lunes, 19 de enero de 2009

Mi ciudad invisible

Marco Polo describe las calles, los pasos, las luces, los sueños, las nubes de cada ciudad que encuentra, que inventa, que imagina, que anhela. Las ciudades son distintas unas de otras, tienen nombres diversos que las denominan y sin embargo, no es ese el motivo que las diferencia, sino la mirada que Marco Polo lanza sobre ellas.

En el libro Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, Marco Polo habla de ciudades inventadas, las describe tal como él las ha sentido, las relaciona con las partes del cuerpo, con los adjetivos, con las pasiones. Sin embargo, entre tanta metáfora, en un momento de debilidad, Marco Polo reconoce que para él sí hay una ciudad de la que nazcan todas las que él narra. Esa ciudad es Venecia y todas parten de ella. Es entonces, cuando se le sabe "el truco", cuando parte del mito cae, cuando la imaginación pierde puntos en el juego a muerte contra la realidad. Marco Polo acaba haciendo visible su ciudad invisible.

Desde la última ciudad que habito leí Le città invisibili. Entiendo entonces la patente invisibilidad de que cada ciudad a la que llego para luego marchar, en la que abro puertas que luego no encajan en sus marcos, que empiezo a bordar retazos que siempre dejo inacabados. “Quisiera ir siempre lejos, viajar si pausa, encontrarme cada día en un nuevo lugar del que lo ignore todo, en el que todo esté por descubrir, en el que abra los ojos a cada momento del día…” y recuerdo los versos leídos en la adolescencia y pegados a mí como una presión que no se sacia. Y la ciudad invisible vuelve a perseguirme, a empujarme a la escapada, a la excusa de buscar más allá de donde ya no hay nada.

Y la inutilidad se mezcla con la confianza y con la duda, con los caminos que no se unen. Mis ciudades invisibles, como las de Marco Polo, también tienen nombre. Nombres reales de ciudades físicamente reales. Y tienen calles y nubes y sueños. Y tienen edad. Y tienen sobre todo rostros. Mis ciudades invisibles son San Fernando y Cádiz. Y es Huelva, ciudad eterna. Y es Sevilla. Y es Segovia. Y es Venecia. Y es Aranjuez. Y es Madrid. Y es ahora en Italia, Perugia. Pero todas mis ciudades invisibles, tan visibles como mi recorrido vital, comparten, llegado el momento, la necesidad de huir de ellas, los cuerpos calcinados que deja atrás la lava de un volcán que erupciona en el momento más inadecuado. Quizás de todas ellas, sólo en Segovia me sentí, en un momento dado, absolutamente inmersa en ella, parte del cuadro. O quizás es sólo el recuerdo que transforma a nuestro antojo. Hay más ciudades invisibles en mí además de las que conforman un currículum, ciudades idealizadas como Buenos Aires, ciudades visitadas con la sorpresa de un regalo o con la certeza de una despedida, ciudades soñadas y ciudades, que como las suyas para Marco Polo, son producto de una mezcla de recuerdos y anhelos, de realidades y fantasías.

Y cuando la ciudad te atrapa, te enamora, te asfixia, te cubre, te llena, te regala, te amarga, te endulza… entonces, te hace invisible. Y en ese momento, miles de preguntas se amontonan: ¿es suficiente con cambiar de escenario? ¿con sumar nombres en la cadena de sueños? ¿con cambiar rostros y camas? ¿Es probar lo mismo que huir? ¿Es llorar lo mismo que reír? ¿Son tan fieles las dudas como infieles las certezas?

Aquellos versos leídos en la adolescencia tenían un pero, una pega: anhelar el cambio implicaba añorar lo controlado, la inconformidad siempre constante, la soledad acompañada siempre del temor y de la duda.

“E´arrivata l´ora di andare…”, leo. ¿De verdad llegó la hora? ¿La hora de qué y para qué? ¿De huidas confundidas con pasiones? ¿De cambios equivocados con novedades? ¿De un hasta luego convertido en adiós? “Somos aves de paso que volamos por instinto”, decía una canción, pero ¿qué pasa si las alas pesan y la niebla impide ver el camino? ¿o qué pasa si el camino no es otro que la misma ciudad invisible de la que sólo cambia el nombre? Si Marco Polo por más que viajaba sólo encontraba réplicas de su Venecia, ¿por qué lo demás vamos a llegar a ciudades diferentes de las que partimos? ... ¿o cómo saber si existe una ciudad que le ponga nombre a mi ciudad invisible?

1 comentario:

Anónimo dijo...

MUY CHULO PATRI. POR CIERTO QUE FRIKEANDO UN POQUILLO HE VISTO QUE TIENES DE ENLACE IMAGENES EN LA RETINA, ES UN BLOG QUE HICE CON UNAS AMIGAS PARA INFORMACION AUDIOVISUAL, ESPERO QUE TE HAYA GUSTADO.UN BESO Y ESPERO QUE TE VAYA TODO MUY BIEN Y SUERTE EN LOS EXAMENES. PROMERTO LEER TUS ENTRADAS CUANDO TENGA ALGO MAS DE TIEMPO.

PABLO