jueves, 14 de octubre de 2010

La foto-estímulo

Me pregunto si ellos, los demás, también sentirán lo mismo. Claro que para contestar a eso debería saber primero qué es lo que siento yo. A primeras diría engaño, pero tampoco es eso. Sería injusto, nadie nos mintió; sólo, quizás, nos colorearon la realidad de unos fosforitos inexistentes.
No sé, puede que abandonados, desemparados, cambiados por otros. A rey muerto, rey puesto. Igual que lo presenciamos nosotros. Serían celos si fuésemos hermanos. Pero no, tampoco es eso. Es como que no hemos dejado tiempo para la transición, lugar al relevo, al duelo. Antes de dejar de llover, ya estaba el arcoiris. Pero es tan triste. 
Quizás pensamos -pensé-, que nos darían la mano a la hora de cruzar al otro lado. Es tan peligrosa la carretera. Pero parece que ni adiós. Y es como si fuera una farsa, pero ya sin los actores. Decepcionada, puede. Con ellos, conmigo misma, con el resultado. No con el camino. El camino, simplemente, se llamó utopía. Y como tal, creímos en él. Lo disfrutamos. ¿Fue ingenuidad? Tal vez. Supongo que no tengo derecho a llamarlo abandono. Es así, y ya está. Y a veces parezco tonta por creerme los cuentos; cuentos que, por otro lado, nunca me contaron. Lo sé, lo sé. Tonterías no reflexionadas, respuesta instantánea a un estímulo visual, la foto del relevo... tan igual, tan diferente.

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