“Haz algo más de ese trabajo que a veces has confesado que era bueno y que sabes que la sociedad y tu juez más severo exigen justamente de ti. Haz lo que te reprobarías no hacer. Sabes que no estás satisfecho ni insatisfecho contigo mismo sin razón. Déjame decirte, y decírmelo a mí mismo al mismo tiempo: cultiva el árbol que has encontrado con fruto en nuestro suelo. No tengas en cuenta los éxitos y fracasos del pasado; todo el pasado es un fracaso y un éxito; es un éxito si nos concede esta oportunidad. ¿No tienes un hermoso don, la facultad de pensar, más valiosa que el más precioso de los relojes de oro? ¿No puedes emitir tu juicio, ya no se remonta la corriente hasta su manantial en ti? Vete al diablo y vuelve. Dispón del mal. Sé castigado de una vez por todas. Muere si puedes. Márchate. Cambia tu salvación por un vaso de agua. Corre el riesgo, si sabes de alguno. Si no, disfruta de la seguridad. No te molestes en ser religioso: nadie te dará las gracias por ello. Si puedes clavar un clavo, y tienes clavos que clavar, hazlo. Es el momento de hacer experimentos, pruébalo. No albergues dudas si no son agradables para ti. Mándalas a la taberna. No comas si no tienes hambre; no hay necesidad de ello. No leas los periódicos. Aprovecha todas las oportunidades que tengas para estar melancólico: sé tan melancólico como puedas y advierte el resultado. Regocíjate con el destino. En cuanto a la salud, tente por bueno y ocúpate de tus asuntos. ¿Quién sabe si ya estás muerto? No te detengas por temor: vendrán cosas más terribles y no dejarán de hacerlo. Los hombres mueren de miedo y viven de la confianza. No seas obediente como los vegetales. Sé tu propia ayuda. No te dediques a encontrar las cosas como crees que son. Haz lo que nadie podría hacer por ti. No hagas nada más.”
Extraído del diario de Henry David Thoreau, a fecha posterior al 29 de julio de 1850, publicado en el libro: Escribir (Una antología), de Pre-Textos.
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