miércoles, 16 de marzo de 2011

"Tendencia a hacer literatura, con exceso de retórica"

A veces se me olvida que esto "no es una facultad", que no estoy ya en nuestra clase sin ventanas del máster. Que ésta es la vida real, el trabajo.
Me despisto y olvido que no puedo fallar, que no me puedo tambalear, que mi mundo he de solucionarlo yo y que las debilidades he de dejarlas en casa...

Mientras fui becaria, pensé que lo que hacía era, exactamente, el mismo trabajo que un redactor, pero con menos sueldo. Pero en Ceuta he descubierto que no era así. Como periodista, tengo otras sensaciones. Más ansiedad, más exigencia, más responsabilidad. Más miedo, menos protección. Más vulnerabilidad y más necesidad de que no se den cuenta de esa vulnerabilidad.

Por un lado, la capacidad que se adquiere al especializarse en un área, la 'agenda' de la que tanto nos hablaban en la facultad, la coherencia de asimilar lo que firmas y asumir las consecuencias.

Por otro lado, la inexperiencia como profesional. El vértigo. Defender que eres una buena profesional y, al mismo tiempo, comprobar como no logras deshacerte de tus mismos errores de siempre.

"Tendencia a hacer literatura, con exceso de retórica". Ese era uno de los defectos que señalaron los profesores del máster en mi evaluación.
Enredar con palabras al lector. A veces mi mayor baza; y otras, mi propia horca.

Aludo a una escena de unos años antes, en Segovia. Tras un examen que yo creí haber hecho genial, un cinco de nota. Fui a reclamar. "No se te ocurra entrar o te suspendo", me alertó la profesora. Y me expuso: "Si yo te hubiese preguntado sobre lo que tú me has contestado, tendrías un sobresaliente. Pero te has inventado la pregunta".

Supongo que aquella profesora tenía razón. A veces, echarle "originalidad" y dejar que mi enorme (y a veces traicionera) imaginación vuele, me trae ventajas enormes, me enseña otros caminos. Pero en otras ocasiones, mi "irrealidad", mi "literatura", me juega malas pasadas.

Y así ha sido esta noche. Se me ha ido la mano con la retórica en una doble página informativa de apertura. Y ha sido la causa, merecida, para mi primera "bronca" como periodista, en lugar de cómo becaria. Sumado a mi horrorosa lentitud, que por más que intento controlar, me supera.

No he sabido dejar fuera la literatura y ceñirme a la información. Y cuando lo he rehecho y lo he "objetivizado", los resultados no han sido satisfactorios. Ni he quedado contenta yo, ni nadie.

No he estado a la altura. No sirve de nada saber reportajear, y después no ser capaz de redactar una noticia con pureza informativa, que es, al fin y al cabo, la esencia de esta profesión.

Así que ante la evidencia, no puedes hacer otra cosa que callarte cuando te regañan. Porque tanto el silencio como las palabras te dejan claro lo mucho que como periodista tienes que mejorar.

A veces se me olvida que esto "no es una facultad", que no estoy ya en nuestra clase sin ventanas del máster. Que ésta es la vida real, el trabajo.
Me despisto y olvido que no puedo fallar, que no me puedo tambalear, que mi mundo he de solucionarlo yo...

Aunque por muy periodista que ahora sea, haya días que me sienta igual de 'verde' que al entrar en la facultad, pero con más años y más inseguridades, que se potencian, además, cuando no quieres defraudar pero sientes que demasiado mundo se te queda grande...

...y que las debilidades he de dejarlas en casa.

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