miércoles, 8 de diciembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 20: Trenes infantiles


Anda dando saltitos. Es tan rubio como el trigo. Siempre digo que prefiero a la niña. Pero a veces él hace algo que te deja embobada. Relamiéndote en el sabor dulce pero ácido de los pasteles de manzana que cocinan aquí. Pensando en aquella frase que alguien colocó el otro día en un escaparate: "La Navidad y la infancia no son épocas, son un estado mental". La inocencia, la sinceridad, la ilusión, la espontaneidad.

Hay pasiones que solo pueden vivirse con la intensidad con la que la comprenden los niños. Y la de Harry es los trenes. Quizás porque nunca se ha montado en uno. Y el todo por descubrir, aupado por la imaginación, es más potente que cualquier realidad. Su madre me había dicho: "A este niño le encantan los trenes".
Pero una no puede imaginarse hasta qué punto. No puede hasta que un día se lo lleva a ver una exposición de maquetas y el niño corre y corre, no con una sonrisa, sino con una risa nerviosa y juguetona que le impide concentrarse en lo que ve... "Look, look, look". Es lo único que alcanza a decir. Corre, vuelve, persigue los pequeños trenes en miniatura que se reparten por una ciudad también en miniatura. Y me mira. Y me dice lo lovely que es ese lugar.
Esa misma risa frágil y emocionada se apoderó de él ayer. Mi madre me había enviado un power point con fotos de trenes para que se lo enseñara al niño. Sus cinco años se le salían del cuerpo al ver las fotos. Y saltaba, no a pequeños saltitos como cuando anda, sino a grandes saltos de emoción. Pena que cuando somos adultos nos olvidemos de saltar al celebrar las emociones.
Hoy, en una ociosa mañana sin colegio, se ha puesto dibujar. "¿Qué dibujas?", le he preguntado. "Un tren -me ha contestado- para tu madre".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dale las gracias de mi parte y me alegro que le haya gustado. Kisses.