lunes, 4 de junio de 2012

Debilidades de 'plumilla'



A veces los intereses -y pensamientos- se entremezclan, el oficio de escribir (sobre otros) se complica, las presiones -de un lado y del contrario- empujan en direcciones que no alcanzan ningún punto en común. La coherencia o la ausencia de lágrimas. Es difícil. No es fácil. 
Batalla de poderes. O individualidad. Decidir si arriesgar o no, o simplemente saber dónde termina la línea de la profesionalidad y empieza la de la ética. La fuerza frente a la debilidad. 

En las facultades de Periodismo no enseñan a tomar decisiones ni a hacer frente a las consecuencias. Supongo que crecer -profesionalmente hablando- es también perder peleas, agachar la cabeza y no encontrar el camino adecuado. 
Perderte en tu caos de periódicos y vida. 
Pensar, aunque sea por unas horas, que nada de esto que amas merece la pena; para empezar, porque no estás a la altura, o porque -tan fácil y tan complicado- no estás dispuesto a esforzarte por estarlo. Recordar mil citas sobre 'plumillas', pero que hoy ninguna encaje.

Tres horas después...
 Y la cita apareció. Siempre aparece, aunque sea por puro 'realismo mágico'.
"El periodista es una especie de hombre de confianza que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de estas para luego traicionarla son remordimiento". (Janet Malcolm)
 Sólo que no siempre se traiciona, y esa 'no traicción' te convierte, supongo, en peor periodista. 


viernes, 1 de junio de 2012

Pudor


"En medio de la oscuridad de la noche, cuando por la calle no pasa un alma y no veo más ventana encendida que la mía, le digo a mi voluntad

—Déjame resistir una hora más. No debo irme a dormir sin dejar mi post colgado. ¿Un post es un apunte contable, una obligación contraída con un banquero moral, un telegrama al pasado, una botella con un mensaje lanzado por la borda de un barco de cabotaje al que ni la oscuridad ni los temporales detienen?"



Esta "declaración de principios" me hizo recordar que, a lo tonto, casi han pasado dos meses desde que escribí mi última entrada. Excusas tengo para llenar este tiempo: un cambio de casa, por ejemplo. Alguna que otra excursión en los pocos días libres y, sobre todo, como siempre, mucho trabajo. Otros lo quisieran, entre tanto paro. 

Pero el caso, que serían excusas. La verdad es que no he escrito por un ataque de pudor. Tras la última entrada de blog, fui consciente  -me hicieron ser consciente- de lo expuestos que quedamos al escribir; frágiles hasta el límite de que tus palabras y tus reflexiones pueden ser utilizadas por otros -de una manera rastrera- en contra de uno. 

Carecemos de pudor, y por ello, escribimos palabras 'subliminales', versos melancólicos, dudas eternas y 'estados' agresivos. Las redes sociales nos ayudan. Los amigos -contados por centenares- de 'Facebook' descubriendo tu intimidad a través de fotos que ya no guardas en álbunes privados. La soledad enfrentada a golpe de tecla. La privacidad devorada con un 'Me gusta'. Somos exhibicionistas, luchamos contra nuestros miedos 'colgando' nuestra cara más bonita. Perdemos el pudor para ganarle la batalla a la realidad.

Por eso, a veces no viene mal un ataque de pudor. Te ayuda, al menos, a ser más precavido, más astuto, menos ingenuo.