jueves, 16 de agosto de 2012

Periodista de sucesos


Como una muñeca rusa, o una cebolla. Sólo en el fondo está la noticia, la esencia que te hizo amar esta profesión. Poco hay más emocionante que escribir un suceso. Pero poco hay también más difícil. Hay que despejar y llamar a puertas y discernir. Pero no basta, hay que despejar bien, llamar a las puertas bien y discernir bien. Lo demás son dudas. Y esa confusión provoca que de mil vueltas en la cama sin atreverme a preguntar. No tengo valor para escuchar las respuestas. La realidad choca con la utopía y resulta que demasiados intereses que se me escapan confluyen en cada capa de la dichosa cebolla. La responsabilidad de contar la verdad, de distinguir el grano de la paja, de poner en la balanza directrices, creencias, apegos y profesionalidad. Demasiadas tangentes que no entiendo. 
Un domingo desastroso -lo mío no es organizar-, un lunes de espejos rotos, un martes horrible y un miércoles para olvidar. Quizás debería haber sido enfermera, o maestra. 
Creo que he olvidado todo lo que aprendí en la asignatura 'Crimen y castigo'. No recuerdo qué matices te hacían llegar a la última muñeca rusa. La inexperiencia no ayuda, el carácter tampoco. Demasiados elementos en contra en un gazpacho emocional. Hoy no quiero ser periodista, por mucho que sea la profesión más bonita del mundo.