sábado, 18 de julio de 2009

Momentos galaicos (I): Fragas do Eume

"Si miras fijamente al agua, verás al unicornio", le dijo una madre a su hija, una despierta niña de unos siete años. Después, la muchedumbre desapareció y nos quedamos solos el unicornio y yo, aunque yo no me percaté de su presencia. En algunos momentos, teniendo a la naturaleza como única compañía, y con la absoluta ignorancia sobre dónde me hallaba, veía ya los titulares del periódico del día siguiente: "Becaria de La Voz desaparecida en las Fragas". Pero al rato, pasaba de pensar en que estaba perdida y me dedicaba únicamente a respirar.
Las Fragas do Eume son un paraje natural que comienza en Pontedeume, en las cercanías de A Coruña. Como se apresuraron a explicarme, "fraga" es un término gallego que define a un tipo de bosque con mucha espesura y compuesto sólo de árboles atlánticos caducifolios europeos: robles, fresnos...
En el corazón del parque se encuentra el Monasterio de Caaveiro, fundado en el S. IX. Tras pasar por sucesivas etapas de cuidado y abandono, en el lugar se iniciaron nuevamente labores de restauración hace siete años, por parte de la Diputación. La Iglesia de Santa Isabel (en la foto) es prácticamente lo único que se conserva, ya que en las épocas de abandono, se sucedieron los robos dejando el monasterio vacío. Los primeros que se asentaron aquí fueron unos monjes, en principio, no pertenecientes a ninguna orden religiosa, sino partícipes tan sólo del popular "ora et labora", máxima cristiana de la orden monástica benedictina.
Como buen lugar gallego, el espacio se hace eco de leyendas y secretos: historias de ocultas mazmorras, nocturnos murciélagos y rincones para enamorados...

Una vez alejada del monasterio, me adentro por varias horas entre los árboles. Busco reconciliaciones entre los matorrales, piedras mágicas a la orilla del río y puentes colgantes. La Fraga no me escucha y atravieso como una funambulista hacia el otro lado del agua, me hago un hueco por debajo de unas ramas y continúo caminando. Busco retazos para montar los puzles desordenados que me acompañan. El lugar me parece precioso, aunque el agua halla calado mis zapatos de deporte.

Entonces me acuerdo de la canción de Pocahontas:

"Parece que no existen más personas,
que aquellas que son igual que tú,
si sigues las pisadas de un extraño,
verás cosas que jamás soñaste ver..."

Y pienso en lo mucho que cuesta encontrar la serenidad, incluso estando en un enclave tan propicio para ello como es éste.

"Corramos por la senda de los bosques.
Probemos de los frutos su sabor.
Descubre la riqueza a tu alcance,
sin pensar, un instante su valor.
(...)
Si no entiendes lo que hay aquí
solo es tierra para ti ...
Sin colores en el viento descubrir..."

Al final, hallé la salida. Ya lo había leído en mi guía: los gallegos saben bien que "no vale la pena quejarse de que llueva, pues siempre acaba escampando". Inicio aquí mis momentos galaicos, aunque sé de ante mano que no hallaré las respuestas que busco. Pero aún así, buscarlas merece la pena, aunque sea porque antes de regresar, durante un instante, logré mirar de frente al unicornio.

2 comentarios:

hatoros dijo...

HERMOSO TEXTO COMO SIEMPRE EN TI HERMOSAS FOTOS DE UN LUGAR MÁGICO Y PRECIOSO
GRACIAS VAGABUNDA POR DARLO
WENCESLAO FERNANDEZ FLORES
EL BOSQUE ANIMADO
MARAVILLOSA LECTURA QUE RECORDÉ AL LEERTE Y VER LAS FOTOS
ABRAZOS DE CARIÑO VERDADERO

Patricia Gardeu dijo...

No es la primera vez que me recomiendan ese libro, lo tendré en cuenta. Gracias.