miércoles, 7 de marzo de 2012

8 de marzo, por las mujeres que admiro y por la mujer que soy


Pocas veces he admirado a un hombre. Al menos contemporáneo. Mis referentes, por motivos obvios, siempre son mujeres. A ellos puedo amarlos, pero admirarlos me resulta difícil. Tiendo a verlos blandos, consentidos, egoístas, débiles. Soy consciente de que la educación recibida tiene un gran peso en mi visión de los hombres. Ellas, sin embargo, es más fácil que me inspiren admiración. Alguien dijo que soñar con la persona que te gustaría ser es despertar la persona que eres. Creo que es cierto y que por ello siempre he tendido a la observación primero y a la, si procede, admiración después. Mujeres que a lo largo de mi vida me han servido de ejemplo. Creo que las referencias son esenciales para un óptimo crecimiento.

Cumplo a la perfección aquello de ser la hija que terminó convertida en el reflejo de su madre. Como para casi todas las niñas, ella, junto a mi abuela, fue mi primer referente y sigue siéndolo hoy. Pero somos tan idénticas que en ella veo reflejada mi parte buena pero también mi parte mala. Como seres independientes, también muchas otras cosas nos diferencian. Por ello, y en esa búsqueda, desde niña he perseguido -casi con obsesión- esos escaparates en los que vislumbrar caminos a seguir, manos amigas que me guiaran. No será difícil, para quienes me han acompañado en mi crecimiento, ponerle nombre a esas mujeres, profesoras en la mayoría de los casos, por la sencilla razón de que al margen de la familia, es el entorno más cercano hasta que nos incorporamos al mundo laboral. Pensé, sin embargo, que al dejar la etapa educativa, la necesidad de buscar referentes decrecería. Me he dado cuenta, sin embargo, que tener ejemplos profesionales es igual de importante. Con la edad, eso sí, soy más selectiva en mis admiraciones. 

Creo que ser mujer es un privilegio. No significa eso que considere que somos superiores a los hombres. Tampoco soy una feminista, creo que es un término caduco si lo vemos desde el punto de vista histórico. Las mujeres podemos guiar el mundo -¿o alguien duda del poder de Ángela Merkel?-, pero es cierto que el camino batallado para llegar hasta donde ahora estamos ha sido mucho más complicado que el que han tenido los hombres. Celebrar el 8 de marzo significa recordar a todas aquellas mujeres que con sus pequeños pasos en el pasado cambiaron nuestro presente. Pero también creo en la necesidad del reivindicar el ‘Día de la Mujer’ porque estoy convencida de que aún queda mucho camino por andar hacia el respeto y la igualdad de oportunidades plena. Hace unos días leía que una gran parte de las mujeres periodistas abandonan su profesión al llegar a los cuarenta por temor a no poder conciliar su profesión con su vida personal. Una realidad que no sucede con los hombres. Mañana celebramos el 8 de marzo y quiero agradecer a esas mujeres, empezando por mi madre, y terminando por aquellas que tengo cerca y que saben que las admiro, que me sirven de referente; mujeres que, con sus actos, se convierten en ejemplos a seguir

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