lunes, 26 de noviembre de 2007

Periodismo de guerra


El fotógrafo de guerra James Nachtwey, en el documental War Photographer, asegura que canaliza sus emociones a través de la cámara, que esa es la única manera que conoce de poder superar sin derrumbarse el momento en el que está haciendo sus fotos de guerra. El documental, las fotos que en él aparecen, son impresionantes.

Una de las guerras fotografiadas fue el Genocidio de Ruanda. Precisamente es en una película sobre ese crimen, “Hotel Ruanda”, en la que un periodista explica lo que hará la gente desde sus casas al ver las imágenes bélicas… “Dirán, ¡¡Dios mío!! y después, seguirán cenando”... La trascendencia de los medios de comunicación, de la fotografía periodística en este caso, es debatido con frecuencia. Nachtwey cree en esa trascendencia, en que con sus fotos sí pueden cambiar algo en las personas, sí pueden sensibilizar, conmover. Niega que sus fotos sean “objetos artísticos”, su pretensión es lograr “una forma de comunicación, que sirvan para algo”.

He visto este documental pocos días después de ver la exposición de la obra gráfica de Agustí Centelles, otro impresionante fotoperiodista, que tuvo que exiliarse y permanecer preso en diferentes campos de concentración antes de lograr recuperar sus fotografías. A la mente me vienen algunos libros leidos como Ninguna guerra se parece a otra, del reportero Jon Sistaga tras la guerra de Irak, o Luz y sombra, de la fotógrafa Christine Spengler o Mujer en guerra, de la periodista Maruja Torres.

El reporterismo en situaciones trágicas me motiva, desde siempre, desde que era capaz de alarmar a mi madre y amigos siendo adolescente respondiendo que a lo que quería dedicarme era a ser corresponsal de guerra. Sin embargo, las contradicciones también me persiguen, como explica Nachtwey, tampoco las entiendo, de hecho, a medida que sé más, sé menos y entiendo menos cosas, me confundo más. ¿En qué momento se cruza la línea que une la profunda emoción por cambiar el mundo, por comunicar, por superar las injusticias… con la vanidad o la euforia?. Cuando Jon Sistaga cuenta que en la guerra “recuperamos nuestras almas de periodistas”, y yo me emociono y ansío vivirlo ¿no estaré cayendo en el cinismo? ¿no estaré haciendo un sueño de la desgracia ajena aunque me motive en ello la necesidad de convertir el mundo en el mundo que deseo? ¿hasta que punto nos podemos justificar?

Me impresionó del documental la persecución de un hombre al que quieren asesinar y como el fotógrafo sucumbe ante la necesidad de actuar, de pedir salvación para ese ser, de involucrarse.

En mi corta experiencia y mi amplia ingenuidad, tres momentos recuerdo ahora en los que no sabía si mi modo de sentir demostraba ser una horrible aspirante a periodista o una persona sensible, y sin saber si eso era positivo o negativo… Primer momento: Niños saharauis que bajo mi titular, “La realidad de una despedida” volvían a sus miserias tras un verano en Huelva, y no se querían marchar. Segundo momento: Un bombero me cuenta emocionado al volver de Perú que es la primera vez que acude a una catástrofe, y que allí, mientras la gente ansiaba encontrasen vivos a sus familias y ellos sólo lograban extraer cadáveres, él sólo podía pensar en su niña.

Los niños y el bombero emocionados y yo trago saliva para no derramar una lágrima, e intento que el fotógrafo que me acompaña no vea el brillo de mis ojos, y me digo, no puedo emocionarme… qué periodista más desastre soy. ¿Cómo controlar las emociones? ¿Cómo ser fuerte y sensible a la vez? ¿Cómo logra Nachtwey canalizar todo ello hacia su cámara fotográfica?

Tercer momento: La otra cara, la vanidad. Segunda semana de prácticas y me veo sumergida en la noticia más importante: incendios asolando la ciudad. Me involucro y lo vivo, hablo con la gente, los fotografío, escribo, informó, trabajo duro, por primera vez en mi vida siento estar haciendo una labor periodística al cien por cien. Estoy excitada, sobresaltada, feliz, vivo una semana intensa. Me siento periodista. Románticamente, periodista. Pretendo cambiar las cosas, buscar culpables, conmover almas con mis crónicas de fuego. Estoy exaltada. Y mientras... las casas se incendian y las familias sufren por perder sus hogares. ¿Estoy haciendo un buen trabajo o estoy siendo una mala persona?...

Y atrás dejamos el ¿hasta dónde hay que llegar? ¿qué separa el morbo, el sensacionalismo de la realidad? El periodismo me plantea cada vez más preguntas, la sociedad me resulta cada vez más desorientadora y yo misma me me contradigo cada vez más...

¿Comunicar? ¿Trascender? ¿Informar? ¿Entretener? ¿Cambiar? ¿Evadir? ¿Preguntar? ¿Responder? ¿Emocionar? ¿Dudar?