lunes, 20 de mayo de 2013

No me imagino más feliz haciendo otra cosa



Siempre, desde que recuerdo, he querido ser periodista. (También, de manera simultánea, otras cosas como maestra de niños pequeñitos, veterinaria o actriz, pero por encima de todo y mucho antes de saber que era esto del periodismo, yo quería ser periodista). Como muchos de los que en esos años teníamos esa intención, yo también leía de adolescente historias de corresponsales, el Mujer en guerra, de Maruja Torres, las Cartas a un joven periodista, las historias de una corresponsal francesa que no recuerdo su nombre pero que me parecían fascinantes y otros del estilo; una vocación de periodista internacional que no ponía fácil mi poca mano izquierda con los idiomas, pero que crecía con las crónicas de conflictos bélicos del telediario. 
Sin embargo, no tardé mucho en preferir el periodismo local. (Tampoco tardé mucho en mejorar mis lecturas y mis referentes periodísticos). Me parecía más útil la información local, y más social, y más 'periodística'. Mis primeros escarceos en periódicos haciendo prácticas me dieron la razón. No había un periodismo más directo que el del cara a cara. Después descubrí eso de las “especialidades”: el periodismo económico, el cultural, el sanitario… No deja de ser todo lo mismo, la misma búsqueda. Cuando llegué a Ceuta ‘reportajeaba’ todo -y así me gané mi primera bronca-. Pero poco a poco, mis gustos volvieron a cambiar -más que 'gustos', lo que pasó es que empecé a aprender- y descubrí que no había periodismo más apasionante que la noticia 'pura y dura'. Nada de reportajes, de ruedas de prensa, de periodismo declarativo o endulzado… Si hay algo que he descubierto aquí es a disfrutar con el periodismo más esencial, ese que no tenía nada que ver con el Mujer en guerra, ni mucho menos con el Cartas a un joven periodista

Sin embargo, la obsesión de ser periodista también flojeó y, a veces, el entusiasmo, viendo el panorama, flaquea. Supongo que, a mi pesar, no todo es el periodismo. Y se cruzan otros mundos.... Otras veces pasa lo contrario, la cosa se pone interesante, o me dan un par de buenas lecciones, y vuelvo a emocionarme como nadie.  Supongo que soy más yo en esos momentos. Sé que no me temblará la mano al estampar la firma por muy comprometida y ‘antipopulista’ que sea una información y sé que el periodismo es importante y que hay, por encima de todo, que respetarlo. No me fío de los ‘periodistas’ que echan pestes sobre la profesión que ejercen ni de los que necesitan de su novio -o novia- para ir a cubrir algo más 'delicado'. 
Amo el periodismo, pero tampoco tengo muchas esperanzas en que la situación mejore y en que el periodismo pueda ser mi forma de vida. Sé que seré periodista siempre, lo ejerza o no, y sé que, efectivamente, es muy difícil imaginarme más feliz haciendo otra cosa. Pero…


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