotos de mis cumpleaños. Muchas cenas en restaurantes chinos, una mirada captada tecleando un ordenador, una barbacoa en casa con columpio, y el último, con la fugacidad de la complicidad sentada en mis rodillas.
El día de mi cumpleaños, no he podido reprimir la intranquilidad que me producía la incertidumbre de las llamadas. Aunque por otros motivos. Hace un par de años, me llamó la atención el excesivo empeño con que una amiga al final del día de su cumpleaños, hacía recuento de quienes se habían acordado de felicitarla y de que modo lo habían hecho. Me pareció un poco absurdo. Sin embargo, igual aquella amiga no estaba tan desencaminada y siempre te queda alguna duda. Yo tenía un par de dudas de si recibiría o no alguna que otra llamada y de si, en el caso en que la recibiese, me felicitarían de corazón o por compromiso. Luego hay personas que sabía hasta en qué momento me felicitarían o de qué modo, porque hay gente en tu vida que lleva a tu lado casi tantos años como los que cumples. Por otro lado, hay gente que aunque se olviden de felicitarte no te tienen que demostrar nada y sabes que puedes contar con ellas mucho más que con otros que sí te envían un cumplido felicidades. Un año me olvidé de llamar a dos amigas, dos de las que este año me han hecho la tarta y que cumplen al mismo tiempo. Por eso sé que a veces que te feliciten o no, no tiene nada que ver con que te quieran o no. Otras veces, sí.
El día de mi cumpleaños siempre me da pena no estar cerca de mi madre, porque, al fin y al cabo, el momento de mi nacimiento fue cosas de las dos. Además, al contrario que a mi hermano, a mi me encanta todo esto de soplar velas y pedir deseos.
Otro símbolo (ineludible) de que te haces mayor es que el día de tu cumpleaños tienes que ir a trabajar. Un año, mis amigos cenaron sin mí las sardinas de mi cumple porque una noticia lenta casi me obliga a quedarme a dormir en el periódico. Este año, sin embargo, con dos horas de redacción, y mucho morro, el trabajo estaba cumplido.
- No es lo mismo cumplir un cuarto de siglo que tres, a los 75 se sabe ya muy bien que hay que aprovechar cada momento, que, después, el tiempo pasa - Me dicen un par de días antes.
Cumplir años es seguir aprendiendo. Y he tenido la suerte de haber podido soplar las velas rodeada de cuatro amigas a las que quiero mucho, y a las que no les ha importado hacerse kilómetros para venir a celebrar el día a mi lado.
Como aún me quedan muchos años para tener bien asumido lo de aprovechar el momento, a menudo me dejo perder por la tristeza del pasado perdido, por la ignorancia del futuro, por las dudas, por los miedos. Pero poco a poco voy aprendiendo a ser feliz, y a saber que eso es lo más importante. Hay momentos fugaces pero eternos y hay personas que aunque ya no vuelen a tu lado, sabes que en su momento fueron claves, mágicas e imprescindibles para ti, y que en consecuencia, aunque ya, sea física o sea emocionalmente, no estén a tu lado, siempre estarán contigo, con sólo saber lo que significaron. Y hay otras personas que cuando abres los ojos después de pedir el deseo, están no solo emocionalmente, sino también, físicamente enfrente de ti. Y entiendes lo importante que es eso.
La vida va siempre hacia delante. Por eso hay que aprovecharla. Y por eso soy partidaria de los cumpleaños felices.
Otro símbolo (ineludible) de que te haces mayor es que el día de tu cumpleaños tienes que ir a trabajar. Un año, mis amigos cenaron sin mí las sardinas de mi cumple porque una noticia lenta casi me obliga a quedarme a dormir en el periódico. Este año, sin embargo, con dos horas de redacción, y mucho morro, el trabajo estaba cumplido.
- No es lo mismo cumplir un cuarto de siglo que tres, a los 75 se sabe ya muy bien que hay que aprovechar cada momento, que, después, el tiempo pasa - Me dicen un par de días antes.
Cumplir años es seguir aprendiendo. Y he tenido la suerte de haber podido soplar las velas rodeada de cuatro amigas a las que quiero mucho, y a las que no les ha importado hacerse kilómetros para venir a celebrar el día a mi lado.
Como aún me quedan muchos años para tener bien asumido lo de aprovechar el momento, a menudo me dejo perder por la tristeza del pasado perdido, por la ignorancia del futuro, por las dudas, por los miedos. Pero poco a poco voy aprendiendo a ser feliz, y a saber que eso es lo más importante. Hay momentos fugaces pero eternos y hay personas que aunque ya no vuelen a tu lado, sabes que en su momento fueron claves, mágicas e imprescindibles para ti, y que en consecuencia, aunque ya, sea física o sea emocionalmente, no estén a tu lado, siempre estarán contigo, con sólo saber lo que significaron. Y hay otras personas que cuando abres los ojos después de pedir el deseo, están no solo emocionalmente, sino también, físicamente enfrente de ti. Y entiendes lo importante que es eso.
La vida va siempre hacia delante. Por eso hay que aprovecharla. Y por eso soy partidaria de los cumpleaños felices.
2 comentarios:
¡¡¡ Feliz 25 años!!! Te lo digo de corazón..., aunque no nos conozcamos en persona...
Me encanta leerte, y te lo repetiría mil y una veces... Espero que jamás dejes de escribir, cumplas 50, 60, 80, 100, 120, 150!!!... me encanta la fuerza que se transmiten tus palabras...
¡¡¡Feliz Cumpleaños!! y CARPE DIEM. TE lo dice un 33 añero...
bicos..
Luis Alberto.
Me encantó la entrada :), así que aprovecho para felicitarte muy intensamente por tu cumpleaños.
Un poco tarde, si, pero felicidades.
Publicar un comentario