domingo, 15 de marzo de 2009

Estambul, Praga y París

“Todos los días necesito ocuparme un tanto de la literatura para ser feliz”, escribió Orhan Pamuk en su libro La maleta de mi padre. Luego añade: “la literatura es la capacidad de hablar de nuestra propia historia como si fuera la de otros y la de otros como si fuera la nuestra”.


Con textos evocando una mística Estambul comenzó anoche una preciosa lectura dramatizada en el Teatro Morlacchi de Perugia.

El teatro rebosaba de gente. En el palco central de la tercera planta estábamos dos polacos, dos italianas y yo, una española. En el escenario, entre rojos aterciopelados, en un teatro en el que hacía dos días había estado aprendiendo entre bambalinas, dos actores y una actriz italianos, Neri Marcorè, Piero Dorfles y Corinna Lo Castro, nos llevaron a través de sus lecturas, acompañadas de anécdotas, por un “Viaggio nella letteratura europea: Istambul, Praga, Parigi”.


Empezaron con Estambul. “Pescan y te ofrecen los peces con mantequilla, así, de inmediato”, dijo uno de los actores. Y empezaron a hablar de almas y alter egos. Alguno leyó algo que venía a decir que el mundo es más real en nuestra cabeza que en las calles que pisamos a diario. Y el viaje literario llegó hasta el Realismo mágico de la lietaratura latinoamericana. Con las palabras y las evocaciones, el viaje es más rápido que en el avión.

El turco Pamuk relataba en sus textos la importancia que tuvo en su vida la inmensa biblioteca de su padre. No había leído todos los libros pero los conocía todos, sabía de su tacto y de su historia. La noche comenzó mezclando viajes y literatura, el oficio de escribir y el de vagar.


“Ancora oggi”, eran las palabras que daban inicio a la literatura de Praga: “Todavía hoy, a las cinco de la tarde, Kafka retorna a su casa por las calles de Praga”. Era la voz de Angelo Maria Ripellino en su libro Praga Mágica. Es posible que en 1973, cuando se publicó el libro, pudiese utilizarse ese “ancora oggi”... Algo más de treinta años después de aquello, hace cuatro días, tuvimos que recorrernos media Praga preguntando porque nadie estaba seguro de dónde quedaba la casa natal de Kafka… A veces la literatura tiene más fuerza que la realidad. En algo, sin embargo, sí coincido con Ripellino: “el punto más mágico de Praga es el Josefov, el barrio judío”. Algunos retazos de Anedotti Ebraici di Praga, de Vladimir Karbusicky, y billete a la última parada.


París. “Centro de bohemía y patria del literato”, fue la primera descripción que leyeron. Yo que nunca he estado en la capital francesa, sólo puedo imaginármela con sabor a absenta y con la banda sonora de Moulin Rouge. Por eso creo que es una ciudad que me gustará más en la imaginación que en la realidad. Algo une a las capitales, recuerda uno de los actores: “El París de 1800 ya hablaba del anonimato de las grandes ciudades en contra del provincianismo como símbolo de la modernidad”. “Anonimato y soledad”, recalca. “Deseada y necesaria, la de la capital y la del escritor”, añade el otro actor.


Viajes, choques culturales, multietnicidad, palabras encadenadas y suspiros.

El viaje tuvo una parada de regalo. La Venecia de Italo Calvino en Las ciudades invisibles. Las últimas palabras antes de que bajara el telón fueron: “Las imágenes de la memoria, una vez fijadas con las palabras, se cancelan”. Pero esta vez, la lectura en voz alta no había cancelado nada, evocaba lugares, desconocidos unos y conocidos otros, en cualquier caso, comunes. Cuando salimos del teatro, en la noche perugina repleta de jóvenes, se sentía la llegada de la inminente primavera.

2 comentarios:

hatoros dijo...

ME GUSTA APRENDER DE TÍ Y QUE ME LO CUENTES TÁN TÁN BONITO.
GRACIAS.

McLarenX dijo...

Donde esté Praga, que se quite el mundo