jueves, 13 de enero de 2011

Con las botas puestas



Ya nos lo avisó Ander Izaguirre: "El periodismo se hace con botas". Y a mí, partamos de ahí, eso me encanta. Con botas para pisar charcos, para gastar suelas subiendo y bajando las cuestas y para meterse en los sitios con barro, con mucho barro. 

Hace unos días, en el blog que Olga Rodríguez tiene en Periodismo Humano, "El minotauro anda suelto", leía unas críticas al periodismo que me resultaban, desgraciadamente, muy conocidas:

"Pero en España parece que se ha optado por otro modelo de periodismo. Consiste en fichar a la entrada y la salida de las empresas y permanecer en ellas, en las redacciones – más que redacciones habría que llamarlas oficinas- nueve o diez horas seguidas con la mirada fija en el ordenador, viendo cómo caen, uno tras otro, los teletipos".

Pero al mismo tiempo, he tenido la suerte siempre de toparme con periodistas excelentes en todos los sitios por los que he pasado. He trabajado junto a retahilas de redactores decepcionados echando pestes de un oficio que se olvidaron, a fuerza de mal usarlo, de cómo ejercerlo; pero también me he encontrado con periodistas que me dejaban boquiabierta admirándolos y que sabían (y saben) sacar los pies del trasto.

Cuando hace casi tres semanas llegué a Ceuta supe, desde el primer día, que había llegado a un buen lugar. Porque aquí, nada más llegar, te plantan las botas

Voy con los ojos muy abiertos, pero aún peco mucho (y lo que me queda) de inexperta y novata. Como el protagonista de El americano impasible, yo también creo ver "conspiraciones por todas partes". 
Aunque, en mi caso, se quedan en humo de cigarrillo electrónico, sin ni siquiera nicotina. 
Presiento las noticias, pero la mayoría se me escapan. Y me quedo mirando. Y veo, y oigo: a la hija de mi vecina que le pega unos desorbitados gritos a su madre; a un militar español que le susurra algo en el oído a la mujer marroquí que le acompaña; a una madre que empuja un carrito, con bebe dentro, que parece pesarle demasiado; a un grupo de "fuerzas oficiales" armadísimos haciendo ejercicios que parecería que están a punto de atacar la frontera; a un grupo de adolescentes que hablan sobre cómo salir de Ceuta; a un policía que me saluda, pero que no conozco; un montón de tiendas que se llaman 'La Meca', o la llamada al rezo que se escucha a la entrada del barrio de Hadu.

Veo mucho pero alcanzo muy poco. Se me esfuma. 

Pero, como dicen los italianos, piano piano. De momento sigo en ese estado primerizo de emoción en el cuerpo y euforia en la mente. Y sé, porque me conozco, que es mi mejor estado y que tengo que disfrutarlo al máximo para saber recuperarlo cuando lleguen los momentos de melancolía y desapego. 

También he tenido tiempo ya de descubrir quiénes son los periodistas que me dejan boquiabierta en mi nueva redacción.
Y las botas las tengo puestas.

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