La última tarde que pasé en Madrid, allá por el que me resulta ya un lejanísimo septiembre, la pasé escuchando los latidos del corazón. La Erasmus me ha demostrado que, en muchas ocasiones, nuestros miedos sí son justificados. Marcharte es renunciar a cosas, tanto voluntaria como involuntariamente. Lo que vas perdiendo por el camino es muy difícil que puedas recuperarlo, pero, a pesar de saberlo, es necesario seguir adelante en tu camino. Vivimos en una balanza constante de pérdidas y ganancias.
La despedida
No puedo arrepentirme de nada, sé que he aprovechado estos meses. A medida que iba descomponiendo mi cuarto, haciendo las maletas de vuelta y despegando fotos, comprendía todo esto. La habitación se ha ido construyendo a la vez que mi beca Erasmus. Y cuando sola en el cuarto pensaba en ello, las imágenes me acompañaban.
¿No te da pena irte?
A eso he dedicado los últimos días… Y, especialmente, a despedirme: de los lugares, de las personas. Pero no, no estoy triste, echaré en falta mi vida italiana, pero, para ser sinceros, lo que prevalece es la sensación de estar orgullosa de haberme reconciliado conmigo misma. En eso pensaba mientras comía una de mis últimas pizzas Lasagna y mientras mirando un presente que estaba convirtiéndose en pasado comprendía que había llegado la hora de seguir adelante.
“Viajar es el más terrible de todos los placeres”, escribía el periodista y viajero Julio Camba. Es terrible porque aprender y comprender, a veces, duele, duele mucho. Pero al mismo tiempo, viajar es el más maravilloso de todos los placeres, y por ello, después de este curso Erasmus viviendo en la italiana Perugia, sólo puedo estar feliz y agradecida.
1 comentario:
CADA VEZ QUE TE LEO ME SIENTO EN TI
VERDADERAMENTE ERES MAGNÍFICA ESCRIBIENDO Y ESTOY SEGURO QUE LLORASTE
UN ABARAZO AMIGA Y SUERTE
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