sábado, 7 de marzo de 2009

El lector



Hanna observa atentamente a Michael. Analiza los movimientos que el chico hace con su boca al narrar; la lengua, los labios, la mandíbula… como son colocados para permitir la nítida salida de la voz, la exacta modulación del sonido, la melodía de sus palabras, el ritmo que impera. Se detiene también ante su gesticulación y sus movimientos: con una mano, Michael sujeta el libro que lee; con la otra, da viveza al relato. Adopta el cuerpo, lo mimetiza con la narración. Está desnudo. En su desnudez, Hanna estudia también la emoción: cómo se eriza la piel, cómo surcan las lágrimas, cómo nace el sudor. También Hanna está desnuda. Entre ellos, entre sus cuerpos, las voces de la literatura. Él lee y ella escucha atenta cada palabra, el significado exacto y evocativo de cada argumento. Imaginan, recrean, sienten. La lectura les une y la escena es tan sensual como las que protagonizan cuando cierran los libros.

Michael es un adolescente novato de quince años, con una salud endeble. Hanna es mujer de 36 años, revisora de trenes, con demasiados secretos. Un día, a la vuelta del colegio, él se siente mal, y ella, una mujer desconocida hasta entonces, lo cuida y lo acompaña a casa. Empiezan, entonces, una historia de amor, sexo y literatura.

Un día, ella desaparece. El chico siente que el mundo se acaba, pero el mundo siempre sigue. Pasan los años. El chico se convierte en un estudiante de Derecho. Es la Alemania de finales de los años cincuenta, marcada por la Segunda Guerra Mundial. Estudiando leyes, Michael acude como observador a los juicios contra criminales de guerra. Se acusa a varias mujeres de haber trabajado para las fuerzas SS como carceleras de los campos de concentración de Auschwitz. Hanna es una de las acusadas.

¿Hasta qué punto somos capaces de perdonar? ¿El amor puede competir con la moral? ¿Se puede confiar al cien por cien en las personas que queremos? ¿Según qué parámetros se debe juzgar el pasado? ¿Hasta dónde se puede guardar un secreto?

Cuando leí El lector, novela escrita por Bernhard Schlink, me pareció una obra redonda, exquisita, precisa. Me encantó. Quizás por eso no entré demasiado convencida a ver la adaptación cinematográfica. Sin embargo, salí exhausta. Me pareció una película preciosa, nítida, clara. Emocionante. Y la interpretación de Kate Winslet, a la que mi cabeza aún asociaba a Titanic, me dejó impresionada. Ruda y frágil, fuerte y sensible. Me pareció una actuación fantástica.
Viviendo en Italia me he dado cuenta de que este país aún tiene muy presente su pasado. Hasta qué punto entonces, me pregunto, no lo tendrá un país, clave en la historia universal, como es Alemania. Literatura e historia se entremezclan en esta novela. Pasado y presente quedan enlazados dejando muchas preguntas sin resolver.

1 comentario:

hatoros dijo...

QUERIDA AMIGA.UN PELICULÓN.
HEINRICH BOLL.
ME PARECE QUE SE ESCRIBE ASÍ. MARAVILLOSA SU LECTURA.
GRACIAS POR ENSEÑAR.