miércoles, 30 de septiembre de 2009

Haciendo maletas

Tres, seis, nueve o doce meses. Paso un tiempo en la ciudad perfecta y después, al despertar, la perfección es tan sólo la imagen deformada de una utopía. Vuelvo a hacer maletas, aunque ni por esas aprendo. Me duele el estómago y las despedidas saben a aguacero. El efímero hoy no será mañana nada más, ni nada menos, que un bonito recuerdo. Todo es pasajero, nada ni nadie permanece. No juro amor eterno porque creo en el amor pero no en la eternidad. A las promesas sólo les salva la noche y el alcohol, que son las mentirosas que mejor mienten. Ni encontré las respuestas que buscaba ni me deshice de mis miedos pero vi amanecer y anochecer mirando al mar, entre naranjas y azules.
Dentro de poco, este tiempo transcurrido sólo será un recuerdo de esos de "me parece que fuese hace un siglo", y al mismo tiempo, como aprendí a disfrutar de cada mentira, ocupara un lugar especial en mi trayectoria. Supongo que es también una especie de maleficio y malicia gallega, que te abren el alma, y luego cuesta cerrarla.

1 comentario:

hatoros dijo...

ADEMAS DE PERIODISTA TIENES ALMA DE POETA