El blanco es el color de la paz. En los países orientales es el color del luto, en contraposición con el negro que usamos o usábamos nosotros, los occidentales. Sin embargo, hasta el S. XI también en España vestían el blanco como el color de aceptar la muerte. Entre el blanco y el negro hay una gran gama de colores, y sin embargo, están demasiado cerca. No sé si son hermanos o son contrarios. La luz, la bondad, la pureza, la inocencia, la virginidad.
También la nieve,
Los ángeles.
Y sin embargo, es el color de los hospitales.
Y el color del papel, del papel en blanco.
Y del estado de la mente que casi nunca, o nunca, alcanzamos.
Y sigue siendo el color de los esqueletos.
El color del vacío.
Es el color de la espiritualidad. De la tranquilidad.
Habrá habido reencuentros e ilusiones llevadas a la práctica.
Pero también, otros habrán sentido no estar donde sienten que deberían estar. O habrán llegado tarde. La vida es demasiado contradictoria, demasiado radical. Y a la vez, en distintos lugares pero en el mismo momento, unos están sufriendo y otros están gozando. Unos nacen y otros mueren.
Hoy es el cumpleaños de algunas personas. Pero no todas están pasando este día donde creyeron que lo pasarían. A veces la impotencia es el único resultado de nuestra cotidianidad. No quiero hablar y hablo.
Tememos la paz como tenemos la muerte, por aquello que nos arrebata.









