lunes, 30 de noviembre de 2009

Escribir

Escribir ante la duda. Escribir como pertenencia. Escribir frente a la desconfianza, pese a la vulnerabilidad. Escribir ante el olvido, y a pesar de la memoria. Escribir por los sueños efímeros, y por los perennes. Escribir ante el dolor, y para paliarlo. Escribir por ego, y para frenarlo. Escribir para resistir, para no hundirse, para resucitar, para salir adelante. Escribir ante las familias descompuestas, ante las amistades fracasadas, ante los amores muertos. Ante el estado de descomposición. Escribir como salida, como vía, como utopía. Escribir frente a la mediocridad. Escribir para encontrar sentido cuando no existe. Escribir para que no ganen las mentiras. Escribir para no caer en la hipocresía. Escribir para encontrar miradas al alzare la testa. Escribir por dignidad. Escribir como camino y no como meta. Escribir ante los sueños, ante lo imposible. Escribir por encima de la melancolía. Escribir para abrir los ojos y para frenar el miedo. Escribir como súplica, como deseo, como grito. Escribir para no hablar, pero tampoco callar. Escribir para no tener frío. Escribir para secar las lágrimas. Escribir para sacar la alegría. Escribir para ahuyentar a los monstruos. Escribir para atraer a las hadas y a los duendes. Escribir para no autodestruirse, ni inmolarse, ni oscurecerse. Escribir para fijar ideas. Escribir por no dejar de creer en la esperanza. Escribir para ordenar el caos. Escribir para no conformarse sólo con sobrevivir.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Luces en Madrid

Desde Gregorio Marañón hasta Banco de España. Camino por la Castellana y Recoletos para descubrir que hoy, precisamente hoy, esta ciudad ajena, contradictoria y cruel se llena de luces. Siete millones y medio de luces que alumbrarán 170 espacios hasta el seis de enero. Y tanta luz no hace más que deslumbrarme. Qué odiosamente bella está Madrid. Empieza la Navidad, y bajo tanta iluminación, aún es más difícil desaparecer.


jueves, 19 de noviembre de 2009

Arcadi Espada: "El periodismo se compra"


“El periodismo se compra”. Así de directo y enigmático nos lanza el periodista Arcadi Espada, actual colaborador del diario El mundo, una primera premisa de su nuevo medio. Un fondo en negro en una página de Internet y una sucesión de ideas: “El periodismo no se vende. El periódico nació de los ciudadanos y ha acabado viviendo del poder. Los hechos se han convertido en opiniones y las opiniones en hechos.” Y continúa. Alusiones poéticas. Aquellas dos Españas que helaban el corazón. 
Y concluye con una pregunta: ¿Estás satisfecho con el periodismo actual? La respuesta se presupone y la enigmática página te dice: “Déjanos tu e-mail y tendrás buenas noticias muy pronto”.
La curiosidad nos puede. Y le dejamos el e-mail.

Arcadi Espada, autor de libros como Periodismo práctico, ha iniciado de este modo el lanzamiento de un nuevo medio digital, que nace con un presupuesto inicial de 250.000 euros, y al que denominará Factual, en un juego de palabras entre ‘facto’ (hecho en latín) y ‘actualidad’.

Las redes sociales, los correos electrónicos e Internet son, a dos semanas de la apertura del medio, el vehículo para publicitarlo.

Pasan un par de días y un mensaje parpadea en tu correo. Es Arcadi. Una propuesta de contrato te invita a poner en práctica que el periodismo se compra. Su nuevo medio incita a los lectores potenciales a suscribirse al medio por un precio de 50 euros al año. Además, quien se suscriba antes de que el medio salga a la luz, está invitado a visitar la redacción durante los primeros 100 días desde su salida.

Entonces, recuerdas cómo se presentaba aquel libro de Periodismo Práctico en la contraportada. Leías: “Arcadi Espada lleva toda una vida preparando este libro, esto es, leyendo diarios a diario. Haciendo periodismo práctico”.

En ese momento y con la oferta del contrato aún parpadeando en tu correo, reflexionas: ¿el periodismo se compra? ¿Se está desvalorando el papel del periodista si no se paga la información que genera? ¿Conseguirá Arcadi que, en medio de esta crisis, futuros lectores paguen 50 euros por un medio que aún no existe?

Sigues haciéndote preguntas: ¿qué papel juega el periodismo en la sociedad? ¿Estaríamos bien comunicados si la información solo fuese generada por ciudadanos en lugar de por profesionales? ¿Tendrá éxito esta premisa de vender el periodismo digital? Y mientras, en mi correo electrónico sigue Arcadi parpadeando.

martes, 17 de noviembre de 2009

Festival EÑE: Mejor leer que ver

“La lectura no soporta la voz imperativa”, apunta Fernando Savater citando a Daniel Pennac. Y luego lo compara con un cocido: "Por obligación puede resultar indigesto; bien asumido, exquisito".
Durante dos días, escritores, profesores, periodistas, filósofos y artistas varios han debatido en el Círculo de Bellas Artes de Madrid sobre diferentes aspectos del mundo literario, en el marco del Festival Eñe.
Savater aconseja desvestir a la lectura de su valor instrumental y obligatorio para entregarla al placer. Y alguien, entonces, le reprocha lo absurdo del planteamiento argumentando que hoy, gracias a esa imposición, se lee más. “Se venden más libros que antes, pero se leen menos. –responde él– En Navidad se regalarán muchos libros… para decorar las estanterías”.

Pero del mismo modo que criticó la imposición, alzó la figura del mentor, del guía de lectura, del maestro. Y quienes hemos tenido la fortuna de, en momentos de nuestra vida, tener un “tutor de lecturas”, alguien que, sin imposición, y con sutileza, sepa colocarnos en las manos el libro que necesitamos justo en el momento adecuado, entendemos las palabras de Savater porque asumimos que aquellas "incitaciones" marcaron nuestra pasión literaria.
El escritor intentó contagiar entre los presentes el placer de leer, aunque reconociendo que son muchas las competencias a las que hoy se enfrenta la literatura, y continuando con referencias, citó a David Olson: “El habla nos hace humanos; la lectura, civilizados”.

Pero no fue la lectura el único tema que se debatió durante el festival. Muchos escritores quisieron quemarse en su propia hoguera de las vanidades y explicar en qué consiste la labor de creación de sus obras. Pero si no hay delicia comparable a leer un buen libro, no hay modo peor de alejar a los lectores que darles a conocer de primera mano a los escritores que habitan tras los libros. No ocurre siempre, pero a menudo tras un excelente escritor se esconde un mal orador. Considero que mejor le iría a la literatura si de sus autores sólo supiésemos el nombre, o a lo más, el mito, una maraña de anécdotas de las cuales no se sepan qué hay de real y qué de falso. Pongo un ejemplo (totalmente subjetivo), por muy buena literatura o periodismo que haga, me extraña que alguien sea capaz de leer agradablemente a Javier Marías si lo ha escuchado dar una conferencia. 

La lectura y el oficio de escritor desembocaron en temas más abstractos, en esas materias primas de las que se componen vida y literatura: de memoria y necesario olvido, de dolor y amor contrapuestos. De la verdad “que es una casualidad, que podría ser como podría no ser”, en palabras del poeta Antonio Gamoneda. Las palabras y el alma: se perdona o se maldice. Y alguien continuó hablando. El tiempo: “el presente es la premonición del pasado; el futuro, literatura”, recitó el fotógrafo Alberto García Alix en una magnifica mezcolanza de poesía, fotografía y erotismo.
La escritura como escape o como salvación. “Las palabras se quiebran cuando el lector las comprende", anotó Guillermo Fadaneli analizando la literatura como autodestrucción. ¿Es necesario que el lector comprenda el significado que el autor quiso expresar? ¿O es preferible que haga su propia lectura? Que empatice, que se emocione…

En otro tono, Soledad Puértolas añadió: “Mi oficio es contar historias. No tiene que ver con la cultura, sino con la fantasía”, y relacionó sus inicios con la enfermedad. “Estar enferma durante una gran parte de mi infancia, me regaló la literatura, pero me arrebató la confianza.”. Otro tema: Escritura y vulnerabilidad. Y el Festival Eñe concluye dejando las puertas abiertas.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Y desapareció





No recordaba si aquellos ojos, en los que tan reflejado se sintió, le decían algo. O no quiso recordarlo cuando al mirarlos sólo halló indiferencia.
El corazón le latía cada vez más deprisa, la presión se le bajaba al estómago. No podía controlar el estado de nervios e inseguridad que le provocaba su presencia, ya fuera física o simplemente evocativa.
Incontrolables, numerosos instantes compartidos se le amontonaron en la cabeza en una secuencia que podría ser descrita de mil formas, excepto lineal.
Intentó hablar, pero no eran palabras lo que bajo aquella mezcla de sonidos, frialdad y entonación salieron de su boca.
No es que se rindiera. Tampoco que lo diese todo por perdido. Pero llevaba meses intentando hacer razonamientos y la lógica le había dado ya demasiados esquinazos.
Intentó sentir odio y rencor, culpar. Quiso así paliar la angustia. Pero sólo, y a pesar de todo, era capaz de sentir amor.
Volvió a encontrarse en el momento último: en el coche en el que las promesas presentían –antes de que ellos fueran conscientes– el final. Le ahogaban las sentencias que nunca se cumplieron, los reproches dibujados con tizas de colores, la ingenuidad en duelo, la irremediable y dolorosa pérdida.
Y continuó: El último balance, el olor tendido en la azotea, las cartas que nunca se mandaron, el libro interrumpido, la confianza ciega, los errores, las consecuencias imperdonables, los sueños que, eternamente, se quedaron dormidos.

Quiso decir: “te echo de menos”. Confesarle: “siento si te hice daño”. Recordarle: “me importas mucho”, “no olvides nunca que lo vivido, sí fue real”. Palabras, hechos…“te quiero”.
Pero no dijo nada.
Supo entonces que el cariño, que la noche, que el agradecimiento, que el aprendizaje, que el tiempo que muere en el pequeño reloj de arena, que los secretos y la fidelidad, que la comprensión y la paciencia, que la ternura, que precisamente eso, el amor, el amor en su expresión más amplia y más sincera, le acompañarían por el resto de su vida.
Le entraron ganas de compartir las pequeñas cosas, las tonterías: el “me encontré ayer con tal y cual”, o el “leí aquel libro que me habías dicho que me gustaría”, un simple “me hice de cena aquello”, o decirle tan sólo… “puse la radio y estaban hablando de nosotros”... Pero calló. No volvería a susurrar “te espero en nuestros lugares comunes”. Supo también que el haber compartido todo le obligaba ya, por siempre, a hacer solo el camino.
Alguien le dijo entonces: “se perderá tu vida”, y él pensó: “y yo me perderé la suya”.
Y supo, del mismo modo, que, irremediablemente, había llegado el momento. Y así lo hizo. Y desapareció.

lunes, 2 de noviembre de 2009

90 años



Los 90 años que nunca compartimos.
Las tetas que amamantaron sueños.
Tener ángel de la guarda a cambio de tu ausencia.
Hacerse adulta a base de golpes.
Quedarme sola o tenerte aún más cerca.
Ser eternas, las tres.