Pasan la una de la madrugada y debería dormir. Más que nada porque tengo que estar a las siete y media de la mañana en la redacción.
Supongo que 'rallarme' no soluciona nada. Sé por experiencia que dar vueltas en círculo solo lo hacen los ponis de feria.
Hoy he entrevistado a un joven inmigrante de Somalia. Llegó a Ceuta cuando yo estaba en la universidad. El verano en que terminé la carrera lo deportaron. Pero se equivocaron de país y se encontró en Nigeria sin conocer a nadie, sin dinero, sin ánimos. Ha tardado dos años en volver a convertirse en un inmigrante ilegal en España. Uno de los más de 700 que aguardan una solución 'atrapados' en Ceuta.
Cada uno de ellos arrastra su drama. Guerras, en su mayoría, que les obligaron a dejarlo todo por sobrevivir.
Algunos se buscan un trabajo en la ciudad para sostener la espera. Como Youssouf, que trabaja de 'aparcacoches'. Pero más que por dinero, lo hace "por no darle vueltas a la cabeza".
Parece que lo de 'comerse el coco' es universal. Pero qué diferencia entre unas 'neurosis' y otras. Me he pasado un par de días dando vueltas sobre los mismos temas: ansiedades, conflictos internos, roces con compañeros, vocaciones, amistades, vanidades no resueltas, abrazos, dudas constantes... Paranoias varias que no llegan a nada y que ni siquiera me atrevo a relatar y explicar mirando a los ojos. Castillos de naipes que destruye el Levante de estos días. A veces no soy capaz de compartir mis pequeños problemas. Quizás por eso me refugio en este escaparate que yo me hago creer a mí misma que es infranqueable.
Escribo en un folio mientras mi gata no cesa de morderme.
A estas horas, varios de los inmigrantes que he entrevistado esta tarde estarán durmiendo al relente. Más allá del color, de la riqueza, del idioma, nos unen las vueltas a la cabeza. Eso es propiedad de cada uno de nosotros, conflictos mentales que, más nimios o más trascendentales, nos provocan insomnio. Nuestro pequeño mundo que para nosotros es enorme. Pero algo nos diferencia, y es que yo tengo algo que no tienen ellos: la posibilidad de elegir.
Hoy he recordado que el periodismo me apasiona porque me permite desayunar con un político ecologista, comer con una pintora artista, merendar con un inmigrante y cenar un cúmulo de ideas renovadas. Me gusta las 'historias humanas', me gusta conocer a los humanos que están detrás de las historias. El periodismo te ofrece la riqueza de darte cuenta de que, en paralelo a tus miserias, hay un mundo enorme al alcance de la mano en el que todos tenemos cabida.
3 comentarios:
Me encantó esta entrada. Saludos africanos, compañera :)
Un beso, chica. Por dónde andas ahora?
En casa, en mis Islas Canarias... aunque ya estoy planeando una nueva escapada. Me esperan nuevas ciudades, nuevos amigos y nuevos trabajos.
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