viernes, 28 de marzo de 2008

El teatro es un juego

Era enero, llovía, yo tenía trece años y mi padre quiso regalarme una noche de teatro. No era la primera función que veía, ¿quién no recuerda esas aburridas obras de teatro a las que nos llevaban en el colegio? Esas funciones fueron en muchos casos culpables de que los niños nos desapegáramos del teatro, al menos en las ciudades pequeñas. También un año antes había visto otras dos funciones con mi madre: "Jesucristo Superestar" y "Un marido ideal", pero no fueron las mejores animadoras. Aún faltaba aquel enero.

Aquel enero, la niña que iba dejando de ser niña fue atrapada por una fuerza atrayente con una función que se llamaba “Decíamos ayer”.

El teatro, tal y como lo conocemos hoy, nació en las trincheras de guerra para hacer frente al aburrimiento. Pero sólo el que es semejante al actual. Podemos imaginar cómo el mundo que olía a pólvora se detenía entre risas olvidadizas.

Cuando sube el telón, el mundo deja de dar vueltas.

García Lorca decía que el teatro era “el termómetro del pueblo”. El 27 de marzo de 1962 se inauguró en París el Teatro de las Naciones, ITI, Unesco, que es un festival de teatro de los países del mundo. En conmemoración, el 27 de marzo los telones se levantan y se celebra el Día Mundial del Teatro. Puedo recordarme en 27 de marzos adolescentes corriendo entre las bambalinas del Gran Teatro de Huelva ahuyentando fantasmas de tramoyas o animando cual duende. Poca gente y pocos espíritus teatrales a excepción de los que por allí corríamos. Acostumbrada a ello, me sorprendió ver ayer, día del teatro, a tanta gente por todos lados. Madrid vive todo intensamente, y acogió con fervor y entusiasmo las propuestas teatrales de la llamada “noche de los teatros”, desde las cinco de la tarde hasta la una de la mañana Madrid se colocó las máscaras y calentó sus termómetros.

El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana” escribió también Lorca… ayer se hizo en Madrid profundamente humana. Primero me llamó la atención la amplia diversidad de actividades, después, cómo las entradas se iban agotando para todas las actividades, las gratuitas, las caras y las baratas, cómo las colas se hacían interminables, cómo la gente se implicaba…

Esa visión que yo recordaba del teatro como espectáculo marginado en una cultura audiovisual aquí no existía. Aquí la gente apostaba a ciegas por el teatro, se enamoraba de él, o al menos, eso se palpaba en las colas, en colas ansiosas.

Entré en “La pintura a escena, el siglo XIX en El Prado” a las siete de la tarde. Sonaba el piano. Dos actores y dos actrices. De la locura de amor de Juana la loca a las sonatas a la muerte en fusilamientos bélicos. ¡Aún dicen que el pescado es caro!... y la pintura se hizo palabra y la palabra, alma.

Si tuviera que introducir a un niño en el mundo del teatro jamás lo llevaría a ver un clásico declamatorio ni a un musical, a nada que se asemeje a los ballet rusos escolares ni a una clase de literatura, comenzaría con una comedia, o aún mejor, con una función de terror…

Entonces recuerdo “Decíamos ayer”….

Y cuando el telón se baje, y el mundo siga dando esas vueltas, a veces tan absurdas, que da, la chispa de la máscara, el guiño que tras ella se esconde, envolverá el ambiente. El teatro huele diferente, palpita a otro ritmo, y es interesante verlo correr por las calles de Madrid de un modo tan diferente a como recuerdo verlo esconderse por las calles de Huelva… a medias entre la duda, la sorpresa y la ilusión.

Pero sobre todo, tiene razón el dramaturgo inglés Peter Brook cuando dice…olvídense de todo… “El teatro es un juego”.


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