miércoles, 19 de febrero de 2014

Silencio, por favor, y que empiece la función


Siempre que escucho toser en el teatro, o que a mí misma me entra tos, además de pasarlo fatal me acuerdo de Amparo Larrañaga, que en una entrevista decía algo así como que sentía y escuchaba todo lo que pasaba en el escenario y lo pasaba mal, y que por eso ella nunca iba al teatro cuando tenía siquiera un poco de tos. 

Teatro Infanta Isabel
Quizá no hace falta llegar a tales extremos, pero lo que sí es cierto es que el teatro requiere de una concentración y una entrega especial, no solo para los actores -por motivos obvios-, sino también para el público. 

Hace unos días, José Carlos Plaza y su equipo de Hécuba hablaban en un encuentro con el público de que el tiempo que dura una función de teatro saca al actor y al espectador del mundo real (con sus problemas y sus giros) y lo lleva a un espacio compartido. Se trata de eso, de abstraerse y emocionarse con una mentira que si los actores son buenos se convierte en la mayor de las verdades. 

El teatro es un momento único, es el grado máximo de compartir, son los actores y el público sumados al mismo aliento, unidos en la misma respiración, viviendo juntos un tiempo y una emoción que no volverá a sucederse. Por ello exige de esa entrega, de ese respeto, de esa concentración. 

Exigimos a los actores que están sobre el escenario que se den con su energía máxima, pero como público no sólo debemos responder al final con un aplauso que salga del corazón, sino que a lo largo de toda la función debemos entregarnos a ellos, dejarnos hacer, dejarnos cautivar. De este modo el teatro se convierte en la máxima y más bella comunión posible.

(Esta entrada de blog se la dedico a la pareja de los asientos 5 y 7, de la fila 7 del Patio de Butacas del Teatro Infanta Isabel, que hoy han acudido a ver la obra El cojo de Inishmaan. Decirles que aunque ellos no lo sepan, no es suficiente con silenciar los móviles; la constante vibración y los mensajes de whatsapp enviados durante toda la función también molestan y se oyen; decirles que los programas de mano y la revista de 'Smedia' es para leerla fuera de la función, no para arrugarla, doblarla, jugar con ella y hacer ruido incluso hasta soplándola como si se creyeran que son velas. Porque quizá era eso, que se pensaban que estaban en un cumpleaños y de ahí sus conversaciones en el mismo tono que si estuvieran en el bar. Le dedico la entrada a ellos y deseo no volvérmelos a cruzar en un teatro)       

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