Apenas hay pasajeros en el aeropuerto de Glasgow. Espero nerviosa a que sea la hora de coger mi avión, y, mentalmente, tatarareo la canción del rey León cantada por Scar: “Se acaba una era, la nueva os espera…”
Es día 30, las 12 del mediodía en Escocia (en España es una hora más) y empiezo una nueva fase. Sé que el inglés va a ser, en los próximos meses, mi pesadilla. Casi al mismo nivel que el frío –lo tengo asumido– que voy a pasar.
Dicen que en el pueblecito donde voy a instalarme (Sandycove, cerca de Kinsale, condado de Cork, Irlanda) solo hay unas pocas casas y un faro donde se sitúa la primera escena del Ulises de James Joyce. Al imaginarlo, lo asocio con El pintor de batallas, un libro de Arturo Pérez Reverte que, no gustándome nada su autor, me fascinó.
Terminada mi etapa en la sección de Cultura del diario ABC y con la necesidad urgente de mejorar mi inglés, me traslado, en principio por tres meses, a este país. Voy a trabajar de Au pair en una familia de dos niños, Harry, de 5 años, y Gia, de 1 año. Estoy expectante por conocer a la familia, que, dentro de unas horas, irá a recogerme al aeropuerto. A ver qué tal sale la experiencia… Seguiremos informando… Aunque ahora sea una periodista metida a niñera, de Clark Kent a Mary Poppins.
Labordeta me recuerda a algún que otro festival del PCE en los septiembres madrileños. A los cantos que aquellos adolescentes veinteañeros que fuimos (hace muy poco), y que, bandera repúblicana en mano, nos animábamos a entonar. Música y letra de generaciones pasadas que, imitando a nuestros padres, asumimos como propias. Canciones que recibíamos de unos trasnochados casettes en los que cantautores que casi tenían la edad de nuestros abuelos, protestaban contra una opresión que nosotros sólo conocíamos por los libros de historia. Un canto de otra época, pero que, haciéndolo nuestro, gritábamos en los conciertos clamando libertad.
Recuperar los pantalones que quedaron inmortalizados en la foto de presentación. Precisamente, cuando ya está todo perdido. Es paradójico que las ruedas den vueltas y vueltas... Y aunque ya se sepa, siga dejando sus huellas sobre el asfalto, irremediablemente. Para al primer pinchazo, cambiar.
El año pasado, mi deseo de cumple fue aprobar, sí o sí, la carrera. La última asignatura de Periodismo me traía loca.
Este año, licenciada y masterizada, confío en poder por fin cruzar el charco y volar a mi adorada y desconocida Argentina. Quizás alguien me lee y me dice el modo...
Pero además, entre deseos, pido uno que sé que es incontrolable e irremediable. Pido detener las ausencias. A más faltas, menos sentido tiene la vida.
Este cumple, no compartiré tarta con los lametazos de quien cumplía años el mismo día que yo. Sin Benji, la vida importa menos. Así que las velas, las soplaré en su recuerdo.
Uno. Y dos y tres y cuatro y hasta cinco mudanzas en este año de contrastes. Será porque en ninguna casa me encontré del todo a gusto, porque mis ventanas no daban a los cielos anaranjados, y porque (dos) portera no hubo... aunque, ¿para qué?. Seguimos. Dinero, y es el tres, ni primero ni último, vivo en números rojos, como tantos. El cuarto, por cierto, ni lo entiendo. Pero el cinco se repite en cada etapa. Ilusiones que se evaporaron demasiado rápido. Anhelos que cambiaron de hogar. Y amigos que entonces ni imaginaban serlo. De ahí al seis, donde además de visitarla, le dedicamos una necrológica. La razón, que el oficio se exportó y el papel se hizo invisible: La rotativa se trasladó a la red. Y así el siete, que hay muchos, o ninguno. Uno de ellos tenía tres tomos y recorría, desde la infancia al exilio, paseos por el ocho, el nueve, el diez y hasta el once de un Madrid salpicado por banderas, que no eran, precisamente, las del Mundial. Animales, y es el doce, mejor en casa. O en la selva. Que para selva en la que se transformó la esencia de aquel número trece al que siempre, y a pesar de la dichosa selva, le estaré agradecida. Porque entre tantas otras me enseñó a hacer del catorce un placer, del quince una oportunidad, del dieciséis, del diecisiete, y del dieciocho, la mayor evocación, la esperanza.
Del diecinueve, picaduras; del veinte, Segovia; del veintiuno, ¿Pennac? (pues no); del veintidós, Scouts. Y al veintitrés, el número obsesivo de mi hermano, llego con desorden, tachones y rotuladores. Dibujos en torno a las palabras. El veinticuatro, punto aparte. Deseo, sueño y realidad. Quiero ser periodista. ¿Soy periodista?. Veinticinco, ignorancia. Veintiséis, la vida, y la primera y eterna escuela. Pero un día, a la altura de Badajoz, la nieve hizo estragos y aún tengo pesadillas con las vueltas de volante. Ese es mi veintisiete. El veintiocho, sin embargo, es más cinematográfico, a lo “Testigo de cargo”. El veintinueve puede ser el inicio de una novela, o, mejor, de una obra de teatro de enredo, con muchas puertas, de las que no me gustan demasiado. Lo que me gusta más es ese viejo anciano que toca el violín en el metro de Sol, junto a su mujer. La vida es su nota musical, que suena al toque de treinta y que, en su caso, tiene mucho que ver con el treinta y uno, que para eso cada cual se busca la vida como puede.
Para pan (el treinta y dos), el gallego. Hace un año lo comía sin parar. Pero este año (el treinta y tres) ni pan, ni mar. Si sólo fuese agua lo que falta en Madrid. El treinta y cuatro no deja dudas. No uno cualquiera, el único, el que a toda España mantiene en vilo. ¿Todos con La Roja? Por supuesto. Que mejor derrochar ahí el patriotismo que en el treinta y cinco. Antitaurina siempre, a pesar de este periódico en el que vivo. Y en el que reivindico constantemente que el treinta y seis significa ser andaluza. El treinta y siete no me da un porque, ya que la lectura impuesta no me parece una buena idea. Nada que ver con el treinta y ocho que ha sido, y es, en los últimos años, una constante. Y voy acabando, de momento y en gerundio. Adelanto el cuarenta porque con el estómago lleno se piensa mejor, y pensar es esencial para lograr algún día ser una buena mujer treinta y nueve, es decir, reportera.
Esto, un esbozo para pasar el rato, y otro día dibujamos los otros cuarenta. Es lo que tienen las tardes de domingo en la redacción cuando todo el mundo sólo piensa en el balón.
"El mundo es una pesadilla
y yo he sido tan feliz.
El mundo se derrumba y gira
pido disculpas por vivir."
Me coloco los cascos y, aunque el metro avanza, el mundo se detiene; al menos, el mío. La música de Ismael Serrano me envuelve en un intento, quizás vano, de crear un mundo propio donde las cosas sucedan, siempre, como las sueño yo.
"Ya lo sé, no soy un héroe...
...No pido excusas ni perdón,
salvar tu vida o redención
Sólo busco un trozo de verdad,
un destello de felicidad."
A Ismael Serrano suelen catalogarlo como un cantante triste. Sin embargo, aunque anide en nostalgias y derroche melancolía en sus versos, sus temas suelen ser un canto a la vida, una búsqueda constante de destellos de felicidad. Aún más, en estos días de lluvia equivocada de estación.
"Hago balance
y repaso viejas fotos.
Ya no soy aquel muchacho
con relámpagos en los ojos."
La canción "Balance", uno de los temas de su último disco, no es sólo un ejemplo de esto; es también un himno a la renovación, al ímpetu de buscar una vida que esté más contagiada por los sueños que por las amarguras. "Conservo miedos
por los que aún debo cantar. Aún siento el vértigo helado
al echar la vista atrás.
Aún me emocionan
viejas luchas,
el “No pasarán”.
Me duele América. Amo viajar.
Sueño y milito
en tu risa,
en la amistad.
Leo tebeos.
Odio madrugar.
Aún creo en la utopía..."
Aunque tenga ojos pequeños y apenados, siempre he sido una chica más alegre que triste. Más entusiasta que apática, aunque haya heredado la melancolía con la que los cáncer miran a la luna. Río más que lloro. Como buena amante de Machado, siempre he sido más filántropa que misántropa. Más confiada que prudente.
Aunque fuera sólo por contradecir a mi hermano, siempre he optado por vivir en las nubes antes que por poner los pies en el suelo, por beber de sueños antes que de realidades. Por preferir la poesía a los ensayos.
"Aún creo en la utopía
y no soy el mejor hombre.
Reconozco que me cansa
dar siempre explicaciones."
Pero, a veces, rumio demasiado y el frío se me mete en los huesos y veo la vida tan gris como el cielo que hoy asoma por las ventanas de Madrid.
Las traiciones, las rupturas, los engaños, los fracasos, las mentiras, los círculos que no se cerraron, las desilusiones, los errores, los fantasmas, las heridas, las dudas, el miedo, lo incierto, el olvido, la indiferencia, la muerte... se apoderan de mis ganas y me convierten en el tipo de persona que nunca fui.
Uno aprende, cae y se levanta. Se aleja y vuelve a empezar. Pero es importante no dejarse entre las ruinas la esencia de quien se es.
"Quiero que sepas
que, aunque arrastro mis fracasos, si quieres contar conmigo,
aún guardo fuego en mis manos.
He aprendido
a hacer maletas
y a comer solo.
A reparar espejos rotos.
Sé del tesoro
de las cosas más pequeñas,
no siempre sé
lo que tiene urgencia."
El viaje no puede ser sólo la excusa para gastar los caminos.
"Hago balance.
Queda todo por hacer.
Si tú quieres te acompaño.
No soy más que lo que ves."
Entonces, me coloco los cascos y, aunque el metro avanza, el mundo se detiene; al menos, el mío.Y durante los dos minutos y 51 segundos que dura la canción, me niego a pedir disculpas por vivir y vuelvo a habitar en los castillos de arena y en las nubes de mis utopías.
Muy bien. Genial. Muy contenta. Y es cierto, absolutamente cierto. No sólo eso, sino que las señales, más que dejarse intuir, me deslumbran. Y qué vamos a hacerle. Si es así de irremediablemente perfecto. Por más que una sea una quejica sin remedio ni gratitud. Que no entienda nada de nada, o, más bien, que al haberlo entendido todo sólo entienda que lo mejor sería (pese a esa insistencia generalizada) irse a vivir debajo de la yerba. Allí donde se esconde lo único que queda auténtico.
Si por un momento Dios se olvidará de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más. Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía cuando los demás hablan y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, una canción de Serrat sería la serenata. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos...
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida... no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero que la quiero. Convencería a cada hombre o mujer de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy es última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que ésta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría TE QUIERO y no asumiría tontamente que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesites, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuánto te importan.
No sé si más temo o más deseo. Las sandalias y el calor -aunque no se decida y se funda con días nublados- presienten la llegada del verano. Pero Madrid y verano en el mismo indigesto gazpacho me evocan demasiados olores, dudas, temores, anhelos, cariños, promesas, fracasos... que, la verdad, no estoy demasiado segura de que me apetezcan...
Madrid y verano son días largos y noches cortas que ya no deseo prolongar como antes. Madrid es ciudad de paso y de mentiras, de ingenuidad, de arrogancia, de sueños, de ternura. Cuando el verano se acaba, lo malo se va con la llegada impaciente del otoño; y lo bueno se evapora impertinente sin atender a lógicas ni a razonamientos.
Madrid ya lo dio todo y también lo quitó todo. Madrid enseña pero también maldice. Madrid es una jungla pero sin árboles.
A espera de la adecuada señal, del motivo último y clarividente, los días pasan. Decisiones constantes... La vida es sacrificar unas cosas a cambio de otras. Las huidas se justifican si se logra con ellas la liberación. Porque el tiempo quizás no siempre avanza en la mejor dirección, pero, sin duda, avanza siempre hacia adelante. Ya lo dijo Al Pacino: "Uno siempre acaba donde está".
"Madrid lejos y cerca. Madrid posible e imposible, decía Juan Ramón. ¿Qué buscas aún en Madrid, ciudad confusa, sucia y atolondrada que ya te lo dio todo? ¿La carne rosa del futuro, la voz hospitalaria de una mujer, el halago sucio y equivocado del éxito? No sé si busco o huyo. Voy, impaciente, inseguro, aligerado el caos de mi vida, hacia otro caos, hacia el caos de los demás, entre fábricas y buques, en la temblorosa velocidad del autobús".
Volver a casa y que no estés. Contener las ganas de llamarte. Soñar contigo y creer que me despertarás roncando.
Desear irme contigo, que los autobuses se estrellen, que la vida se pare.
Mientras, el otro ronronea debajo de mi camiseta y olisquea el salón intuyendo tu ausencia.
Amanece entre vientos y calores y el sol es absurdo porque ya no brilla.
La vida se descompone podrida desde sus raíces.
Sola en casa, odiando el destino y las leyes de vida. Agarrada a la mente. Aprendiendo que nada existe más allá de lo que imaginamos porque el mundo real es la gran mentira en la que habitamos.
Dicen que cuando sueñas con alguien le das vida. Yo sueño contigo todo el tiempo, por el día y por la noche. A todas horas. Tienes que recuperar tu vitalidad, tienes que ponerte bueno. Escribir me da a mí vida. Quizás si te escribo, esa vida, esa fuerza, también te llegue a ti. Lucha. Agárrate al mundo. Ponte bueno, Benji. Por favor, ponte bueno. Ponte bueno. Ponte bueno.
Tres y cuarto de la tarde. Hora punta en el metro de Madrid. Un miércoles. Línea céntrica.
Un joven de origen chino acarrea una pesada maleta. Le cuesta subirla al metro. Un hombre, de unos cuarenta años, de apariencia cotidiana -vaqueros y camisa, informal pero arreglado- le ayuda a subir la maleta.
Entran ambos en el metro. Y mucha más gente, también. No hay hueco para un cuerpo más.
Hasta aquí todo cotidiano.
Entonces, alguien, desde su asiento, grita: «¡Te están robando!»
El hombre chino, que no debe hablar demasiado bien español, sin estar demasiado convencido de si ha entendido, se lleva las manos al bolsillo.
«¡Euro!, ¡Euro!», empieza a gritar.
Se inicia el revuelo. «Le acaban de robar», grita uno. «Tiene el dinero en el bolsillo», apunta otro. «Yo lo he visto», añade alguien más.
Según acusa la joven, el buen samarito que ayudó al hombre chino a subir la maleta no era tan bueno y aprovechó el acercamiento para robarle la carrera. Táctica habitual.
Varios usuarios bloquean la puerta para impedir que nadie entre ni salga. Voces gritan que se llame a la policía. Ésta no llega.
La gente que está en el andén empieza a curiosear: «¿Qué ha pasado?». Los usuarios siguen en plan ajusticiero. Por fin llega la policía y se llevan al presunto ladrón y al presunto robado. Las puertas se cierran y el metro, cotidiano, continúa su marcha.
Las conversaciones dentro del vagón entre los desconocidos versan sobre robos: «A mi me abrieron la cremallera del bolso con un imán», dice una. «A mí me atracaron en el cajero», añade otra. «Yo no me atrevo ni a llevar diez euros en el bolso», una tercera.
Cuatro iconos analizados desde la otra orilla. De ahí que el acto se llame "América y Europa. Literatura de ida y vuelta". El lugar de reunión será en la Casa de América mañana, 23 de abril, a las siete y media de la tarde. La excusa para hablar de literatura, la celebración del Día del Libro, que Madrid festejará con su ya tradicional «La Noche de los libros» .
En estos momentos de lecturas electrónicas, de e-books, aún existe un hueco para dedicar un día al (des)preciado objeto. Una jornada que ofrecerá una gran variedad de actividades relacionadas con la literatura, además de un 10% de descuento en todas las librerías de Madrid. Más de 150 librerías se sumarán al acto con una programación repleta de actividades lúdicas y educativas.
Encuentros, firmas, tertulias, debates, conferencias, proyecciones, talleres de escritura... Como se puede ver en el detallado programa, de 32 páginas, hay mucho dónde elegir. Un programa, por cierto, decorado con citas como: "...cuando termino un libro ya estoy deseando escribir el siguiente para saber qué pasará". La frase es de Donna Leon. Menos mal que para nosotros sí hay más libros a parte de sus novelas de misterio veneciano...
Y como el tiempo es oro, y la mayoría de las actividades se pisan, yo, después de leerme el programa, he optado (d momento) por hacerme el siguiente programa:
18.00 horas, Café Gijón (Paseo de Recoletos, 21)
TERTULIA: "Umbral: vida y obra. Los primeros tiempos del café"
(Aunque teniendo en cuenta que uno de los tertulianos es Ramoncín, igual dimito. Los otros tertulianos son: Juan Luis Galiardo, Jorge Urrutia y Javier Villán)
Otra opción: 18.00 horas, Real Jardín Botánico (Plaza de Murillo, 2)
TALLER: Literatura de viajes.
19.30 horas, Casa de América (Plaza de Cibeles, 2)
CONFERENCIA: "América y Europa. Literatura de ida y vuelta" (Sí, la de Calvino, Borges... A éste, voy fijo)
21 horas, Fundación Alianza Hispánica (San Pedro, 22)
RECORRIDO: Homenaje a Miguel Hernández. Recorrido poético por el barrio de las letras. (Yo quiero ser llorando el hortelano... lo que lo vamos a llorar este año, verás...)
O si no... 21.15 horas, Biblioteca La Celestina (Príncipe, 17)
DRAMATIZACIÓN: El Cuervo, de Allan Poe, a cargo de Eduardo Mac Gregor
22.00 horas, Real Casa de Correos (Puerta del Sol, 7)
CONFERENCIA: Donna Leon. "La gran dama del crimen habla de su relación con la literatura" (¿Hablará también de su relación con Venecia?)
00.00 horas, Círculo de Bellas Artes (Alcalá, 42)
CONCIERTO y LECTURA: "Ha entrado un pájaro por la ventana". Krimen Uribe y Quique González.
Un año y un mes. Los mismos cafés, ya fríos. Las mismas sonrisas, ya mentirosas.
Una mesa marrón, una mesa verde. Otras muchas mesas.
Desorden absoluto. Como presintiendo la inexactitud, el abandono, la incomprensión, el egoísmo, la pesadez, los nervios cuando no se controlan.
Abril, hoy. Un año, dos años. Y así... ¿tres años? cuatro, cinco... la vida sigue, si no te estrellas.
Evidente, claro. Si lo oyes, si lo omites, si lo olvidas. Si te olvidas, si me olvidas, si te olvido, si nos olvidamos, si lo olvidamos. Es lo que tiene el tiempo, lo que tienen las memorias, las bandejas de entrada, las fotos, los pasillos, los carteles, los pensamientos, la tarde azul... y la noche, que nunca fue eterna.
Dos caminos. Cuatro tiempos, lo antagónico.
Lo prometí, pero no lo cumplí. Como siempre. No se detuvo el tiempo. Y ni siquiera fue hacia adelante. Ayer, sí, quizás. Hoy hacia atrás. Mañana se repite. Y así, a saltos. Incomprensible. Sin soluciones. Y triste, siempre triste. Y traicionero. Y único, y bello. ¿El tiempo? Sí, y todo lo demás.
Por los aires, como en la película. Lo intento, pero la vida no es un cine.
Ángela debate. Sobre una cama cubierta con una colcha verde llena de pequeños Mickeys, observa sus bolígrafos nuevos y piensa a quién va a regalarle cada uno. Mickey, Minnie, Donald,Daisy, Pluto, Goofy; los protagonistas.
Hay un amigo en mí. Llevamos cuatro horas en el parque de Disneyland París, a gasto pagado, en nuestro primer viaje de prensa al extranjero, y estamos emocionadas.
Se presenta la nueva temporada: la New Generation. Somos unos setenta periodistas españoles y más de 1.000 entre los procedentes de todo el mundo (Con tanto periodista suelto, normal que no encontremos trabajo).
Retrocedemos. Varias horas antes: Ángela y yo aún no hemos entrado en el parque. Acabamos de llegar al hotel "New York", el segundo más caro del recinto temático (Mientras el ascensor se eleva, suena jazz). En la mente tenemos uno de nuestros últimos viajes, una habitación en Praga tan cutre que tuvimos que utilizar las cortinas como sábanas. Nuestra habitación en París es tan grande que tenemos dos camas de matrimonio, un escritorio, una mesa amplia y varios muebles. Primera impresión: Desde nuestros ventanales, vemos el parque iluminado.
Cenamos en el mundo de Aladín. Regresamos de madrugada. Ángela dice: "Acabamos de descubrir el periodismo feliz... cuando seamos súper periodistas, contamos nuestras aventuras de becarias". Antes de echarnos a dormir, nos dedicaremos a saltar de cama en cama. Estamos en Disney, un mundo ideal, podemos permitirnos hacernos las crías. Hakuna Matata. Seguimos saltando de cama en cama.
Son las 9.45 y el día, frente a todo pronóstico, amanece soleado. El programa es completo. Preparaos... Silbando al trabajar.
Cuando a mediodía, Mickey nos invite a comer a su casa, ya nos conoceremos los estudios, habremos escuchado bandas sonoras de las películas de Disney en varios idiomas y nos habremos montado en más de una atracción. El ascensor se llevará la palma. Nos conquista el botones: Eres tú mi príncipe azul.
A la tarde, un desfile de coches visto desde la zona privilegiada. Fotos al encuentro con los personajes de nuestra infancia. Yo busco a Mary Poppins. Y, con un poco de azúcar, la encuentro.
Adventureland, Frontierland, Fantasyland, Discoveryland y Main Street. La casa de Blancanieves, la ciudad de los niños perdidos, el mar donde buscar a Nemo, la carroza de Cenicienta, trasanlánticos, cuevas, un barco en el Caribe lleno de piratas, astronautas, coches de carrera, el laberinto y Alicia, un pequeño mundo, montañas rusas... Pretty Woman cantado por princesas, un baile de malas. Ratatouille, Lilo y Stitch, Tiana.
Niños con la boca abierta y padres con sonrisas eternas mirando a sus niños.
La última noche nos abren los estudios sólo para los periodistas. Llenan un pabellón inmenso de comida disfrazada de cine. Qué festín. Nos acomodan las atracciones a nuestros gustos. Nos ofrecen, bajo el mar, un macro espectáculo con todos los personajes incluidos. No quiero volver a la realidad. Quiero seguir viviendo en este mundo de cuentos. Lo más vital... aquí, lo encontrarás.
Ser periodista, una obsesión.
"Escribo para definirme", repetía Susan Sontag. Algo así, añado.
Hace años que aprendí que era la escritura la que me poseía a mí. Curiosa... Obsesiva (ya avisé)... Vagabunda...
Aprender, continuar, sentir...
Periodista... Sí... Vocacional... Un sueño, una realidad... Ummm...
gardeu@gmail.com
Pablo Neruda escribió "Podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la primavera". De ahí el título "Con margaritas", porque ni cuerdos ni locos, acabarán con la ilusión, la contrariedad y el inconformismo.
Más másters te da la vida
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Día 30 de septiembre. Se acabó, ahora sí, para todos. O casi: Enhorabuena
Martín, enhorabuena Moncho.
¿Y por qué no? Enhorabuena a todos, porque en este má...