sábado, 17 de enero de 2009

El último encuentro


Durante 41 años, el General Henrik ha esperado el regreso del que antaño fuese su mejor amigo: Konrád. Durante todo este tiempo ha aguardado pacientemente porque sabía que su amigo volvería y entonces podría formularle la pregunta meditada durante cuatro décadas. A esa edad en la que “un vaso no es más que un vaso, y un hombre no es más que un hombre”, el General espera poder formular su pregunta sabiendo de antemano que no importa la respuesta, que la espera ha valido la pena por poder pronunciar en voz alta el pensamiento, la última verdad que compartirá con su amigo.

El último encuentro es una novela escrita por el húngaro Sándor Márai en 1942 y ambientada en los años de decadencia del imperio austro húngaro. Reeditada por Salamandra en 1999, el libro se convirtió en un éxito en España y en Italia medio siglo después de ser escrita, cuando Márai, que se suicidó en San Diego poco antes de la caída del muro de Berlín, ya era cenizas y polvo. Es ese momento, el momento en el que si mira atrás sólo ve ruinas, cenizas y polvo, en el que el General aguarda a Konrád. Su amigo entra en la casa de la que huyó hace cuarenta y un años y se sienta en el mismo sillón donde se sentaba entonces. Todo está igual y sobre la mesa todo se dispone del mismo modo que en la última cena que compartieron: los mismos platos sobre la mesa, las mismas velas azules. Sólo falta la tercera figura: la mujer del general, ya muerta, y tercer personaje clave en la historia.

Desde este momento, la novela, narrada en tercera persona, se convierte en el monólogo palpitante del General. Comienza: “perdóname si es incómodo para ti todo lo que te estoy contando”, y prosigue. Y le habla de pasados, de sueños, de soledades, de culpabilidad, de palabras, de hechos y de intenciones. No es una historia de amor pero el amor es lo que mueve el alma de los tres personajes. El amor no enclaustrado en una sola forma de relación, sino el amor en todas sus variantes y significados, en su mayor pureza. Es una historia sobre todo de amistad: “Uno está convencido de que la amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias. Esto sería el ideal. Ahora hace falta saber si vale la pena vivir, si vale la pena ser hombre sin un ideal así. “

Kónrad, como el lector, escucha atento, y sólo al final se pronuncia, pero entonces las palabras sólo son palabras. Y las preguntas planteadas durante cuatro décadas ya no necesitan una respuesta, son independientes a éstas. El General expresa: “todo depende de las palabras, de las palabras que uno dice a su debido tiempo, o de las que se calla, o de las que escribe.” Y remarca que, al mismo tiempo, la amistad exige altruismo y responsabilidad, y que tanto importan las palabras como "el acuerdo de una alianza sin palabras”.

Marai describe a través de las palabras de Henrik los entresijos de la naturaleza humana, la verdad como meta y como liberación, la pureza como única vía. Hemos de “soportar nuestro carácter”, anuncia el General. Y narra con serenidad, con fuerza, con seriedad. Ternura, entrega y fatalidad. Al final del libro, probablemente las expectativas creadas no queden del todo cubiertas, y las preguntas queden sin resolver, y sin embargo, el camino habrá merecido la pena.

1 comentario:

Rosenrod dijo...

Si es que lo llevamos claro si aspiramos a tener respuestas... pero, ¿qué haríamos sin, aun así, buscarlas?

Un beso, guapísima!