sábado, 26 de diciembre de 2009

Las horas



"Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido todo lo que alguien puede ser para otro. Sé que estoy destrozando tu vida. (…) Ni siquiera me expreso debidamente. Lo que quiero decirte es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has tenido una paciencia infinita. (…) No creo que dos personas puedan ser más felices de lo que hemos sido nosotros."
Fdo.: Virginia Wolff


El reloj de arena, con los bordes de plástico rojo, esperaba escondido debajo de la escalera. Y justo en el momento de partir, cuando el tiempo se había terminado, apareció. Había llegado la hora. Y el tiempo no se detuvo.
Durante unos segundos, el reloj de arena deja pasar el tiempo, como si concediera la libertad, pero, al final, la arena se deposita entera al otro lado, el tiempo se ha esfumado. Durante ese instante, casi imperceptible, ha pasado la vida. 

Un ronroneo. Un verso cogido al vuelo en una canción durante aquel concierto. La última mirada, la de verdad. El bombón deshaciéndose en la boca. El primer salto del baile. El último latido del corazón. Y debajo de las sábanas ganarle la batalla al frío. 

Y en esos mismos segundos, en los que pasa de un lado al otro la arena, la otra cara de la misma vida. La palabra áspera en una llamada ingenua. La huída. La pregunta hiriente. La lluvia que moja los pies. La despedida. El segundo de olvido con consecuencias eternas.

Cuando Virginia se suicidó en el río, Laura decidió optar por el lado inseguro de la vida. Mientras, Clarissa besó al pasado y se olvidó de ser consecuente. El tiempo, ese instante eterno, estaba cambiándoles su mundo.
La lucha contra el tiempo a fin de encontrarle un sentido a la vida. Y hallarlo tan sólo en la muerte, en la elección. La muerte perseguida, temida e intransigente poniendo a la vida en su lugar perecedero.

Virginia Woolf (Nicole Kidman), recluida en el campo para sanarse de una depresión, está escribiendo Mrs. Dalloway. Laura Brown (Julianne Moore), ama de casa en los años 50, está leyéndolo mientras hace y rehace una tarta de cumpleaños. Clarissa Vaughain (Meryl Streep), editora en Nueva York, engendra a la Mrs. Dalloway contemporánea mientras sobrevive a su amor eterno, un poeta gay que está muriéndose de sida. La vida compartida. La fragilidad refugiada, aparentemente, bajo una capa de polvo y de frialdad.

Las flores, la muerte, la homosexualidad, el festejo, el silencio y el llanto desorientado… nexos comunes. El alto precio de la libertad y de la coherencia. La ambigüedad. Los desayunos de reproches con té. La confusión. La limitación auto impuesta. El abandono.
Mirar la vida a la cara y conocerla por lo que es. La mañana más corriente en la vida de cualquiera.
El instante en el que decidir, antes de que el reloj de arena con los bordes de plástico rojo marque la hora, si las ganas son de morir o de vivir.

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