Por JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.
Momentos que os moríais, que no pude acariciar hasta el fin, momentos tenidos que dejar por mí a la fuerza, sin querer y echando sangre ideal.
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Como no he vivido entre los hombres, no he sentido necesidad de ser ironista; he vivido en mis sueños: país perfecto.
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Raíces; pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen.
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Por mi costumbre de obseso, he tenido que conformarme con ser delicado.
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Soy como un pájaro enjaulado. Mi destino es mirar al cielo azul, comer y cantar. El porvenir no debe preocuparme. La cosa es bien sencilla: el día en que no tenga qué comer, me moriré de hambre.
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Cada día me trazo un plan, que jamás cumplo al día siguiente. Como un tatuado, tengo el alma llena de inscripciones que no sirven para nada.
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¡Tanto soñador de lo infinito! ¡Tanta nostalgia frente a un enigma eterno! ¿Es que nuestros sentidos no convienen con nuestras realidades?
1 comentario:
PARA LA TERNURA SIEMPRE HAY TIEMPO
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