Uno de septiembre. Después de la tempestad, siempre llega la calma. O eso dicen. Y en Galicia, parece ser una constante. Desde mi ventana, veo como el sol va reflejándose en el mar que me alegra la vista cada mañana y me viene a la mente el "Agosto resucita ell verano gallego" con el que Óscar, bajo lluvias, dejaba titulada una crónica para hoy. Pero ahora ya no llueve y yo me alegro de que nos hayan entrado refuerzos con cara de niño bueno. Así que ahora somos el grupo mayoritario: Tres becarios, dos redactores, un editor y un jefe.
Ayer fue uno de los días más ajetreados que hemos tenido en la sección en todo el verano. Uno de los motivos por los que me gusta ser periodista es porque es el único modo de saber qué y cómo se cuecen las historias... Repite la mítica frase Arcadi Espada en un libro que ando leyendo estos días: a periodistas y a policías, la realidad no va a estropearles una bonita historia. Y si ésta trae muertos, aún menos.
Casi hago pleno. Llego a la redacción algo antes de mediodía. Me entero que -una de cal y otra de arena-, tras unas semanas en la nevera, por fin se publica mi reportaje, pero que se han perdido las fotos. Paso la mañana tanteando los temas de esta semana y dándole la bienvenida a Óscar. Nos despedimos de Carla. El final de agosto, no es sólo -para unos el inicio, para otros el final- de las vacaciones. También es para algunos de nuestros compañeros, el preambulo de las clases y el final de las prácticas.
Después de la comida, empieza el ambiente. El crimen de Toén se publica hoy bajo el titular de "El ex novio de Laura Alonso confesó al saber que registrarían su casa". Pero eso sucedió entrando la noche y hasta entonces se barajaron miles de titulares. Desde un "la chica no tiene signos de violencia, igual no ha sido un asesinato" a... "parece que hay pruebas, ¿y el bolso?, se va a proceder a un registro, se suspende el registro, que regrese la jueza, parece que el ex-novio va a confesar..." Y mientras los mayores de 30 evocaban Twin Peaks, los menores aludíamos a Motivos Personales. El teléfono no paraba de sonar, los jefazos de pasearse redacción arriba-abajo, y el redactor jefe de gritar y acelerarse, que a este ritmo de vida no llega a los cuarenta.
No hay mejor clase que la de ayer para entender que las noticias nacen, se alimentan, se reproducen y mueren como cualquier ser vivo.
Y no todo fueron muertos, hubo también prisas, esperas y trabajo bajo presión. Discusiones y risas. Un barco sin aparente gobierno y un redactor que en dos minutos tiene toda la información en la palma de su mano con dos llamadas: "Mueve tus contactos". Eso sí que es una clase práctica de la importancia de la agenda.
Lo cierto es que así relatada, la tarde parece carecer de la emoción y el ajetreo que sí tuvo. Por eso, cuando a las once de la noche Laura, Óscar y yo (los tres becarios), cruzábamos la puerta del periódico para dar por finalizada una jornada laboral de casi doce horas, a ninguno nos extrañó que Laura repitiera aquello de que "con razón los periodistas tienen el record en índices de divorcios y de alcohólicos".
Nos fuimos a cenar y a criticar la profesión, los horarios, el ambiente, los jefes, y todo lo que tuviese que ver con el Periodismo. Para después de "despotricar a gusto", asentir con caras embobadas de periodistas novatos el "pero la verdad es que la tarde ha estado guay" con el Óscar daba por concluidas nuestras críticas.
Uno de septiembre, decía. Es la primera vez que ando haciendo prácticas este mes, acostumbrada a acabar siempre en agosto. Me he despertado con ganas. Aunque con ganas de periodismo, no con ganas de estudiar inglés que era el verdadero motivo por el que había puesto mi despertador a las ocho. Esto sólo era la excusa para retrasar el ineludible encuentro matutino con la odiosa lengua de Shakespeare.
Casi hago pleno. Llego a la redacción algo antes de mediodía. Me entero que -una de cal y otra de arena-, tras unas semanas en la nevera, por fin se publica mi reportaje, pero que se han perdido las fotos. Paso la mañana tanteando los temas de esta semana y dándole la bienvenida a Óscar. Nos despedimos de Carla. El final de agosto, no es sólo -para unos el inicio, para otros el final- de las vacaciones. También es para algunos de nuestros compañeros, el preambulo de las clases y el final de las prácticas.
Después de la comida, empieza el ambiente. El crimen de Toén se publica hoy bajo el titular de "El ex novio de Laura Alonso confesó al saber que registrarían su casa". Pero eso sucedió entrando la noche y hasta entonces se barajaron miles de titulares. Desde un "la chica no tiene signos de violencia, igual no ha sido un asesinato" a... "parece que hay pruebas, ¿y el bolso?, se va a proceder a un registro, se suspende el registro, que regrese la jueza, parece que el ex-novio va a confesar..." Y mientras los mayores de 30 evocaban Twin Peaks, los menores aludíamos a Motivos Personales. El teléfono no paraba de sonar, los jefazos de pasearse redacción arriba-abajo, y el redactor jefe de gritar y acelerarse, que a este ritmo de vida no llega a los cuarenta.
No hay mejor clase que la de ayer para entender que las noticias nacen, se alimentan, se reproducen y mueren como cualquier ser vivo.
Y no todo fueron muertos, hubo también prisas, esperas y trabajo bajo presión. Discusiones y risas. Un barco sin aparente gobierno y un redactor que en dos minutos tiene toda la información en la palma de su mano con dos llamadas: "Mueve tus contactos". Eso sí que es una clase práctica de la importancia de la agenda.
Lo cierto es que así relatada, la tarde parece carecer de la emoción y el ajetreo que sí tuvo. Por eso, cuando a las once de la noche Laura, Óscar y yo (los tres becarios), cruzábamos la puerta del periódico para dar por finalizada una jornada laboral de casi doce horas, a ninguno nos extrañó que Laura repitiera aquello de que "con razón los periodistas tienen el record en índices de divorcios y de alcohólicos".
Nos fuimos a cenar y a criticar la profesión, los horarios, el ambiente, los jefes, y todo lo que tuviese que ver con el Periodismo. Para después de "despotricar a gusto", asentir con caras embobadas de periodistas novatos el "pero la verdad es que la tarde ha estado guay" con el Óscar daba por concluidas nuestras críticas.
Uno de septiembre, decía. Es la primera vez que ando haciendo prácticas este mes, acostumbrada a acabar siempre en agosto. Me he despertado con ganas. Aunque con ganas de periodismo, no con ganas de estudiar inglés que era el verdadero motivo por el que había puesto mi despertador a las ocho. Esto sólo era la excusa para retrasar el ineludible encuentro matutino con la odiosa lengua de Shakespeare.
1 comentario:
Qué marginada me tenéis, sólo por escribir cosas internacionales y no gallegas :(
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