lunes, 17 de noviembre de 2008

Cartas de una Erasmus - Entrega 06

Una prueba de madurez

Lo primero que te pregunta un italiano es: “¿Eres una estudiante Erasmus”. Lo segundo, sin esperar respuesta, es decirte: “Entonces, ¿todo el día de fiesta y bebiendo?”.

Esa es la imagen que los italianos tienes de los estudiantes españoles. Probablemente, mejor dicho seguro, hay Erasmus que salen de fiesta ocho de cada siete días y que viven una Erasmus totalmente nocturna, como los hay que viven una Erasmus más recatada y diurna. Pero también hay términos medios, Erasmus que compaginan lo que ofrece el día y lo que ofrece la noche.

Ser estudiante Erasmus es estar en otro país, más o menos similar al tuyo, más o menos diferente, es empaparte de otra cultura, de otra forma de vida, de otros horarios, de otra gastronomía. Es aprender otra lengua, estudiar otro idioma, comunicarte en él, integrarte con él, leerlo, escucharlo, palparlo, utilizarlo. Ser estudiante Erasmus sigue siendo ser estudiante, y por lo tanto, estudiar, aplicarte, sacarte la carrera, no sin aceptar –de acuerdo–, que en principio, las facilidades que te dan por ser Erasmus son mayores.

Ser Erasmus es conocer a un montón de gente, es relacionarte con personas procedentes de muchos países, es estar muy activo, es viajar, descubrir y sorprenderte, es ampliar horizontes, miras, ideas de partida.

De lejos dicen que se ve más claro

Es cierto que ser estudiante Erasmus es una experiencia enriquecedora, y es cierto que en la mayoría de los casos es una vivencia divertida y diferente, en la que lo pasas realmente bien y en la que disfrutas. Pero eso no quita para que no comprendas, especialmente en unos días más que en otros, que estar de Erasmus es sobre todo una forma de madurar, de comprender, de hacerte adulto.

Hay una antigua canción de Joan Manuel Serrat que a mí me recuerda a algunas de estas sensaciones: “De lejos dicen que se ve más claro que no es igual quien anda y quien camina, yo supe que el amor tiene ojos verdes, que cuatro palos tiene la baraja, que nunca vuelve aquello que se pierde, y la marea sube y luego baja. Supe que lo sencillo no es lo necio, que no hay que confundir valor y precio, que un manjar puede ser cualquier bocado, si el horizonte es luz y el rumbo un beso”. Creo que lo dice todo.

La noche y el día

Antes de venir, una compañera de piso me decía: “Yo sólo me iría de Erasmus si quisiera huir, alejarme de todo”. Pero en mi opinión, esa es una forma de viajar más inútil, más ingenua. Si huyes te persiguen porque te llevas a ti mismo en la maleta. Viajar no es huir, o no necesariamente, puedes querer irte y querer continuar manteniendo en su sitio las cosas y la gente que te importan. Por eso ser estudiante Erasmus es también echar de menos y no saber cómo resolver esas emociones, es sentir que te pierdes cosas. Es comunicarte a trompicones y no saber expresarte, es, a veces, hacer daño a las personas que más quieres y no saber luego cómo pedirles perdón. Es impotencia, es crueldad, es amor.

Una de las súperamigas se está planteando no continuar su Erasmus, volverse a casa. Ser Erasmus, a veces, es sentirse perdido. Dicen que esas sensaciones forman también parte de la Erasmus, especialmente en los dos primeros meses, en el tiempo de integración y adaptación. Dicen que igual que aprendemos a compaginar la noche y el día, aprendemos a entrelazar los momentos de subidón, excitación, emoción y felicidad, con los momentos de confusión, añoranza y desconcierto. Por todo eso, ser Erasmus es sobre todo una importante prueba de madurez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese tipo de pruebas lo aprendiste a superar en los campamentos

estrella de mar dijo...

Hace tiempo que no sabía de ti y hoy me he dicho ¿qué será de esta chica?

Y parece que nos hemos intercambiado. Tú en Italia y yo en Madrid.

Y he de reconocer que se me cae la baba y me muero de envidia, y que, créeme, me siento totalmente identificada con lo que escribes.

Italia es burocracia, preparar un viaje para tantos meses un lío y luego organizarte allí peor. Hay gente que va de "orgasmus", otros a aprobar, otros a que les aprueben, otros escapan de la rutina o de lo que sea que tengan aquí.

Otros vamos sin saber porqué y nos volvemos igual, más felices, más abiertos a todo. La crisis de identidad se cebó conmigo y aquí estoy, entre Madrid y Fuenlabrada, matando horas en el metro y echando de menos el Salento.

Así que te digo una cosa: tú disfruta y aprende. Porque el erasmus, ya verás, te cambia la vida. Aunque vuelvas y pienses que todo está igual, cambias tú y cambia todo.

Un bacio (del chocolate de peruggia, mmmm) y vete a las playas del Salento!!