jueves, 17 de septiembre de 2009

Marmorkuchen

Placas blancas en la garganta. Dolor de oído intenso. Reflejos, una vez mas, de que todo se acaba. Pero también, de que todo tiene sus consecuencias, y sus recuerdos. Las risas que marcan las patas de gallo. Los gritos que acaban en afonía. Los llantos que no logran dejar seco ningún mar por mucho que creas que se te acaba el mundo.

Tarde de pasteles alemanes, de clases de inglés, de despedidas. Veíamos lejano el final y, nuevamente, cada cual se aleja remando sin compañía su propia barca. Adverbios y preposiciones mezclados con harina, azúcar y chocolate. Pastillas con pacharán. Condicionales que suben la fiebre. Los Good luck! y los Cheer up! que van a necesitar polvos de los de Peter Pan.

El regreso a la ciudad sin mar, el lugar al que retorna, o eso dicen, siempre el fugitivo. Los nervios en el estómago que no puedo remediar, como me pasa con las cosas que no controlo, ni aunque estén en español. Las miradas que lo dicen todo porque ya no dicen nada. Lo que aprendí y no puedo olvidar. El pasado perdido, y el futuro, igual de oscuro.

Las ocho horas de tren que me esperan y las lluvias sin paraguas. No sé qué meter en la mochila y el oído me va a estallar a pesar de la sobredosis de ibuprofeno. Porque el momento siempre acaba llegando, y no sé si eso es present continuous o futuro o pasado o qué...

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