sábado, 14 de marzo de 2009

Cocer los espaguetis


Y un día, de repente, y sin previo aviso, desapareció.
- Recibidas las órdenes - dijo alguien.
- Me parece bien.
- No, no había opción a réplica - le contestaron.
- En cualquier caso, lo acepto.

Viviremos de sueños. Y de sobres azules y verdes. Y de espejos distorsionados. Y de gomillas del pelo. Y de llaveros rotos. Y de marcas de bolígrafo.

- Me gustas con el pelo rojo. Pero no me mires. Sigue leyendo. Pareces hasta real.

Vale.
Y se quedó en un rincón. Había perdido el sombrero. Y dentro, llevaba la dignidad.

- No sé de qué me hablas.
- Sí lo sabes. Lo vimos juntos el día que viajamos a Saturno.
- No te entiendo.
-No hace falta. Nunca lo hiciste.

¿Cual es ese planeta que estudiamos en la escuela y que cuando crecimos dejó de ser un planeta?

- ¿Hasta ahí hemos llegado? - preguntó con retintín.
- Odio que me digas esas cosas.
- No lo puedo remediar.
- ¿Por qué?
- Porque tengo miedo.
- ¿A qué?
- A las voces.

Ocho minutos. Los espaguetis ya están cocidos.

- No importa.
- Sí importa. Siempre importa. Eso indica el final. Siempre lo hay.
- Siempre hay, ¿qué?
- Un final. Eso es lo que hay siempre. Sí importa, si no se pasan. Y los espaguetis blandos están muy feos.

2 comentarios:

Javier García Martín dijo...

Al dente, siempre, al dente. Y viviendo de sueños también.

hatoros dijo...

PARA MÍ HAS LOGRADO QUE LO PROSAICO
SE MEZCLE CONDIMENTADO CON ALGO MÁS ALLÁ.
COMO SIEMPRE, GRACIAS.