“Porque cuando madrugo no necesito que Dios me ayude”, dice la salernitana. O porque no a todo el que madruga, Dios le ayuda.
Sábado. 7.30 de la mañana. Madrugo. Abro el netvibes.
¿Qué he hecho? Veo mi café introduciéndose por las teclas de mi ordenador. Me acelero, ya no hay remedio. Lo he vertido entero.
Papeles, libros y el pijama. Todo está impregnado de café. Lo peor: mi portátil nada en un baño de líquido marrón oscuro.
Lo seco con la toalla de hacer deporte. Un asco.
Parece que el ordenador ha sobrevivido… ¿o no?
El ratón táctil no va, tampoco funciona el teclado.
Lo presiono. Nada. No responden.
Y aún queda café por media habitación.
Suena el teléfono. ¿Ya son las 8? Joder!
¿Cómo se dice “Te doy mi palabra” en italiano?
¡Vaya desastre!¿”Ti porto la mia parola”? Fijo que no.
Apago el ordenador. Me bajo a la cocina. 8.30 de la mañana. Me hago otro café y me autoconvenzo: “cuando suba al cuarto, mi ordenador responderá”.
Me tomo el café en la mesa de la cocina, que para algo está.
He aquí la principal ventaja de la prensa en papel frente a la prensa digital: si viertes el café, las noticias no se esfuman, sólo se tiñen de color sepia.
Pongo una lavadora. Miro por la ventana, (Nieva, nieva, nieva…) Me leo el capítulo “Dall´età giolittiana alla fine della libertà” del manual. Me voy a la calle a fotografiar la nieve. (O al menos, a respirar algo que no huela a café).
Vuelvo. 1 de la tarde. Enciendo el ordenador.
Funciona el ratón táctil y las teclas del número 1 y la letra W.
Nada más.
¿Qué hago con un 1 y una W?
Puedo ver páginas Web pero no escribir.
Bueno sí, escribo dos líneas uniendo letras de archivos de Word.
P-e-r-u-g-i-a. Siete corta-pega para una palabra.
Quiero escribir, quiero escribir, quiero escribir.
Me desespero. Me como un plato de pasta: macarrones y espaguetis al mismo tiempo. Qué confusión.
14.30. Me meto debajo del edredón. Me quedo dormida. 15.30. Me despierto. No quiero salir de debajo del edredón. Pero salgo.
Me leo dos capítulos de La Tregua.
Tercer intento de resucitar al ordenador. Esta vez, armada. Dos cuchillos, un cúter y una cosa de éstas de quitar la suciedad de las uñas. Me pongo a desmontar el ordenador. Me sobra un tornillo. Sí, sí, me sobra.
Recompongo el ordenador y dejo el tornillo fuera.
Nada. Pulsar una A es lo mismo que pulsar una N. Inutilidad.
¿Será que las palabras son sólo palabras y que lo mismo es hablar que callar?
Empiezo a hacer asociaciones raras, a ver señales y signos. A marcar fechas en rojo. A transformar recuerdos. Siento que quiero escribir y no puedo. En sentido literal.
El ordenador empezó la carrera conmigo. O la acabamos juntos o no la acaboa ninguno. Quién me mandaría subir a la Torre de Asinelli. Qué asco de inglés y de escaleras.
La polaca me dice que si cenamos juntas. Pero sólo son las 7 de la tarde.
Un par de llamadas de teléfono. Le paso –otra vez- la fregona a la habitación. Ni por esas. Sigue oliendo a café.
Leo algo más. Me ducho. Me lavo la cabeza. Último intento. Nada.
W y 1, y de vez en cuando, funciona la G.
Ni espacios en blanco puedo poner.
Hago más anotaciones mentales. Recorridos. Pienso en cosas que no debería pensar. Y vuelvo a hacer asimilaciones extrañas. 9 de la noche. Y éstas, en “giro” por el mundo. Roma una, Madrid otra, Berlín la tercera.
Cojo un folio en blanco. Como no escriba algo, aunque sean tonterías, voy a seguir pensando demasiado, incumpliendo promesas hechas cara a cara.
Mejor escribir que pensar.
Y sigue nevando. Dos días sin parar.
“Podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la primavera”.
Por ese verso de Pablo Neruda le puse “Con margaritas” a mi blog.
¡Vaya comienzo de primavera!
Sin teclas y con copos de nieve. No entiendo nada.
¡Qué asco de sábado!
Decidido: mañana, no madrugo.
Sábado. 7.30 de la mañana. Madrugo. Abro el netvibes.
¿Qué he hecho? Veo mi café introduciéndose por las teclas de mi ordenador. Me acelero, ya no hay remedio. Lo he vertido entero.
Papeles, libros y el pijama. Todo está impregnado de café. Lo peor: mi portátil nada en un baño de líquido marrón oscuro.
Lo seco con la toalla de hacer deporte. Un asco.
Parece que el ordenador ha sobrevivido… ¿o no?
El ratón táctil no va, tampoco funciona el teclado.
Lo presiono. Nada. No responden.
Y aún queda café por media habitación.
Suena el teléfono. ¿Ya son las 8? Joder!
¿Cómo se dice “Te doy mi palabra” en italiano?
¡Vaya desastre!¿”Ti porto la mia parola”? Fijo que no.
Apago el ordenador. Me bajo a la cocina. 8.30 de la mañana. Me hago otro café y me autoconvenzo: “cuando suba al cuarto, mi ordenador responderá”.
Me tomo el café en la mesa de la cocina, que para algo está.
He aquí la principal ventaja de la prensa en papel frente a la prensa digital: si viertes el café, las noticias no se esfuman, sólo se tiñen de color sepia.
Pongo una lavadora. Miro por la ventana, (Nieva, nieva, nieva…) Me leo el capítulo “Dall´età giolittiana alla fine della libertà” del manual. Me voy a la calle a fotografiar la nieve. (O al menos, a respirar algo que no huela a café).
Vuelvo. 1 de la tarde. Enciendo el ordenador.
Funciona el ratón táctil y las teclas del número 1 y la letra W.
Nada más.
¿Qué hago con un 1 y una W?
Puedo ver páginas Web pero no escribir.
Bueno sí, escribo dos líneas uniendo letras de archivos de Word.
P-e-r-u-g-i-a. Siete corta-pega para una palabra.
Quiero escribir, quiero escribir, quiero escribir.
Me desespero. Me como un plato de pasta: macarrones y espaguetis al mismo tiempo. Qué confusión.
14.30. Me meto debajo del edredón. Me quedo dormida. 15.30. Me despierto. No quiero salir de debajo del edredón. Pero salgo.
Me leo dos capítulos de La Tregua.
Tercer intento de resucitar al ordenador. Esta vez, armada. Dos cuchillos, un cúter y una cosa de éstas de quitar la suciedad de las uñas. Me pongo a desmontar el ordenador. Me sobra un tornillo. Sí, sí, me sobra.
Recompongo el ordenador y dejo el tornillo fuera.
Nada. Pulsar una A es lo mismo que pulsar una N. Inutilidad.
¿Será que las palabras son sólo palabras y que lo mismo es hablar que callar?
Empiezo a hacer asociaciones raras, a ver señales y signos. A marcar fechas en rojo. A transformar recuerdos. Siento que quiero escribir y no puedo. En sentido literal.
El ordenador empezó la carrera conmigo. O la acabamos juntos o no la acaboa ninguno. Quién me mandaría subir a la Torre de Asinelli. Qué asco de inglés y de escaleras.
La polaca me dice que si cenamos juntas. Pero sólo son las 7 de la tarde.
Un par de llamadas de teléfono. Le paso –otra vez- la fregona a la habitación. Ni por esas. Sigue oliendo a café.
Leo algo más. Me ducho. Me lavo la cabeza. Último intento. Nada.
W y 1, y de vez en cuando, funciona la G.
Ni espacios en blanco puedo poner.
Hago más anotaciones mentales. Recorridos. Pienso en cosas que no debería pensar. Y vuelvo a hacer asimilaciones extrañas. 9 de la noche. Y éstas, en “giro” por el mundo. Roma una, Madrid otra, Berlín la tercera.
Cojo un folio en blanco. Como no escriba algo, aunque sean tonterías, voy a seguir pensando demasiado, incumpliendo promesas hechas cara a cara.
Mejor escribir que pensar.
Y sigue nevando. Dos días sin parar.
“Podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la primavera”.
Por ese verso de Pablo Neruda le puse “Con margaritas” a mi blog.
¡Vaya comienzo de primavera!
Sin teclas y con copos de nieve. No entiendo nada.
¡Qué asco de sábado!
Decidido: mañana, no madrugo.
1 comentario:
Espero que no hayas escrito este texto cortando y pegando letras, cortando y pegando letras, cortando y pegando letras, cortando y pegando letras, cortando y pegando letras, cortando y pegando letras... ¡uf! de un archivo de Word anterior!!!
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