jueves, 19 de julio de 2012

Ama lo que haces... o abandona


Mañana hay convocada manifestaciones por toda España en contra de los recortes de un Gobierno que quiere amargarnos la vida a todos. No se habla de otra cosa más que de la existencia ruinosa que llevamos, de la que cuando comienza a mejorar estaremos demasiado mayores -o muertos- como para disfrutarlas. ¿Qué queda si la vida no era como nos la contaron?

Los que sobrepasan los cincuenta años ven como todo lo que consiguieron se desmorona. Hoy decía la radio que desde primero de Economía se sabe que no se puede terminar de ahogar a alguien si lo que se quiere es salvarlo. Las nuevas medidas adoptadas por el Gobierno no hacen más que prolongar la agonía.
Cada cual ve la ruina desde su perspectiva, los que pierden lo que alcanzaron, los que lo rozaron tan sólo y los que no hemos llegado a ser conscientes de la vida. 
A los de mi edad -demasiado viejos para morir jóvenes, demasiado inmaduros para haber levantado nada sobre cimientos muy amueblados- no cesan de llamarnos la generación perdida. Crecimos entre algodones donde no sobraba nada, pero tampoco faltaba. No fuimos niños mimados, pero sí sobreprotegidos. Éramos conscientes de que costaba sudor y lágrimas cada gramo de confort, de ese que nos arropaba cada noche. Vimos a nuestras madres hacer malabares con las nóminas de clases medias y soñamos con ser, al menos, tan solventes como ellas. Estudiamos al arropo de unas familias que, como aprendimos en Sociología, ejercían de colchón ante las crisis. Estuvimos tan a 'la calor' que no supimos crear mecanismos de defensa para el día en que nuestros propios sueños se convirtieran en nuestra trampa mortal. 
Fuimos la generación de los pájaros sobrevolando nuestras cabezas

Pero llegaron los malos tiempos, la tan nombrada crisis, y nos pilló sobreformados, con carreras y máster a pares, pero sin ningún tipo de resistencia a la frustración. La mayoría, relegados al desempleo denigrante. Los pocos -afortunados-, explotados, ilusos y enjaulados. Nosotros, que íbamos a protagonizar el mundo y nos convertimos en la generación de confundidos, los idealistas de 'Ama lo que haces..o abandona'. Todo blancos o negros, sin los matices de las desilusiones. Ciclotímícos asustadizos. 

Cuando la crisis pase seremos demasiado mayores como para ser jóvenes y la oportunidad perdida, no vuelve. ¿Qué queda? ¿Manifestarse? ¿La palabra? ¿La agonía? ¿Amar... o abandonar?