¡Titiritero, allez hop!
de feria en feria.
Siempre risueño,
canta sus sueños
y sus miserias.
La abstracción se genera en cuestión de segundos. En Ceuta he aprendido a desconectar. Si sé ausentarme en un fin de semana, con más razón en quince días. Por eso volver a trabajar ha sido como un jarro de agua fría que ha estado ( y está) acompañado de un incesante dolor de cabeza. No echaba de menos trabajar, ni por pasión primeriza. Y eso no debe ser bueno. Lo que sí tenía ganas era de achuchar a algunos, pero en contextos ajenos. En la nube. Tampoco es bueno añorar. Hoy me he visto desde fuera. Era como un rollo de fotos de los antiguos, podía salir y entrar y las acciones evolucionaban pero permitiendo incorporarme en cualquier momento. Suserrealismo preciso y ordenado. Un negro muy claro. Turquezas. Y la mente a una velocidad mucho mayor que mi capacidad de escritura. Claro que eso tampoco es demasiado difícil.
La feria. Escenario en el que he aterrizado. Deambular entre cacharritos, sola en la madrugada, preguntándome a quién preguntar. He cubierto la feria en todos los medios en los que he trabajado. Se repiten, como las frases de un mantra. Pero todas son similares. Es más, empecé a ser prácticas gracias a unas ferias. Lo primero que publiqué en prensa, ferias. Pero esto venía de antes. De una adolescencia veraniega de curranta en las Colombinas. Quizás por eso mis amigos asocien estos festejos a que yo trabaje en ellos. Fui primero niñera de niños feriantes y después parte de ellos, tombolera. Mis primeros ahorros los hice en la feria. Quizá de aquello he heredado tener este alma de titiritero.
Agosto. Nube mental, ferias, ¿Y de qué voy a escribir mañana? Dios proveerá... o, en pleno Ramadán, Alá. Empieza el estrés. Creo que estas vacaciones he pensado demasiado, pero sólo puedo contar la mitad. Por qué no sé cuánto de todo esto es verdad...
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