Son cerca de la una de la madrugada y lo más sensato sería estar en la cama. Pero acabo de terminar de ver la película italiana, de 2003, Gente di Roma de Ettore Scola, y me he pasado la mitad de la película llorando y la otra mitad riéndome a carcajadas. En este estado, una no puede meterse en la cama, así que escribe.
“¿Qué es Roma, la capital de Italia hoy en día? ¿En qué se ha convertido? ¿Quién vive en ella? ¿Quién sueña en ella? ¿Quién la recorre paseando u observa el caótico tráfico a través de las ventanas de un coche o un autobús? ¿Quiénes son las miles de caras que se apiñan en el metro o en los tranvías?”. Así reza la contraportada de la película. Pero no es una película de Roma ni de romanos. Es la ciudad eterna pero igualmente podría ser otra. O quizás no. Es una película que habla de personas y de silencios. Y habla de lo sencillo.
Habla de lo que pasa mientras esperamos que pasen otras cosas.
Nosotros esperamos el tiempo y esperamos el anhelo. Los italianos distinguen ambos conceptos, y mientras aspettano el transcurrir temporal, sperano el deseo. Me costó entender la diferencia porque yo esperaba, en ambos sentidos, excesivamente.
Pero esperando no siempre el nudo se deshace ni la fruta madura, o sí…, se espere o no, la vida continúa en las calles, en las universidades, en los trabajos, en las casas… y en el cine. Y la vida son esos retazos agridulces que te hacen derramar lágrimas y sonrisas, despertar miradas y pasiones, y pegar la cara al cristal del tren como cuando tenías cuatro años.
Mafalda protestaba gritando “¡Paren el mundo, que me quiero bajar!”, pero el mundo ni una sola vez paró para ella, continuó rotando y formando días y noches, que nosotros convertimos en semanas, en meses y en años. Pero también de ellos sacamos momentos, y eso es lo que prevalece. Lo mismo es la eternidad que el ahora, las mismas estupideces hablan los vivos que los muertos, algo así vienen a decir en un momento dado de la película. En un momento entre paseos, bolsas de basura, gatos, sueños, bingos, fútbol, ternuras, campos de concentración, sexo, recuerdos, cultura, cuernos, soledades, miedos, vagabundos, risas. No sólo es cine.
Hace un par de días, el vecino de mi abuela le dijo a su mujer: “me encuentro mal, me voy a acostar”, y se acostó, y no se despertó más. Las casas se van quedando vacías y las plantas de los pies se van poniendo rojas. Por eso no podemos perder el tiempo. Y por eso podemos también perderlo siempre que queramos. Y al final toca continuar. Y llega la hora de hacer caso a la gente que te importa. No porque te sigan queriendo, sino porque tienen razón.
Gente di Roma lleva de banda sonora los latidos del corazón. Y como el mundo no se para ni para Mafalda ni para nadie, me voy a la cama, que ahora sí, el reloj pasó ya de la una.
1 comentario:
Que interesante fue tu sinopsis de la película, realmente es una muy buena obra cinematográfica. Mucho que reflexionar y concluir a partir de ella.
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