viernes, 3 de diciembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 19: Y después de la nieve... Llega el hielo


Qué semana más, más, más larga. 
Que sí, que la nieve es muy bonita y la blanca Navidad, muy blanca... mensajera de paz y de puro amor. 
El lunes uno se despierta y ve todo Sandycove white, white y le hace ilusión. Menos cuando eso significa que al cole de Harry es imposible llegar y que tienes que entretener al niño toda la mañana. Pero bueno, que si haces un muñeco de nieve, que si una guerra de bolas... Te congelas, pero la mañana pasa y te has echado unas risas.
Cuando el martes vuelve a amanecer nevado y tienes al niño, otra vez, todo el día en casa, te desesperas un poco pero lo sobrellevas: que si haces una tarta (total, más de lo que has engordado ya no puedes engordar.. o sí?), que si le pones la peli Cars por décima vez, que si le propones algún juego del que se cansará a los cinco minutos... En fin. 
El miércoles ya estás que te subes por las paredes. Llevas tres días sin salir de casa y la nieve te sale por las orejas. Qué hartura. Y qué frío, que se están alcanzando temperaturas inferiores a los menos 10 grados y las noticias dicen que viajes a cualquier lugar, excepto a Irlanda (Muy listos, claro, ¿pero qué haces si ya estás aquí?). Pues nada. No te queda otra que contar las horas...
Llega el jueves y dices: ¡Paso de la nieve! Si no puedo coger el coche, me planto las botas y salgo de este campo aunque sea en trineo. 
Y así lo haces. O lo intentas. No lo del trineo, sino lo de las botas. Coges el coche capota de la niña, la enfundas en los sacos mas abrigados que tenga y la metes dentro. Vistes al niño, le plantas los pantalones de esquiar, los guantes, el gorro, la bufanda, el abrigo y las botas. Y te atavías a ti misma de igual modo. Aquí no va a pasar frío nadie. Y además, la nieve parece que se está derritiendo. Eso será buena señal, no? 
Y sí, derretida está. Ahora el campo que rodea tu casa es una pista de patinaje que me río yo de la que montaban en el centro comercial de al lado de mi casa. No has andado ni tres metros y el niño ya se te ha resbalado 25 veces con sus respectivos 25 llantos. Y el carrito coge más velocidad que el coche de Fernando Alonso. De estas nos caemos al océano en la curva sin necesidad de estrellarnos con el coche. 
Nada, que no hay forma. De vuelta al convento. 
El viernes ya ni miras por la ventana. Total, ya sabes de qué color está todo ahí fuera. Y los patines te los dejaste en España. 

AVISO: Este fin de semana salgo de esta casa, aunque sea en helicóptero. 

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