Márchate, ésta tierra está maldita.
Mientras permaneces en ella te sientes en el centro del mundo, te parece que nunca cambia nada. Luego te vas un año, dos… y cuando vuelves, todo ha cambiado. Se rompe el hilo conductor. No encuentras a quien quieres encontrar. Tus cosas ya no están.
Pero ahora no es posible. Creo que estás más ciego que yo."
... y desde que se hacen fuego los sueños, a mí se me derraman las lágrimas. Pero es sólo efecto del humo. El tiempo logra pelìculas que no arden.
Y entre las ruinas, el Coloso en llamas.
Con las piedras es mejor construir acueductos que tirarlas a matar. O construir cines, o construir sueños. Y con las patadas se meten goles.
Todos a la calle, sillas para compartir y la imagen proyectada en la fachada, esa escena es única.
No es lo mismo estar callado que hablar. Ahí no tiene razón Alfredo. Totó sueña, escucha, avanza. Y pataleo arriba, y pataleo abajo, la bicicleta sigue girando. Importa más el camino que la meta, no? o no hay que olvidar la meta? No tengo claro eso, que diría Toto cuando deja de ser niño, aunque no lo diga.
Una Italia de posguerra entremezclada con las ilusiones. Y los personajes vistos desde la cabina, no en la pantalla, sino entre las butacas. Y cuando te lleguen las palabras no te fíes de ellas. Y si cierras los ojos, me puedes escuchar.
Besos y más besos. "Serás ceniza de los besos que no diste" ¿quién dijo aquello? Besos y más besos. Bis.
Y entonces le recuerda: "Ámalo como amabas de niño la cabina del Cinema Paradiso."

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