sábado, 16 de febrero de 2008

Librepensador

No todo lo que parece es. Y sin embargo, a veces lo que sí es, no lo parece. Esta foto nunca me pareció real, y sí lo es, son ventanas de una calle cualquiera de Toulouse en una mañana de septiembre. Es sencilla, ventanas cerradas y ventanas abiertas, como en una obra de teatro de enredo. A eso, al enredo es lo que parecen estar jugando los políticos en esta pre-campaña electoral, y entre “pillados infragantis” y “tensiones creadas” a algún amigo le da por hablarme de la canción “Defender la alegría” de la Plataforma de Intelectuales Apoyo a Zapatero, y entonces veo el video y escucho la canción. Bonito poema el de Mario Benedetti, y bonita versión a muchas voces, pero ¿a cuento de qué?

Ya me ha quedado claro este año que los “intelectuales” más que voces del pueblo, lo son de los políticos y de los “mandamás”, que los acuerdos bajo cuerda son como las tasas sobre los CD´s vírgenes, y que de ingenuos nada… pero si mis adorados cantautores le tocan palmas al Presidente yo me siento estafada porque se venden al mejor postor. Pero sin música no podemos estar ni sin libros ni sin palabras. ¿La cultura no nos hacía libres? Porque si eso es también mentira, si es irreal…

Ya quisiera yo. (Ismael Serrano)

Ya quisiera yo ser librepensador,
no oír el rugir de tripas de tantos, ni su llanto, ni su dolor,
establecerme correcto, filósofo, neutral, independiente,
manejarme bien con toda la gente.

Ya me gustaría a mí alinearme con los no violentos,
regalar flores, descalzo, arrancadas de algún tiesto,
sin tener que poner la otra mejilla para nadie,
a no ser amenazado por ningún indeseable.

El caso es que me afectan las cotidianas tristezas,
la de los supermercados, la del metro y las aceras,
también las que me quedan lejos,
las de los secos desiertos, las de las verdes selvas.

El caso es que me parecen buena gente,
algunos luchadores del ocaso,
que se parten el pecho por ser escuchados,
que morirán en alguna esquina, tiroteados.

Quisiera ser más listo, pasar de largo,
saberme libre de culpa y limpio de pecado,
y ser alma caritativa, Maria Goretti o santa,
sufrir sólo un poquito, sólo lo que Dios manda.

No entender de política, ni de sus actualidades,
convencerme que es red de araña, nido de alacranes,
y mutilar mi alma y mi esencia de animal social,
saberme superior a tanta frivolidad.

El caso es que me afectan demasiado,
la tristeza de los suburbios, el drama urbano,
saber que seremos caníbales dentro de poco
y que no habrá carne suficiente para todos.

El caso es que me afecta, quizá más de lo normal,
tener tanto miedo al cruzar mi portal,
ver que arde mi ciudad o que sangra el asfalto.
Quizá debería ver menos el telediario.

Quisiera ser más listo, adoptar bien la pose,
librarme de etiquetas, hasta la de hombre,
y entender que sólo yo me entiendo
y que no me entiende nadie,
ser un buen ciudadano formal y respetable.

Omitir de mis canciones
palabras como: compañero, obrero,
justicia, guerrilla, paz, hambre o miedo,
y hablar del amor, de cosas bonitas, de mis recuerdos,
contar alguna anécdota graciosa
de cuando era quinceañero.

El caso es que me afectan las cotidianas tristezas,
la de los supermercados, la del metro y las aceras,
también las que me quedan lejos,
las de los secos desiertos, las de las verdes selvas.

El caso es que me parecen buena gente,
algunos luchadores del ocaso,
que se parten el pecho por ser escuchados,
que morirán en alguna esquina, tiroteados.

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