sábado, 17 de mayo de 2008

Como todos los días

César sabía que no se llamaba César. Pero le daba lo mismo. Nunca le había importado.

Un día, como todos los días, César se levantó para ir al instituto: se vistió, hizo la cama, desayunó un vaso de leche con cereales de chocolate y bajó a la calle. El instituto estaba a 500 metros de su casa.

Cuando llegó a la mitad del camino, justo donde la avenida se divide en dos, sintió el arrebato de no girar hacia la derecha, como venía haciendo todos los días, y sin pensárselo dos veces, giró a la izquierda. Y no fue al instituto. Caminó por las calles, conocidas ya por tantos años, como si fuese la primera vez en su vida que las veía. Miró la calzada, llena de basura, que iba dejando bajo sus pies; escuchó palabras sueltas en las conversaciones de los paseantes con los que se cruzaba; alzó la vista hacia las ventanas: persianas a medio echar.

La vida estaba en la calle, la sentía; la sentía pero sobre todo la veía pasar, como un espectador de cine antiguo: un poco fascinado, un poco analítico, pero sabiendo, que en el fondo, sólo se trataba de un decorado de película.

A la hora de comer, como si la mañana hubiese transcurrido entre libros escolares, César volvió a casa y se comió las lentejas.

Al día siguiente, César se levantó para ir al instituto, convencido plenamente de que tras un día de relax, de prueba, de aventura, debía retomar su rutina. Sin embargo, al llegar al cruce, volvió a sentir el arrebato, el impuso incontrolable. César volvió a verse como un personaje autónomo que él mismo no era capaz de controlar. Y giró a la izquierda.

César nunca más volvió al instituto. Cuando se levantó, de pronto, sobresaltado, a la mañana siguiente, se preguntó quién era, por qué le llamaban César si sabía que ese no era su verdadero nombre.

Y ahí empezaron los problemas.

Con las preguntas, siempre llegan los problemas.

jueves, 15 de mayo de 2008

Serbia, Serbia...

Un día, el director me llamó a su despacho y me dijo: “Lo siento pero nos hemos dado cuenta de que no encajas en el perfil”. Era el modo sutil de echarme, había durado trabajando en la tele local de mi ciudad poco más de dos semanas. Cuando las funciones se volvían periodísticas y me tocaba irme a la playa, micro en mano, acompañada del cámara, la cosa iba bien; en el momento en que me tenía que convertir en “showoman”, la cosa se complicaba. A Jorge, sin embargo, se le daba bien, y se pasó todo el verano cantando e imitando a famosos. Un día Jorge y yo nos habíamos plantado en la tele, pedido una cita con el director y cuando nos la concedieron le entregamos un proyecto de un programa. De nuestro proyecto pasaron, pero con nuestros 16 y 17 años, les debimos resultar curiosos y así entramos a trabajar. Era la primera vez que ganaba dinero como “periodista”.

Así que mientras Jorge se pasó en la tele todo el verano, aquel día del despacho fue mi último día. Unos días antes me habían dado las notas de selectividad, lo que convertía mis claras ideas de estudiar Periodismo, en una frustración. Encima, cuando llegué a casa emitían el último capítulo de la serie Periodistas: El Periodismo se había convertido en un nido de víboras y tenían que cerrar El Crónica, ni José Coronado era capaz de salvarlo. Claro está, me pasé todo el capítulo llorando: había señales por todas partes, todo estaba relacionado: el Periodismo no era lo mío. Pero, ¿y entonces? ¿Qué hacía si lo había tenido claro desde los 13 años?

Un poco por inercia, un poco fascinada por mi profesora de Lengua y Literatura del último año, me matriculé en Filología Hispánica. Pero necesité poco tiempo para cambiar de idea: no me iba a rendir tan fácilmente, si no era periodista, no sería por señales del destino… Así que decidí que, de un modo u otro, terminaría estudiando Periodismo, y convirtiéndome en Periodista.

Y de aquel verano, ya han pasado seis años. En la Universidad de Periodismo en el País Vasco, la chica que iba delante de mí se llevó la última plaza. Así que sin saber ni cómo, terminé en Segovia. Comencé repartiendo los periódicos, pero luego pude escribir en ellos. En mis primeras prácticas allí, lo primero que cubrí fue una rueda de prensa de Ana Belén y Víctor Manuel. De todos modos, no era mi primer contacto. Jorge y yo nos habíamos pasado media adolescencia, grabadora en mano, “jugando a ser periodistas” por los festivales de cine. La primera entrevista “seria” había sido a Concha García Campoy. Ella me cortó nada más empezar y me dijo: “Tranquila, lo primero, la grabadora la dejas quietecita, luego, me miras a los ojos y sonríes”. Se apiadó de mí que tendría 15 o 16 años.

Después de las colaboraciones en Segovia, sin saber muy bien cómo, me metí en un "embolado surrealista" donde el director de un periódico quería convertirme en jefa, pagarme 2.000 euros y cambiarme el vestuario… La historia se convirtió en una movida rarísima de fraudes, cochinillos en El Candido, robos de coches, extraños accidentes e huidas… Pero eso es otra historia, que además de servirme para… (¡no vayas de confiada por la vida!), fue la puerta por la que, dispuesta a enterarme de la historia, me presenté en un semanario, ante el anuncio de “se buscan comerciales”, para terminar confesando en la entrevista que yo lo que quería era escribir... Y allí me quedé un año, desesperándome porque me hacían rescribir mil veces todo lo que hacía... gracias a lo cual, además de amargarme, también aprendí mucho.

Pero sin duda fueron este verano las prácticas más productivas y más emocionantes. Como mi Universidad no tenía convenio, escribí al periódico y me acabaron aceptando. Fue un verano increíble.

Y bueno... ya Madrid, y todo esto viene a que mayo y junio son los meses en los que todos los medios de comunicación se ponen manos a la obra en busca de fervientes becarios. Yo llevo tres entrevistas y la última han sido cuatro pruebas: test de 50 preguntas de actualidad (dificilísimo, o yo soy una absoluta inculta); prueba situacional (¿qué harías si…?); ejercicio de redacción; ejercicio de locución. Y dos semanas entrevistando a estudiantes… y eso que no te pagan ni 200 euros.

También venía todo esto a que este fin de semana comencé prácticas en uno de los sitios en los que hice la entrevista. Llegar al lugar fue una auténtica odisea, y una vez allí, la lié poniendo Servio en lugar de Serbio. Vaya comienzo... Por lo demás, bien.

Es emocionante el ambiente de un medio de comunicación, el jaleo que provocan las televisiones y radios, los periódicos derramados, el teléfono en fervor constante, y las conversaciones entre supuestos, previsiones y hechos. Se respira otro aire. Tiene otra intensidad.

Hay días en que la carrera se hace un mundo y la profesión una utopía, en que ni los sueños se espabilan, y me pregunto, ¿qué hago estudiando Periodismo? Pero luego recupero mi coherencia, me agarro a mis sueños y a la confianza, (otra cosa no, pero vocación y constancia tengo), y pienso que la razón la tienen los que, siendo críticos y escépticos, eso sí, pero piensan, que además de horrorosa, es sobre todo, la profesión más bella del mundo.

viernes, 9 de mayo de 2008

Gente di...

Son cerca de la una de la madrugada y lo más sensato sería estar en la cama. Pero acabo de terminar de ver la película italiana, de 2003, Gente di Roma de Ettore Scola, y me he pasado la mitad de la película llorando y la otra mitad riéndome a carcajadas. En este estado, una no puede meterse en la cama, así que escribe.

¿Qué es Roma, la capital de Italia hoy en día? ¿En qué se ha convertido? ¿Quién vive en ella? ¿Quién sueña en ella? ¿Quién la recorre paseando u observa el caótico tráfico a través de las ventanas de un coche o un autobús? ¿Quiénes son las miles de caras que se apiñan en el metro o en los tranvías?”. Así reza la contraportada de la película. Pero no es una película de Roma ni de romanos. Es la ciudad eterna pero igualmente podría ser otra. O quizás no. Es una película que habla de personas y de silencios. Y habla de lo sencillo.

Habla de lo que pasa mientras esperamos que pasen otras cosas.

Nosotros esperamos el tiempo y esperamos el anhelo. Los italianos distinguen ambos conceptos, y mientras aspettano el transcurrir temporal, sperano el deseo. Me costó entender la diferencia porque yo esperaba, en ambos sentidos, excesivamente.

Pero esperando no siempre el nudo se deshace ni la fruta madura, o sí…, se espere o no, la vida continúa en las calles, en las universidades, en los trabajos, en las casas… y en el cine. Y la vida son esos retazos agridulces que te hacen derramar lágrimas y sonrisas, despertar miradas y pasiones, y pegar la cara al cristal del tren como cuando tenías cuatro años.

Mafalda protestaba gritando “¡Paren el mundo, que me quiero bajar!”, pero el mundo ni una sola vez paró para ella, continuó rotando y formando días y noches, que nosotros convertimos en semanas, en meses y en años. Pero también de ellos sacamos momentos, y eso es lo que prevalece. Lo mismo es la eternidad que el ahora, las mismas estupideces hablan los vivos que los muertos, algo así vienen a decir en un momento dado de la película. En un momento entre paseos, bolsas de basura, gatos, sueños, bingos, fútbol, ternuras, campos de concentración, sexo, recuerdos, cultura, cuernos, soledades, miedos, vagabundos, risas. No sólo es cine.

Hace un par de días, el vecino de mi abuela le dijo a su mujer: “me encuentro mal, me voy a acostar”, y se acostó, y no se despertó más. Las casas se van quedando vacías y las plantas de los pies se van poniendo rojas. Por eso no podemos perder el tiempo. Y por eso podemos también perderlo siempre que queramos. Y al final toca continuar. Y llega la hora de hacer caso a la gente que te importa. No porque te sigan queriendo, sino porque tienen razón.

Gente di Roma lleva de banda sonora los latidos del corazón. Y como el mundo no se para ni para Mafalda ni para nadie, me voy a la cama, que ahora sí, el reloj pasó ya de la una.

Tráfico de e-mails

Si pinchas en la imagen, se lee mejor. Esto es lo que los alumnos de Comunicación nos pasamos de unos a otros, en lugar de apuntes...

miércoles, 7 de mayo de 2008

Blancos

Palabras absurdas derramadas sobre papeles en blanco. Reflexiones apresuradas como si la vida fuera a resolverse atendiendo a las letras impulsivas. Radicalismos que se disuelven como la sal en el mar, dejándote arrugada la piel. No entiendo nada porque hasta el sentido deja de tener sentido. No importa. Son sólo sueños. Y a veces despertar es terrible. No sé nada y las horas avanzan. El tiempo es otro horrible invento. Con las palabras nos descomunicamos. Y ni siquiera sé si existe esa palabra. Pero, ¿qué más da? No interpretamos ni ordenamos el caos, era mentira. Odiosos impulsos, odiosas palabras que confunden a los pensamientos. Malinterpretaciones constantes. Indescripciones. Agravios. Blancos.

domingo, 4 de mayo de 2008

Dos de mayo

Dos de mayo. Bicentenario arriba, Bicentenario abajo. Con la lata que están dando con los doscientos años del levantamiento de los madrileños contra la invasión francesa, una no podía quedarse en casa…

10:30 h. Abandoné un Aranjuez atosigado de turistas en un tren de cercanías dirección Madrid. Bajándome en el metro Tribunal llegué a la Plaza del Dos de Mayo, no sin antes descubrir una librería de viejos, muy moderna, llamada Arrebatolibros.

12:00 h. Plaza del Dos de Mayo. “Los amores y desamores de la maja y la bestia, con permiso de Manolita Malasaña.” Una de las versiones que circulan sobre la muerte de Manolita Malasaña dice que la joven fue matada por los franceses en esta plaza al ser descubierta portando un arma: sus tijeras de bordar. La niña se convirtió en uno de los iconos de la revolución.

El espectáculo consistía en una coreografía de la Compañía Sol Picó, utilizando a Goya como referente, donde se entremezclaban la danza contemporánea con los movimientos de gigantescas marionetas. La Banda Primitiva de Alcoy ponía la música y la actriz Blanca Portillo, la voz.

Había una vez un hombre de pincel amargo y de pelo alborotado, medio sordo…”, con una narración potente y musical comenzó el espectáculo de manera gloriosa ante un público numeroso y expectante. ...Pero la “gloria” no duró ni diez minutos... El público comenzó a levantarse, la colocación, dirigida por los organizadores, no permitía visualizar los diferentes espacios donde se desarrollaban cada fragmento del espectáculo. Sobre una plataforma donde se ubicaba una gigantesca maja desnuda fluía (¿fluía?) una grotesca actuación en la que, mientras se entremezclaban poco armoniosamente músicas mexicanas con castizas, ocho bailarinas, ¡las pobres!, se habían dejado olvidadas toda la coordinación en el ensayo, y no daban un paso en firme. A su vez, los bailarines del sexo opuesto habían debido olvidar, en el mismo sitio que las chicas, toda la gracia que, ¡seguro!, en algún momento, ¡lejano!, habían tenido.

Por fin terminó. Tanto pique Gallardón-Aguirre, ya se lo podían haber currado un poquito más… Y aún quedaba todo el día.

Como había omitido de mi recorrido la "Construcción de un puzzle gigante por escolares, recreando Los fusilamientos de Goya", en la Explanada de la Almudena, me dediqué a “hacer tiempo” hasta el acto de las 18:00.

En éstas andaba yo cuando descubrí que al lado de Tribunal estaba la Calle Sagasta seguida de la Calle Génova, de allí a Recoletos y volvía a cruzárseme Gran vía… Parece una tontería… pero para nada. Hace no mucho aprendí a conectar Atocha… ¡con el resto del mundo! ¡Un gran descubrimiento dejar de pensar que Atocha era un lugar apartado y marginado! Poco después, la Almudena-Ópera-Sol se convirtieron ante mí en paradas de una misma línea más o menos recta, ¡otro importante avance! Así que terminar ubicando Tribunal y Recoletos, el Retiro y la Puerta de Alcalá fueron, ayer, pasos de gigante. Y aún quedarían nuevos y fascinantes aprendizajes… pero tiempo al tiempo... Antes de comer por el Retiro me pasé por la Feria del Libro. Estaba yo atentamente involucrada en la conversación del tendero y el comprador de mi vera, cuando el primero le recordó al segundo que la Feria se pone dos veces al año. En ese momento me di cuenta de que ya llevaba más de siete meses en Madrid, ya que había estado en esa Feria en mis primeros días aquí… Sí que era lenta entonces para aprenderme las calles…

A eso de las 16:30 iba ya necesitando un café. Así que me fuí a La Buena vida, un café-librería de la Calle Vergara con unos dueños majísimos y una música estupenda, y muy cerquita de mi siguiente destino.

18:00. Plaza de la Villa. “Las bandas son el pueblo de Madrid”. Con una extremada puntualidad, los metales empezaron a ser percutidos llenando de potencia una plaza abarrotada de pocos madrileños y muchos turistas. Músicos provenientes de casi todos los pueblos de Madrid, de Segovia, de Toledo y de Zaragoza. Dos oberturas compuestas por Carles Santos: Fanfarria Musical y 11.509 notas para 2.001 músicos. La voz de la actriz Gloria Muñoz y la dirección musical de José Ramón Renovell.

El público se levantó en un merecido aplauso. Ni el calor sofocante que derretía las cabezas del pueblo apelmazó los ánimos. Empezaron a corearse “¡Vivas!” y la emoción despertada por la banda, que comenzó siendo un grato elogio a los chicos, se convirtió en un exaltado patriotismo nacional en los que sólo faltó un “¡Viva Franco!”. ¡Qué modo de estropearlo!, con lo bien que había quedado…

Pasito a pasito entre empujones y pies pisoteados, sed y tocamientos, el inmenso grupo que formábamos el callejero público, llegamos a una zona vallada y (una vez más) muy mal organizada en la Plaza Mayor.

19:00 h. Plaza Mayor. “La batalla de los Mamelucos”. La reproducción del cuadro de Goya presidía la plaza. Como estaba colgada en las alturas era el centro de visión de todos los espectadores. El resto del espectáculo fue más intuido que visto, la colocación de los partícipes volvió a ser objeto de crítica. Mientras, mis vecinos de al lado, un matrimonio mayor, debatían sobre el número de nidos que las golondrinas habían construido en los huecos de los ventanales que daban a la plaza. Olía a pipas. Jinetes y caballos (los franceses) y mamelucos ¿dónde se metieron los españoles, los de “a tijerazos y macetazos”? comenzaron a desfilar. Juan Echanove, ejerciendo de narrador, rememoró el día “de los muertos inocentes, los muertos son siempre inocentes…”. Y mientras unas extrañas máquinas entraban en la plaza haciendo un ruido horrible y ofreciendo un sonido acoplado, el pueblo tuvo que aliarse con la imaginación, qué remedio…

Eso sí, agradecimos la explosión final de agua y cohetes… aunque no sé si fue más porque proporcionaban cierto fresquito en una tarde de asfixiante calor o porque significaban que el espectáculo había finalizado.

Como hasta las 21: 30 no era el siguiente acto, y tan sólo eran las 8, decidí dimitir e irme a casa con mi gato. Salí de la Plaza Mayor buscando un Metro. Me colé en la Calle Segovia y llegué a la Costinilla de San Andrés. Terminaba en una plazuela llamada Plaza de los Carros, que me pareció muy acogedora. En una placa se leía que fue terminada de construir en 1984, si es que me persigue ese año… Seguí en mi desorientada búsqueda del Metro cuando ante mí apareció el Metro de la Latina. Había llegado “andandito” a otra de esas zonas a las que sólo sé llegar en metro… claro que con las vueltas que había dado dudo que supieses volver…

Cogí el metro y al llegar a Sol comprobé que eran ya ¡las 21:15!, así que ¿por qué no pasarme por el espectáculo último?

21:30 h. Plaza de Cibeles. “La Fura dels Baus reinterpreta Los Fusilamientos del 3 de Mayo”. Mala idea volverme. Todo el mundo ha decidido ir y se produce un embotellamiento en el Metro Banco de España. Ni pa´lante, ni pa´tras. Logro asomar la cabeza: el Palacio de Telecomunicaciones está ardiendo y una ruleta da vueltas creándose en medio de la noche un espectáculo de colores rojos, fuscias y anaranjados. Lo poco que alcanzo a ver tiene buena pinta. A lo lejos se intuye la música y la voz narradora de José María Pou. Los organizadores, en su línea, no han debido contar con que se iba a producir tal aglomeración de gente. Un par de chicos pretender volverse al Metro caminando contracorriente, me aglutino a ellos (¡la unión hace la fuerza!... y más aún en dos de mayo) y logró volver al Metro.

No queda demasiado para la media noche cuando llego a mi casa en Aranjuez. No habiendo tenido suficiente con todo el día, me trago en Telemadrid la Reconstrucción histórica del dos de mayo en forma de serial televisivo. Imagen horrible, sonido pésimo y actores amateurs, pero eso sí, interpretan a Malasaña, al alcalde de Móstotes, a Rufo y al resto de madrileños sublevados con unas ganas y un ímpetu que, después de lo visto durante todo el día, incluso consiguen dejarme un buen sabor de boca...

Durante la reconstrucción se leen los artículos que el Jefe del Estado Mayor, el General Belliard, aprobó aquella noche como venganza a la sublevación del “populacho de Madrid” (y que el día 4 de mayo de 1808 salió publicado en el Diario de Madrid). El artículo VII dice: "Los autores, vendedores y distribuidores de libelos impresos o manuscritos, provocando la sedición, serán considerados como unos agentes de la Inglaterra y arcabuceados." Transcribamos éste que para algo hoy, día 3, es el Día Mundial de la Libertad de Prensa...

2:30 h. … Me voy a la cama. Afortunadamente, el Tricentenario… no me pillará.

Thoreau

“Haz algo más de ese trabajo que a veces has confesado que era bueno y que sabes que la sociedad y tu juez más severo exigen justamente de ti. Haz lo que te reprobarías no hacer. Sabes que no estás satisfecho ni insatisfecho contigo mismo sin razón. Déjame decirte, y decírmelo a mí mismo al mismo tiempo: cultiva el árbol que has encontrado con fruto en nuestro suelo. No tengas en cuenta los éxitos y fracasos del pasado; todo el pasado es un fracaso y un éxito; es un éxito si nos concede esta oportunidad. ¿No tienes un hermoso don, la facultad de pensar, más valiosa que el más precioso de los relojes de oro? ¿No puedes emitir tu juicio, ya no se remonta la corriente hasta su manantial en ti? Vete al diablo y vuelve. Dispón del mal. Sé castigado de una vez por todas. Muere si puedes. Márchate. Cambia tu salvación por un vaso de agua. Corre el riesgo, si sabes de alguno. Si no, disfruta de la seguridad. No te molestes en ser religioso: nadie te dará las gracias por ello. Si puedes clavar un clavo, y tienes clavos que clavar, hazlo. Es el momento de hacer experimentos, pruébalo. No albergues dudas si no son agradables para ti. Mándalas a la taberna. No comas si no tienes hambre; no hay necesidad de ello. No leas los periódicos. Aprovecha todas las oportunidades que tengas para estar melancólico: sé tan melancólico como puedas y advierte el resultado. Regocíjate con el destino. En cuanto a la salud, tente por bueno y ocúpate de tus asuntos. ¿Quién sabe si ya estás muerto? No te detengas por temor: vendrán cosas más terribles y no dejarán de hacerlo. Los hombres mueren de miedo y viven de la confianza. No seas obediente como los vegetales. Sé tu propia ayuda. No te dediques a encontrar las cosas como crees que son. Haz lo que nadie podría hacer por ti. No hagas nada más.”

Extraído del diario de Henry David Thoreau, a fecha posterior al 29 de julio de 1850, publicado en el libro: Escribir (Una antología), de Pre-Textos.

viernes, 2 de mayo de 2008

Planteando cuestiones periodísticas...

En la facultad se hacen y se aprenden pocas cosas interesantes. La Universidad, a veces, te abre el paso a buenos libros (aunque luego no siempre te permite tiempo para leerlos); otras, te da la oportunidad (imponiéndotelo previamente como obligación) de hacer trabajos con los que aprendes cosas muy interesantes; algunas, hace surgir en ti, motivaciones que permanecían ocultas. Hay asignaturas (pocas) de las que aprendes cosas de provecho, te enseñan teorías y prácticas útiles. La carrera también te da algún momento agradable frente a muchos horribles. Y te da la oportunidad, y ésta es su mayor ventaja, de, alguna vez, conocer a gente sincera y competente a la que terminas queriendo mucho. Por lo demás, la Universidad, la mayoría de las veces, es absurda, desquiciante, aburrida y llena de trepas competitivos y falsos.

Ayer, mi compañera Laura y yo entregamos un trabajo para la asignatura de “Periodismo Local” consistente en hacer un análisis comparativo de tres entrevistas realizadas previamente a tres periodistas locales: una de TV, otra de radio, y otra de prensa escrita. Laura me entregó su parte y, tras añadir la mía, desarrollé las conclusiones. El tiempo que apremiaba dejó como consecuencia no poder darle demasiados retoques al trabajo, pero, a pesar de arrastrar la sensación de “podría haber quedado mejor”, primó el absoluto convencimiento de “he disfrutado y aprendido haciendo este trabajo”, algo que aunque pudiera o debiera parecer necesario, pocas veces se da en la Universidad.

Lo más interesante de mi parte del trabajo fue la entrevista realizada a una periodista local de televisión llamada Amaya, vinculada a la sección de sucesos. Mientras, mis compañeras entrevistaban a María, periodista de radio, y a Ruth, de un periódico de Getafe. Yo en mi entrevista, además, pude ser testigo (o partícipe, no sé muy bien) de la charla distendida entre ésta y otra periodista, y a la que posteriormente se sumó un tercer periodista, sobre las venturas y desventuras de esta profesión periodística en la que yo voy sumergiéndome y de la que ellos, ya son inseparables. Y la edad sí importa (los años de experiencia, la implicación), no se ven las cosas con el mismo escepticismo, ni con la misma ilusión, a los 20, que a los 30, que a los 40, que a los 50… Ésta es una de las conclusiones que alcanzamos en el trabajo al contrastar las visiones de unas entrevistadas de 28, 34 y 42 años que diferían mucho, a pesar de ser tres absolutas enamoradas del Periodismo.

Como no hay clase de “Redacción Periodística” (y sus variantes) que no comience con aquello de… “Inventio, proveniente del latín invenire, que significa encontrar... Porque un periodista lo primero que debe hacer es encontrar el asunto sobre el que quiere escribir… Porque una vez se domina el asunto, las palabras salen solas…”, las primeras preguntas a nuestras entrevistadas discurrieron sobre el modo de seleccionar las noticias, la diversidad y verificación de las fuentes, el proceso de trabajo…

Una agenda excesivamente preestablecida; demasiado encorsetamiento de gabinetes de prensa; el tiempo, que es a menudo un enemigo más que un aliado, si de ampliar y verificar fuentes se trata; fuentes, por cierto, de las que su fiabilidad depende, especialmente, de la fuente en cuestión (parece lógico), y unos periódicos que aún tienen mucho peso, en cuanto a lo que publican, de cara a los demás medios. Muchas coincidencias entre las tres entrevistadas… con matices.

Como de Periodismo Local se trataba, las tres periodistas divagaron sobre la función de este periodismo, dejando en el aire las preguntas de si realmente existe un periodismo puramente local en Madrid, o toda la información está demasiado “nacionalizada”. Se han introducido nuevos temas, como los relativos al Medio Ambiente, en la agenda de los medios, y se han afincado las cuestiones críticas. Pero no se hace el mismo periodismo local en un periódico de provincias que en uno nacional. ¿A Madrid no le interesan los temas locales?, otra pregunta que quedó planteada.

La implicación del periodista en su trabajo diario es un tema peliagudo, la cara de las entrevistadas ante esa cuestión, también. “Al 100%”, contestan, pero cada 100% se mide de modo muy diferente. Corre una pretensión en el ambiente de saber separar (y conciliar) vida privada de vida profesional. ¿Pero como dejar el Periodismo en la redacción? (Más aún si cada tres minutos te llega un aviso al móvil: atraco en…, robo, muerto, posible altercado…). Al final, desconectar es una utopía. Aunque Amaya insiste… lo vas aprendiendo con la edad”. Y en la “nevera”, junto a los temas pendientes, quedan la diferencia entre ser escépticos (y ganar distancias) y ser cínicos…

La entrevista hace una última parada en los intereses de los medios: económicos y políticos (y aromas publicitarios: ¿quién dijo aquello de… “una noticia es lo que se publica entre anuncio y anuncio”?… la frase es algo así, aunque nunca me llegué a enterar de quién la dijo…). No se sienten presionadas pero… ¡Ay!, esos peros…

Los periodistas tienen una obligación social que a veces puede anteponerse a los intereses de los patronos, una obligación que curiosamente, es la base del éxito económico de esos mismos patronos” aparece escrito en el libro Los elementos del Periodismo, de Kovack y Rosenstiel.

Pero no todo está tan claro y se plantean dos cuestiones muy precisas a este respecto. Ahora que tanto nos quejamos de la dependencia de los medios de comunicación hacia otras fuerzas que poco tienen que ver con el Periodismo, y ahora que reclamamos memorias históricas y saldamos cuentas con el pasado, si unimos todo esto y miramos en la historia hacia los inicios del Periodismo, ¿realmente ha existido alguna vez ese Periodismo independiente de intereses políticos o económicos, o se está apelando a un pasado mítico que no ha existido nunca?

Y vamos más allá, ¿nos fiaríamos de un medio que fuera absolutamente aséptico e imparcial? Y una tercera cuestión: al margen de las presiones externas, ¿qué ocurre cuando es el propio periodista el que se impone una autocensura, o el que está demasiado preocupado por complacer a sus jefes?Tal vez no somos conscientes de la libertad que tenemos”, avisa Amaya. En eso sí que jugamos las nuevas generaciones…

Con este trabajo he tenido la posibilidad de escuchar a periodistas, de apreciar como continúan viviendo hoy en día la profesión que amaron desde antes de tener mi edad. Puede que peque de utópica, seguramente… Pero, al fin y al cabo, aunque sea odiosa gran parte de la carrera, haya gente horrible por ahí fuera y todo sean mentiras, yo también creo en esto del Periodismo.

Nuestras entrevistas y nuestro análisis terminaron englobando un trabajo que planteaba más preguntas que respuestas contestaba. Pero bueno, hay algo que sí que aprendí este curso: es mejor plantear preguntas, no siempre hay respuestas correctas.

...qué sabe nadie lo que nos pasa por dentro



Uno de mayo.
Se terminaron las lluvias mil de abril.
Aunque tampoco parece que en el camino se vean muchas flores de mayo.

jueves, 1 de mayo de 2008

Toledo

(Foto extraída de Internet)

Cincuenta años. Cuentan que en Toledo hay una iglesia que esconde en ella unas salas de tal valor, que tan sólo la abren al público una vez cada cincuenta años. Ésta es una de esas historias que corren cuesta arriba, cuesta abajo por las estrechas calles toledanas. Era la tercer vez que visitaba Toledo y lo hice acompañando a un grupo de ribereños (o arancetanos, de Aranjuez) en una visita programada en la que una guía madrileña enamorada de Toledo (¡y a la que no le gusta Roma!) nos explicó los secretos (a voces) de la ciudad de las tres culturas, desde los más trascendentes de las callejuelas toledanas hasta la peluquería a la que va la hermana de la princesita.

Toledo huele a Mazapán desde que en épocas de hambruna, las monjas de San Clemente hicieran “mazacotes” de pan para paliar el hambre, es decir, mazapanes. Pero más que por su gastronomía, Toledo es importante por ser la ciudad de España donde se logró una mayor tolerancia religiosa, y donde hoy en día se concentran más iglesias. Iglesias, sinagogas, mezquitas… Toledo supo, en su día, combinar culturas y religiones: judíos, cristianos y musulmanes convivieron apaciblemente aumentando la riqueza cultural y económica de la ciudad, hasta que Isabel la Católica los expulsó en 1492. Con su salida se esfumó de la ciudad su esplendor. En recuerdo de aquellos años, muchos sefarditas, descendientes de aquellos judíos expulsados, continúan conservando la llave de esas casas que tuvieron que abandonar.

De las once sinagogas que llegó a haber, hoy tan sólo queda una: la Sinagoga del Tránsito, convertida en símbolo artístico de Toledo. Los judíos huían de los adornos cristianos, “meditación y rezo”, proponían. Pero una sinagoga construida y financiada por judíos, diseñada por musulmanes (imitando a la Mezquita de Marruecos) y en una época dominada por el reinado cristiano, no podía construirse como una sinagoga convencional. Para empezar prescindió de esa planta superior desde la que las mujeres rezaban, aquí ambos sexos permanecían en una única planta baja, eso sí, separados por un velo blanco: ellos en la zona interior, y ellas, en la exterior. Cuando los cristianos se quedaron solos, comenzaron a destruir todos los edificios pertenecientes a otras religiones. Sin embargo, fueron incapaces de destruir esta sinagoga, les pareció de tal belleza que era un precio demasiado alto a pagar, así que decidieron tirar únicamente el muro de Torá, y crear en su lugar, un Altar Mayor.

Árabe, hebreo, castellano y latín. Así fue Toledo, y algo queda. La propia catedral de la ciudad, la Catedral de Santa María, es muestra de ello, varios estilos, varias épocas conjugadas en un solo edificio. Doscientos años pasaron entre la construcción de una torre y de la otra, 192 metros de torre gótica con influencia mudéjar que se alza hacia el cielo en busca de Dios, frente a una torre campanario de estilo renacentista. Otra de las leyendas toledanas impulsa la historia de ese campanario: la campana de Toledo tan sólo ha sonado una vez. La leyenda, amparándose en la magia, cuenta que su sonido fue tan potente que los cristales de toda la catedral estallaron. La historia lo achaca a que la campana fraguó mal. Pero la leyenda permitió no cortar cabezas.

El mismo río Tajo que habíamos abandonado en Aranjuez, nos había dado la bienvenida en Toledo, bordea a la ciudad en un 75% de su territorio, y de él se extraen la arena, la arcilla y el agua con los que se hacen el clásico mudéjar toledano. Los exteriores de la ciudad regalan muy buenas vistas, y coronando las muchas colinas se encuentran las “cigarreras”, caserones pertenecientes a la clase alta de la ciudad.

A pesar de los turistas, la ciudad es silenciosa y mística. No extraña el hermetismo de los toledanos actuales, heredado de unos antecedentes de extremo celo de la intimidad. Las casas toledanas antiguas tienen un característico patio, similar al patio sevillano. La vida en los patios, a puerta cerrada, constituía una vida familiar ajena a la vida en la ciudad. En los patios se plantaban árboles que iban creciendo siendo testigos del paso de los niños a hombres. A medida que las familias iban aumentando, a las casas se le iban añadiendo plantas. Los árboles del patio se asomaban al exterior por las ventanas de las plantas superiores, por eso, cuando el árbol necesitaba una poda, el dueño de la casa debía avisar a los vecinos por medio del envío de una carta, no fuese a ser que al subirse al árbol, uno se inmiscuyera en la vida del vecino, contemplada a través de la ventana. Hasta tal punto llegaba ese recelo ante la intimidad que nunca un portón se colocaba en frene de otro, si no que se alteraban pares e impares para que nunca se situaran las puertas frente a frente.

En muchas de esas puertas se ven aún las gateras, aunque ya chapadas. Los gatos eran una necesidad para matar a los ratones; con los años, esas gateras se convirtieron en el acceso a las casas para los ladrones. Y sin gatos o con ellos, aún hoy los toledanos arrastran sus problemas con la limpieza. Actualmente, no hay un solo contenedor de basura en la ciudad. Los ciudadanos pueden sacar a la calle sus basuras entre las nueve y las once de la noche. Y si a esa hora no está, o no puede sacarla, sólo le queda acumular desperdicios.

Cerca de la calle del Diablo (llamada así porque tras subir su empinada cuesta, uno tan sólo podía decir “¡Diablos!”) se encuentra la Posada de la Hermandad. La Guardia Real de Isabel la Católica, antecedente de la Guardia Civil actual, residía allí, y eran famosos por llegar siempre tarde a los hechos… “A buenas horas, mangas verdes”, y así nació el refrán. Hoy en día es una Escuela de Teatro; música y teatro conservan aún, una fuerte tradición en Toledo.

La visita terminó quedándonos pendientes de ver muchos rincones toledanos, entre ellos, el Alcázar, la Casa de El Greco o la Iglesia de Santo Tomé, donde se encuentra su característico cuadro El entierro del Conde Orgaz. Eso sí, antes de regresar nos despedimos de San Cristóbal.

San Cristóbal, patrón de los conductores y de los viajeros, está colocado en la puerta de algunas iglesias toledanas (también de algunas sevillanas). Cuando los feligreses no tenían tiempo para entrar a escuchar la misa, se conformaban con acercarse a la puerta y mirar a los ojos del patrón. Y es que cuenta la leyenda que si miras a los ojos de San Cristóbal no te puedes morir en los tres días sucesivos. Así que habrá que visitar Toledo aunque sea por, cubriéndonos las espaldas, garantizarnos la vida… por tres días más.