Dos años.
Un mes.
Cinco meses y una semana.
Por ejemplo.
Haciendo cuentas siempre, para atrás, para adelante. Volver, pisar el mismo camino. Equivocarse sabiendo que se falla.
Masoquismo en su pura esencia.
Cinismo. Ante la evidencia.
Chamarra roja, chaquetón rosa. Blusa azul, blusón burdeos.
Un año y un mes. Los mismos cafés, ya fríos. Las mismas sonrisas, ya mentirosas.
Una mesa marrón, una mesa verde. Otras muchas mesas.
Desorden absoluto. Como presintiendo la inexactitud, el abandono, la incomprensión, el egoísmo, la pesadez, los nervios cuando no se controlan.
Abril, hoy. Un año, dos años. Y así... ¿tres años? cuatro, cinco... la vida sigue, si no te estrellas.
Evidente, claro. Si lo oyes, si lo omites, si lo olvidas. Si te olvidas, si me olvidas, si te olvido, si nos olvidamos, si lo olvidamos. Es lo que tiene el tiempo, lo que tienen las memorias, las bandejas de entrada, las fotos, los pasillos, los carteles, los pensamientos, la tarde azul... y la noche, que nunca fue eterna.
Dos caminos. Cuatro tiempos, lo antagónico.
Lo prometí, pero no lo cumplí. Como siempre. No se detuvo el tiempo. Y ni siquiera fue hacia adelante. Ayer, sí, quizás. Hoy hacia atrás. Mañana se repite. Y así, a saltos. Incomprensible. Sin soluciones. Y triste, siempre triste. Y traicionero. Y único, y bello. ¿El tiempo? Sí, y todo lo demás.
Por los aires, como en la película. Lo intento, pero la vida no es un cine.
Dos años, por ejemplo.
Un mes.
Cinco meses y una semana.
Quizás. Ayer, o mañana, u hoy.
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