lunes, 17 de noviembre de 2008

Cartas de una Erasmus. Entrega 05

Viaggio d’ istruzione

Hasta las cinco de la tarde no llegamos a Turín, y habíamos salido a las 8 de la mañana. Un autobús lleno de estudiantes universitarios en el primer “Viaggio d´istruzione” de la asignatura “Storia e critica del cinema”.


El primer paseo por la ciudad fue atardeciendo y con prisas. Se nos presentaba pequeña y antigua y se convirtió en una auténtica ciudad europea repleta de plazas enormes y avenidas anchas llenas de comercios. El periódico La Stampa se anunciaba en luces de neón y las farolas jugaban a iluminar las calles mezclando colores: rojos, amarillos, azules y verdes daban un aspecto psicodélico a la Piazza San Carlo.


A las 21 horas estábamos citados para ver una obra de teatro: Menzogna de Pippo Delbono. ¿Hace falta entender el sentido del arte para que te transmita? ¿Comprender o experimentar? Con esas dudas salimos de la función. Y Turín, la cuarta ciudad más grande de Italia, ya no nos daba de cenar.

La ciudad mágica

Dicen que Turín es una ciudad con energías místicas, que junto con Lyon y Praga forma un “triángulo de la magia blanca”, y que junto con Londres y San Francisco, un “triángulo de la magia negra”. La enlazan además, dos ríos: el río Po representa el poder masculino del sol, y el río Dora, el poder femenino de la luna. Sin olvidar que la ciudad es conocida por albergar en su Catedral la “Sábana Santa”. A nosotros la noche nos la presentó vacía y lluviosa, quizá no supimos recorrerla bien, porque a la mañana siguiente la ciudad era otra: una ciudad verde, alegre, soleada, amplia, diáfana, repleta de esculturas – mitológicas o en recuerdo de guerras perdidas– como las que se reparten por la Piazza Castello, y llena de estudiantes, profesores, padres e hijos que salían a la calle en manifestación coreando una escuela libre y gratuita para todos, una Universidad decente alejada de las leyes de la ministra de Educación.



Museo Nazionale del Cinema
Un mercado coloreado en la Piazza Della Repubblica, una passeggiatta por el centro de Turín y la visita clave del viaje: la entrada al Museo Nazionale del Cinema. Una maravilla, un recorrido histórico desde las sombras chinas hasta la Cámara Oscura. Del primer cine de los hermanos Lumière y los hermanos Skladanowsky, o de las cajas mágicas, para recrear los efectos día-noche, hasta un recorrido por las venas de cada apartado del cine: el guión, los actores, el director, la producción, el público…


La Mole Antonelliana es la Torre símbolo de Turín, de 167 m., se sube en ascensor desde el Museo, un ascensor de cristal que mezcla la sensación de vértigo con lo impresionante de las vistas. Turín es finalmente más grande de lo que parecía. Antes de salir del Museo, aún podemos tumbarnos en una gigante cama redonda, jugar en un laboratorio, correr por el cielo en una bicicleta o decidir qué pastilla tomarnos viéndonos dentro del film Matrix. El Museo del Cine de Turín es absolutamente evocativo, como el cine mismo, es un espacio de fantasía.

Un puerto italiano

Antes de volver a Perugia, hicimos una parada en Génova en la que, además de comer unos riquísimos gnocchi al pesto, hicimos un descubrimiento impresionante. Atención.
En un puerto italiano, al pie de la montaña, vive nuestro amigo Marco en una humilde morada”. Pueblo en cuestión: Génova. Hasta ahí bien. Pero ¿qué pasa al enterarnos de que los italianos no tienen ni idea de quién es Marco ni han visto en su vida estos dibujitos? No pasa nada. Nada hasta que descubrimos el secreto: los italianos cuando son niños ven unos dibujitos con similar trama. Un niño va en busca de su papá junto a su perro (nuestro mono Amedio era sin duda más exótico). Se trata de Sebastián y sale, no desde Génova, he aquí lo más fuerte, sino desde los pirineos españoles. ¿Alguien en España había escuchado alguna vez hablar de Sebastián?

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