jueves, 15 de mayo de 2008

Serbia, Serbia...

Un día, el director me llamó a su despacho y me dijo: “Lo siento pero nos hemos dado cuenta de que no encajas en el perfil”. Era el modo sutil de echarme, había durado trabajando en la tele local de mi ciudad poco más de dos semanas. Cuando las funciones se volvían periodísticas y me tocaba irme a la playa, micro en mano, acompañada del cámara, la cosa iba bien; en el momento en que me tenía que convertir en “showoman”, la cosa se complicaba. A Jorge, sin embargo, se le daba bien, y se pasó todo el verano cantando e imitando a famosos. Un día Jorge y yo nos habíamos plantado en la tele, pedido una cita con el director y cuando nos la concedieron le entregamos un proyecto de un programa. De nuestro proyecto pasaron, pero con nuestros 16 y 17 años, les debimos resultar curiosos y así entramos a trabajar. Era la primera vez que ganaba dinero como “periodista”.

Así que mientras Jorge se pasó en la tele todo el verano, aquel día del despacho fue mi último día. Unos días antes me habían dado las notas de selectividad, lo que convertía mis claras ideas de estudiar Periodismo, en una frustración. Encima, cuando llegué a casa emitían el último capítulo de la serie Periodistas: El Periodismo se había convertido en un nido de víboras y tenían que cerrar El Crónica, ni José Coronado era capaz de salvarlo. Claro está, me pasé todo el capítulo llorando: había señales por todas partes, todo estaba relacionado: el Periodismo no era lo mío. Pero, ¿y entonces? ¿Qué hacía si lo había tenido claro desde los 13 años?

Un poco por inercia, un poco fascinada por mi profesora de Lengua y Literatura del último año, me matriculé en Filología Hispánica. Pero necesité poco tiempo para cambiar de idea: no me iba a rendir tan fácilmente, si no era periodista, no sería por señales del destino… Así que decidí que, de un modo u otro, terminaría estudiando Periodismo, y convirtiéndome en Periodista.

Y de aquel verano, ya han pasado seis años. En la Universidad de Periodismo en el País Vasco, la chica que iba delante de mí se llevó la última plaza. Así que sin saber ni cómo, terminé en Segovia. Comencé repartiendo los periódicos, pero luego pude escribir en ellos. En mis primeras prácticas allí, lo primero que cubrí fue una rueda de prensa de Ana Belén y Víctor Manuel. De todos modos, no era mi primer contacto. Jorge y yo nos habíamos pasado media adolescencia, grabadora en mano, “jugando a ser periodistas” por los festivales de cine. La primera entrevista “seria” había sido a Concha García Campoy. Ella me cortó nada más empezar y me dijo: “Tranquila, lo primero, la grabadora la dejas quietecita, luego, me miras a los ojos y sonríes”. Se apiadó de mí que tendría 15 o 16 años.

Después de las colaboraciones en Segovia, sin saber muy bien cómo, me metí en un "embolado surrealista" donde el director de un periódico quería convertirme en jefa, pagarme 2.000 euros y cambiarme el vestuario… La historia se convirtió en una movida rarísima de fraudes, cochinillos en El Candido, robos de coches, extraños accidentes e huidas… Pero eso es otra historia, que además de servirme para… (¡no vayas de confiada por la vida!), fue la puerta por la que, dispuesta a enterarme de la historia, me presenté en un semanario, ante el anuncio de “se buscan comerciales”, para terminar confesando en la entrevista que yo lo que quería era escribir... Y allí me quedé un año, desesperándome porque me hacían rescribir mil veces todo lo que hacía... gracias a lo cual, además de amargarme, también aprendí mucho.

Pero sin duda fueron este verano las prácticas más productivas y más emocionantes. Como mi Universidad no tenía convenio, escribí al periódico y me acabaron aceptando. Fue un verano increíble.

Y bueno... ya Madrid, y todo esto viene a que mayo y junio son los meses en los que todos los medios de comunicación se ponen manos a la obra en busca de fervientes becarios. Yo llevo tres entrevistas y la última han sido cuatro pruebas: test de 50 preguntas de actualidad (dificilísimo, o yo soy una absoluta inculta); prueba situacional (¿qué harías si…?); ejercicio de redacción; ejercicio de locución. Y dos semanas entrevistando a estudiantes… y eso que no te pagan ni 200 euros.

También venía todo esto a que este fin de semana comencé prácticas en uno de los sitios en los que hice la entrevista. Llegar al lugar fue una auténtica odisea, y una vez allí, la lié poniendo Servio en lugar de Serbio. Vaya comienzo... Por lo demás, bien.

Es emocionante el ambiente de un medio de comunicación, el jaleo que provocan las televisiones y radios, los periódicos derramados, el teléfono en fervor constante, y las conversaciones entre supuestos, previsiones y hechos. Se respira otro aire. Tiene otra intensidad.

Hay días en que la carrera se hace un mundo y la profesión una utopía, en que ni los sueños se espabilan, y me pregunto, ¿qué hago estudiando Periodismo? Pero luego recupero mi coherencia, me agarro a mis sueños y a la confianza, (otra cosa no, pero vocación y constancia tengo), y pienso que la razón la tienen los que, siendo críticos y escépticos, eso sí, pero piensan, que además de horrorosa, es sobre todo, la profesión más bella del mundo.

2 comentarios:

Trotamundos dijo...

Besos...con b

estrella de mar dijo...

así que tú también andas de entrevistas... es un coñazo, sí.
y luego trabajas un montón. En verano, con el calor, cuando sólo apetece ir a la piscina. O a la playa. Y lo haces por un sueldo mísero.

Pero luego te acuerdas de los nervios que pasaste en la primera entrevista, o de cualquier entrevista a alguien que admiras, que siempre has admirado... y te gusta tu trabajo.

La primera vez que abres un periódico y encuentras tu nombre escrito encima de una noticia es... GENIAL. Una ola de entusiasmo y orgullo se apodera de ti.

Piensas ¿lo he hecho yo?... pues no me ha quedado mal... y te sientes contenta.

Pese a la pseudoexplotación y a las broncas de jefes, no jefes y gente que ni conoces y que ni te conocen... merece la pena.

... aunque este verano me lo voy a tomar a lo vago. Sin trabajo y con vida!!