lunes, 3 de noviembre de 2008

Vacaciones en Roma

- Pequeñas cosas, lo que se me antojase durante todo el día – dice ella.
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Como cortarse el pelo y comer helado – le pregunta él.
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Sí, y sentarme en la terraza de un café, mirar escaparates, pasear bajo la lluvia, divertirme, y ver cómo vive la gente.

La princesa que encarna Audrey Hepburn sueña con sus 24 horas de libertad, y el muro de los deseos le muestra la esencia romana por un día entero, acompañada de Gregory Peck, periodista del American New Service, que comprenderá que aunque, como le dirá el fotógrafo, “Es juego limpio. No está vedado cazar princesas”, los sueños y las ilusiones no pueden siempre retenerse en palabras ni en fotografías.

Si Roma es eterna es también porque no puede detenerse, ni añorar ni predecir, no valen los recuerdos de ayer, ni los miedos de mañana. Roma es eterna si hoy es un instante y se vive. Si las 24 horas de la princesa y el periodista son intangibles, pero a la vez tan visibles, que vuelan a la misma velocidad que los deseos.

Partiendo de Vía Marguta, número 51, y dejándonos seducir por el mercado de frutas y vida, de colores y flores, de sonrisas y supervivencia. Los ojos abiertos y el rostro expectante. Venta y compra de recuerdos, que no son dedales ni postales, sólo aromas y reflejos.

Y entonces la imagen tantas veces vista: la Fontana di Trevi donde las monedas cumplen deseos y garantizan la vuelta, porque volver es siempre dejar las puertas abiertas. Y mientras los niños juegan, a lo lejos, desde una calle pequeña, aparece en blanco y negro, las escaleras de la Piazza Spagna, y él, Gregory Peck, avanza hacia ella, Audrey Hepburn, que disfruta de un gelato italiano. El encuentro fortuito que no es tal da paso a las esperanzas. Y los coches y las vespas, que hoy se venderán en llaveros, avanzan entre mucha muchedumbre y pocos turistas, cuesta arriba, cuesta abajo, y a veces en dirección contraria, como la vida, y apareciendo soles, como en la vida también.

El Café Rocca u otro, y el champán lo cambiamos por capuchinos, y en las terrazas el calor va entrando. Ellos avanzando en vespa hacia el Colosseo, que se presenta sin puestos ni americanos, y a las espaladas, el monumento de Vittorio Emanuele, la imagen de años atrás, la primera impresión, el recuerdo fijo de la memoria engañosa.

La boca de la verdad o lo que es lo mismo, “según la leyenda, si un embustero mete ahí la mano, la boca se la muerde”, cuenta él, y entonces, la vida es juego, y son mejores las risas que los llantos.

Y al final dirá ella: “No sé como despedirme. No encuentro palabras”, y él le responderá: “No son necesarias”. ¿Por qué? Porque San Angelo es captar en un segundo la majestuosidad de Roma, el reflejo en el agua y el primer beso. El ritmo y la pelea, la diversión y los músicos cantando… y si es cierto que, a veces, “la vida no es siempre como a uno le gustaría”, también lo es que la magia de los secretos pueden reconducirnos a la ilusión.

Y si la música vuelve a envolverlo todo, mejor será bailar, mejor soñar, ahora que la eternidad está a la vuelta de la esquina, y que pasear despreocupados por la ciudad eterna es tan fácil como saber estar atentos.

Y entonces, las palabras de ella:

“Cada una en su propio estilo es maravillosa, pero la que no olvidaré nunca es Roma, sobre todo Roma. Conservaré grata memoria de mi visita aquí durante toda la vida”.

2 comentarios:

deMENTES Inquietas dijo...

Hola Patricia, acabo de regresar de mis primeras vacaciones en Roma. Como un auténtico paleto turista he visto la peli 'Vacaciones en Roma', y buscando el muro de los deseos he llegado a tu blog. Más vale tarde que nunca. Ya me tienes como un seguidor más.
Un abrazo y gracias por compartir tanta información.

Patricia Gardeu dijo...

Qué gracia! Llegas a esta entrada cuatro años después de que la escribiese... y coincide con que en un par de semanas vuelvo a Roma, después de tantos años.