miércoles, 7 de diciembre de 2011

Amistad a lo largo

"Abrázame fuerte que no pueda respirar"

Compartir, compartirse. A veces les mentimos pensando que así lograremos mentirnos a nosotros mismos. Pero no funciona, los amigos te reconocen más allá de las palabras. La voz puede mentir, pero los ojos no. Por eso a veces, con miedo a enfrentarnos a la realidad, desviamos la mirada. Pero las verdades relucen y los amigos te enseñan a reconocerlas y a sobrellevarlas. Por eso no hace falta pedir ayuda, consejos, un empujón o un abrazo. Los amigos saben cuándo tienen que darlos y los dan. Nosotros, sin embargo, inmersos en nuestro egoísmo, a menudo dotamos de sentido aquella frase de 'Quiéreme cuando menos lo merezca, será cuando más lo necesite', y hacemos sufrir a quienes más nos quieren, estampamos contra nuestros amigos miedos y frustraciones, recelos no justificados, llantos y reproches que, avalados por la confianza, soltamos sin prever que nos arrepentiremos profundamente de haber sido tan narcisistas. Los detalles, en la calma, nos devuelven a la cotidianidad. Desveladas las mentiras, queda la complicidad. Las risas, las nubes, los trayectos compartidos, los secretos y las confidencias -a voces o susurradas-, la comunicación, el alma. El silencio que no incomoda, la caricia, el refugio.
Luego el tiempo pasa. Hay amigos que son estrellas fugaces. Te regalan un deseo, te marcan por una vida y luego desaparecen, aunque ya permanezcan en ti para siempre. Otros -pocos pero inmortales- llegaron y desde el primer abrazo presientes que te acompañarán por el resto de tu vida, que desde cerca o desde lejos, caminan a tu lado. La amistad, a lo largo de la vida, a lo largo de cada segundo de la vida.

(Tarde de manta y peli)


Amistad a lo largo
(Jaime Gil de Biedma)

Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
        Mirad:
somos nosotros.
Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban las noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
--esas que ya no dicen cosas--,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.
Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo todos trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos a los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que no sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.
Ay el tiempo! Ya todo se comprende.

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